Hallstatt, el pueblo que inspiró el reino helado de ‘Frozen’, se ha hartado de los turistas
La región alpina de menos de 800 vecinos recibe más de 10.000 visitantes en temporada alta. Sus habitantes proponen un sistema de entradas de acceso a la aldea para controlar y limitar ese número a la mitad
El idílico pueblo de Hallstatt, en los Alpes austríacos, tiene menos de 800 habitantes. Y sus vecinos están hartos. Hartos de que, en temporada alta, las estrechas calles de su aldea soporten el trajín diario de hasta 10.000 turistas ansiosos por retratarse con sus lagos, sus montañas y sus pintorescas casitas de madera. En esta región alpina todo parece de cuento de hadas y de hecho lo es, ya que los creadores de la película Frozen lo tomaron como referencia para ambientar Arandelle, el hechizado reino helado del éxito de Disney. Pero la visita que para los viajeros termina en una mágica postal que llevarse de recuerdo se ha convertido en un suplicio para sus escasos habitantes, que han decidido tomar cartas en el asunto.
El pasado domingo, 27 de agosto, más de un centenar de aldeanos de Hallstatt bloquearon la única carretera de acceso al pueblo, a través de un túnel, como protesta por la desmesurada afluencia de visitantes. “Límites radicales para el turismo de masas”, “Debemos proteger nuestro espacio vital” o “Por favor, piensen en nuestros hijos” eran algunas de las consignas ―esta última al más puro estilo de Helen Lovejoy en Los Simpson― que podía leerse en sus carteles. El alcalde, Alexander Scheutz, estaba entre los manifestantes. “Realmente, hemos intentado mucho en términos de gestión de visitantes. Pero hemos llegado a un punto en el que estamos al final de nuestras posibilidades. Como pueblo, solo podemos manejar la mitad de los turistas que vienen ahora”, aseguró.
Eso es todo lo que piden: introducir un sistema de entradas para reducir el número de visitantes a un máximo de 5.000 por día en vez de los 10.000 que acuden al pueblo ahora en temporada alta. La región ya impuso un límite al número de vehículos turísticos en 2020. “Hemos limitado el número de autobuses a 45. Para los automóviles, tenemos espacio para 450, pero hemos llegado rápidamente al tope”, declaró entonces Scheutz. En mayo de este año, estaban tan hastiados de la invasión turística que, igual que la princesa Elsa erige los muros de su castillo de hielo en la película de Disney, los propios vecinos de Hallstatt construyeron una valla de madera en uno de los principales miradores de la aldea para bloquear la vista a los Alpes e impedir así los selfis. El alcalde afirmó a los medios que sus habitantes solo querían que los dejaran en paz. La valla apenas duró puesta una semana, pero su espacio lo va a ocupar ahora una pancarta que recuerde a los turistas que ahí viven personas y que no deben entorpecer el paso ni amontonarse.
La nueva medida que quieren implantar, según Scheutz, consistiría en que el acceso al pueblo se pudiera reservar de manera similar a como se hace en otros lugares de gran interés turístico como Machu Pichu, en Perú. Aun así, el alcalde reconoce que imponer este sistema es complicado por la dificultad de definir quién es un turista y quién no, ya que no contempla incluir a las personas de pueblos vecinos, como Bad Goisern: “¿Un goiserer tiene que reservar una entrada si quiere ir a tomar un café con alguien en Hallstatt? No creo que sea una buena solución”. Venecia, en Italia, que está mucho menos invadida que Hallstatt en términos de turistas por habitantes, planeó introducir un método similar de visitas con reserva previa por una tarifa a partir de enero, pero lo pospuso hasta 2025 debido a retrasos en la aprobación de las autoridades regionales.
En Hallstatt la medida podría decidirse el próximo 6 de septiembre en una reunión entre alcaldes de la zona y la asociación regional de turismo. De momento, la propuesta tiene el beneplácito de la ministra de turismo de Austria, Susanne Kraus-Winkler, que también ha pedido un sistema de franjas horarias en la pequeña villa alpina, pero criticó al pueblo en una entrevista a un medio austriaco por no aprovechar el tiempo de calma durante la pandemia para encontrar una solución a su problema turístico. “Si fuera tan fácil, lo habríamos hecho hace mucho tiempo”, le respondió Scheutz.
En 1997, el paisaje cultural de Hallstatt fue declarado patrimonio mundial por la Unesco y está considerado uno de los pueblos más bonitos del mundo. En China tienen su propia réplica, construida por la compañía estatal minera china Minmetals Land, con copias de las casas, la plaza del mercado y alguno de sus edificios más representativos. Pero Hallstatt solo hay uno, y la belleza tiene un precio.
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