Qué hacer 24 horas en Castro Urdiales: modernismo, chapuzones y rico pescado
Esta villa marinera fue uno de los puertos más importantes del Cantábrico. Un paseo con paradas en su singular iglesia gótica de Santa María de la Asunción, la playa de Ostende, casas modernistas y el centro para unos pinchos
Castro Urdiales, la mayor población costera de Cantabria después de Santander —unos 70 kilómetros las separan—, no solo es un atractivo y recoleto puerto de mar con mucha historia. Cuando no es verano, momento en el que su población de unos 33.000 habitantes se multiplica varias veces con la llegada de los turistas, la ciudad permite una visita relajada para admirar sus importantes monumentos, callejear por las rúas del centro viejo o, si el tiempo es agradable, pegarse un rápido chapuzón —“un cole”, como decimos los santanderinos— en la playa de Ostende o en una piscina natural. Y es que la temperatura del Cantábrico ya no es la que era incluso en pleno invierno.
A la iglesia gótica más valiosa de Cantabria y el único castillo medieval bien conservado se añaden en las interesantes ruinas de una ermita románica, un puente medieval y, por supuesto, la oportunidad de brindarse una buena comida de pescado fresco en un restaurante del puerto.
10.00 Desayuno frente al mar
A primeras horas de la mañana, sobre todo si coinciden con la bajamar, una fragancia marina y los graznidos de las gaviotas como banda sonora de fondo envuelven a quien se sienta en una de las terrazas del puerto frente al parque Amestoy (1), donde los bares Kraken, Bristol y varias otras sirven zumo natural, café y tostadas. No está mal para ir ambientándose en la que fue una de las villas marineras y de los puertos más importantes del Cantábrico desde la Edad Media.
11.00 La villa medieval
La antigua Flaviobriga de los romanos quedó sepultada bajo las calles del actual centro histórico, situado a los pies de la peña o castro amurallado que en los primeros años de la Edad Media se reforzó, seguramente para protegerse de las incursiones de normados y hérulos que arrasaban los pueblos del litoral. Los restos de la muralla pueden apreciarse mejor delante de la fachada de Santa María de la Asunción (2), la iglesia gótica más relevante de Cantabria, situada en la cima de la colina sobre el puerto. El templo fue construido entre los siglos XIII y XV, cuando Castro Urdiales disfrutaba de prosperidad gracias al comercio como puerto de Castilla con Francia, Holanda e Inglaterra, y se tomó como modelo la iglesia de Santo Domingo de la Calzada y posteriormente la catedral de Burgos. Las torres, arbotantes y disposición de los ventanales certifican el estilo gótico urbano de Santa María de la Asunción, único en la región, mientras que su aspecto de fortaleza refleja también una influencia normanda. El interior conserva varias capillas donde reposa un Cristo yacente del escultor barroco Gregorio Fernández y se asienta sobre un trono una imagen de la Virgen Blanca del siglo XIII. En la capilla adyacente, el lienzo del Cristo de la Agonía, de Zurbarán, puede admirarse previo pago de un euro en el cajetín de la iluminación.
A pocos metros de Santa María está el castillo de Santa Ana, una de las pocas fortalezas bien conservadas del norte peninsular. Data del siglo XII, pero probablemente se edificó sobre unos muros anteriores. En el siglo XVI pasó por una importante restauración y en 1853 se añadió el faro que lo corona. Aún queda un lienzo de la muralla que lo reforzaba y sorprende el buen estado de las sólidas torres.
12.00 Los orígenes
Después de un vistazo a las interesantes ruinas de la iglesia románica de San Pedro, restos del edificio más antiguo de Castro Urdiales —sobre todo, el presbiterio semicircular—, de principios del XII y situadas a los pies del castillo, hay que cruzar el puente medieval que conduce al promontorio donde se alzaba la antigua ermita de Santa Ana. Hoy es un pequeño museo (3) que ilustra sobre los restos encontrados en el lugar de la colonia romana y anteriores, de un asentamiento del Paleolítico.
13.00 Momento para un chapuzón
Desde la ciudadela medieval, un agradable paseo por un camino costero conducirá primero hasta el mirador de la Atalaya (4), desde el que las vistas sobre el azul oscuro del Cantábrico y las olas rompiendo contra el acantilado contrastan con la serena panorámica de la ciudadela con sus monumentos. En seguida se llega a la piscina natural de El Pedregal (5), donde el mar penetra a través de un túnel del acantilado hasta una playa de piedras en la que el baño es una gozada también en otoño. Eso siempre que no se dé un fuerte oleaje, en cuyo caso es mejor continuar hasta la cercana playa de Ostende (6), cuya arena no es de las mejores —es una playa artificial—, pero el chapuzón en el agua cristalina entre rocas lo compensa con creces.
15.00 Un manjar de pescado y marisco en el puerto
La marisquería Alfredo (7) tiene una buena reputación entre los castreños si se quiere probar el pescado y marisco fresquísimo, las capturas que dejan los pescadores en la vecina lonja en el mismo puerto. Alfredo sirve raciones de vieiras, pulpo, almejas, chipirones o, por supuesto, de anchoas, caracolillos de mar y rabas. También platos de rodaballo, besugo o bogavante, sin descartar el jamón ibérico de bellota ni los chuletones. Si hace buen tiempo, en la terraza se disfruta más del ambiente marinero del puerto.
17.00 Un paseo modernista
El auge de las explotaciones mineras, la pesca y la instalación de las primeras conserveras de pescado, a finales del siglo XIX y principios del XX, fomentó otra ola de prosperidad en la villa y los mejores arquitectos de Cantabria, en especial el castreño Eladio Laredo —autor del Edificio Grassy de la Gran Vía madrileña—, plasmaron sus planos en edificios civiles, palacetes residenciales y hasta en los panteones del cementerio de la Ballena.
El Palacio de Ocharan (paseo Menéndez Pelayo) (8), construido en 1901 según el proyecto de Laredo, es el edificio modernista más hermoso de Castro Urdiales y fue mansión del escritor y empresario vasco Luis de Ocharan. La fachada es de mármol rosado con adornos italianos y griegos y un falso pórtico sostenido por 10 columnas. De propiedad privada y rodeado de espléndidos jardines y un muro de buena altura, el horario de su visita (solo los jardines, y en verano) es bastante errático, por lo que lo mejor es informarse en la oficina de turismo o en la web del Ayuntamiento. En todo caso, desde el exterior se puede apreciar bastante bien la belleza del edificio flanqueado de palmeras, debido a su gran altura. A 600 metros en dirección al pueblo, el Chalet de los San Martín (9), del arquitecto bilbaíno Gregorio de Ibarreche en ese estilo inglés que proliferó en las residencias aristocráticas de Cantabria a principios del siglo XX —su ejemplo máximo es el Palacio de la Magdalena—, y el Chalet Sotileza (10), frente a la Sociedad de Tenis y obra del arquitecto Leonardo Rucabado, creador de la Escuela Montañesa, son otras dos visitas que merecen la pena.
19.00 En el centro neurálgico de la villa
Junto al puerto y bajo la ciudadela, la plaza del Ayuntamiento está presidida por otros dos edificios singulares: la propia Casa Consistorial (11) y la Casa de los Chelines (12). La primera se erigió en el siglo XVIII con un cierto aire de fortaleza y una atractiva torre del reloj, pero la joya de la plaza es la segunda, situada de frente al Ayuntamiento y proyectada en 1901 por el vasco Severino de Achúcarro y ejecutad por su entonces discípulo Leonardo Rucabado. Apoyada en los soportales que rodean la plaza y que le confieren su aspecto norteño, la Casa de los Chelines es un precioso edificio de cuatro plantas y protegido como Bien Cultural desde 1991.
20.00 Pinchos en el centro histórico
Bajo los arcos que sustentan los edificios de la plaza hay varios bares donde tomar unos pinchos, mientras que los callejones que parten de sus esquinas se internan por el centro histórico de Castro Urdiales: las calles Belén, Escorza o San Juan (no hay que perderse los arcos de piedra del siglo XVI en algunas de sus casas, así como la Cruz del Humilladero). En ellas se ubican algunos bares que sirven, sobre todo, productos del mar, como La Marinera (13), El Resbalón (14) o La Tasca (15). Si lo que apetece es una buena cena sentado, se puede acudir al Asador El Puerto (16), que presume de sus “platos regionales de pescado” y es otro de los favoritos tanto de los castreños como de los turistas.
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