Los 10 países más pequeños del mundo o el encanto de lo diminuto
Islas remotas convertidas en paraísos para turistas, viejas repúblicas europeas que han resistido el paso del tiempo y atolones amenazados por el cambio climático perduran como Estados independientes
No siempre hay que ser grande para ocupar un lugar destacado en el mundo. Estos 10 países son los Estados más diminutos del globo, pero todos ellos tienen a sus espaldas una historia curiosa que les ha hecho perdurar en el tiempo y algunos ocupan los primeros puestos en el listado de los países más turísticos. Su tamaño es, precisamente, uno de sus encantos. De menor a mayor, estos son los diez países más pequeños del planet
Ciudad del Vaticano: la mayor concentración de arte del mundo
Superficie: 0,44 km². Población: 1.000 habitantes.
Encerrado en menos de medio kilómetro cuadrado, puede que el Vaticano sea el país más pequeño del mundo, pero concentra la mayor colección de obras de arte del planeta. Resguardada en pleno centro de la capital italiana, Roma, y enclaustrada en una serie de tradiciones y rituales sacrosantos, la Ciudad del Vaticano es uno de esos extraños lugares que hay que ver para creer. Es, además, la sede de la iglesia católica, dirigida por el Papa, quien reside en un palacio con más de un millar de estancias y de cuya protección se encarga la Guardia Suiza, conocida por su colorido uniforme rojo, amarillo y azul. El vínculo del Vaticano con el cristianismo se remonta al siglo I, cuando San Pedro fue crucificado en el Circo de Nerón. En su homenaje, el emperador Constantino mandó construir una basílica en el lugar donde fue enterrado. Pero como Estado, la ciudad fue fundada tras firmarse los Pactos de Letrán, en 1929, y representa el vestigio moderno de los Estados Pontificios, el feudo que gobernó Roma y buena parte del centro de Italia hasta su reunificación en 1861.
Con todo, el esplendor de la basílica de San Pedro no es más que la antesala de las riquezas que aguardan en los Museos Pontificios, con siete kilómetros de exposiciones que contienen más obras maestras que muchos países, lo que convierte en misión titánica conocerlo en una sola visita. De hecho, se calcula que si dedicáramos un minuto a cada pieza, se tardaría hasta 12 años en verlo todo.
Mónaco: el encanto de la vida rosa
Superficie: 1,95 km². Población: 30.000 habitantes.
Este lugar como de cuento de hadas es el segundo país más pequeño del mundo, pero lo que le falta en tamaño lo compensa en actitud. Deslumbrante, glamuroso y hedonista, Mónaco lleva muchas décadas atrayendo a visitantes de todo el mundo y acaparando portadas de la llamada prensa rosa. No tiene nada de raro que al viajero se le encoja el corazón al verlo por primera vez. Aquí, preciosos pueblos medievales y relucientes playas conviven con bloques de apartamentos y precios astronómicos que dejan a cualquiera de piedra. Pese a todo, Mónaco tiene algo que atrapa. Poco más grande que el Vaticano, se le conoce tanto por su estatus de paraíso fiscal como por su glamuroso casino, su variada oferta deportiva (el gran premio de Fórmula 1, el abierto de tenis y su célebre festival de circo), y una familia real famosa por sus escándalos. Así que para muchos resulta una experiencia fascinante: desde una noche en el casino hasta una visita al excelente museo oceanográfico, culminando con un paseo por los lugares donde se dan cita los famosos, Mónaco invita a una divertida excursión por la Costa Azul.
Sus tres puntos claves y de visita imprescindible son el centro histórico amurallado, más conocido como Mónaco Ville o Le Rocher, el museo oceanográfico y el casino. El primero es un enclave estratégico sobre el mar, construido como fortaleza en el siglo XIII y hoy residencia privada de la familia real. El museo está también encaramado vertiginosamente en un acantilado desde 1910 y es una auténtica maravilla, además de un avanzado centro de investigación. Desde su azotea se tienen unas amplias vistas de Mónaco y el Mediterráneo. Y el Casino de Montecarlo es un monumental edificio belle époque construido en 1910 donde uno puede emular a James Bond, quien lo visita en dos películas: Nunca digas nunca jamás (1983) y Golden Eye (1995). Aunque Mónaco es un Estado soberano, no tiene control fronterizo. Es frecuente visitarlo en una excursión de un día desde Niza, a solo 20 minutos en tren.
Nauru: el país que vivió de los murciélagos
Superficie: 21,3 km². Población: 13.000 habitantes.
Para encontrar el tercer país más pequeño del mundo hay que dar un salto hasta el centro del Pacífico, al sur de las Islas Marshall y próximo a la línea del Ecuador. Allí emerge la isla de Nauru, cuya belleza reside en la espectacularidad de sus costas, donde las aves marinas se abalanzan sobre verdes acantilados y se contempla el mar en toda su grandeza, sobre todo al atardecer. Pese a atesorar tantos atractivos naturales, nunca ha sido un destino turístico.
La historia de esta república de Micronesia ha sido un tanto errática. Durante un siglo, los pocos miles de habitantes de la isla salieron adelante gracias a la exportación de un recurso insólito: las deposiciones de los murciélagos, que son en realidad una mina de fosfatos. El nivel de vida de su población llegó a ser muy alto, vivían bien de los depósitos de guano, pero de repente, en 2002, se agotaron dichas reservas y el gobierno se fue a la quiebra. Llegó la pobreza, y hoy apenas se ven cargueros y el trabajo es escaso. Su esperanza puede estar en la llegada del turismo porque en la costa abundan las oportunidades para nadar y bucear o contemplar una maravillosa puesta de sol sobre los cocoteros.
El interior es otra cosa: un escalofriante paisaje de pináculos calizos deforestados por culpa de la explotación de fosfato. Este país tiene, además, una amenaza latente: que acabe siendo engullido por la subida del nivel del mar debido al cambio climático, para lo que ya existen planes de evacuación de la población hacia otros países.
Tuvalu: un paraíso a punto de sumergirse
Superficie: 26 km². Población: 11.508 habitantes.
Tuvalu, las antiguas islas Elice, está también en Polinesia, aproximadamente a medio camino entre Hawái y Australia. Después del Vaticano y de Nuaru, es el país con menos población del planeta, distribuida en nueve atolones coralinos en los que los recursos naturales son prácticamente nulos. Pero esto, desde el aire, no se aprecia. A vista de pájaro se muestran como una deslumbrante mancha turquesa orlada de coral y tachonada de islotes con palmeras: un vulnerable paraíso en el Pacífico en el que apenas hay tierra. La masa terrestre de Fongafale, la isla principal de Tuvalu, es tan estrecha que cuando el avión se aproxima a la pista de aterrizaje da la sensación de que va a caer en el océano.
Lamentablemente, es un paraíso amenazado. Al tratarse de una nación de atolones, la principal amenaza ecológica a largo plazo es el calentamiento global y el aumento del nivel del mar. Además de la erosión costera, el agua sube a borbotones por el poroso coral en que se asientan las islas y contamina de sal las zonas dedicadas a cultivos. En los últimos años, las llamadas mareas rey han sido más altas que nunca. Si, como predicen los científicos, el nivel del mar continúa subiendo las islas podrían desaparecer de la faz de la tierra. ¿Qué le ocurrirá a la población si Tuvalu empieza a sumergirse? Nueva Zelanda acepta en la actualidad 75 inmigrantes al año y ha dicho que acogerá a todos sus habitantes si fuera necesario. De momento, los que sientan curiosidad por visitar este rincón del planeta pueden explorar las islas desiertas cubiertas de palmeras del área de conservación de Funafuti, participar de la curiosa cultura local, con deportes como el te ano (se juega con dos pelotas hechas con hojas de pándano —un arbusto tropical—), asistir a una sesión del baile nacional el fatele, o probar la comida local a base de pescados y mariscos, malanga (un tubérculo) y el fruto del árbol de pan. Algo parecido a jugar a los Robinsones de los Mares del Sur mientras llega el desastre.
San Marino: la república más antigua del mundo
Superficie: 61 km². Población: 34.590 habitantes.
De los 193 países independientes del mundo, San Marino es el quinto más pequeño y uno de los más curiosos. Encajonado entre las regiones italianas de Emilia-Romaña y Las Marcas, en una zona accidentada a una docena de kilómetros de la costa del Adriático, su mera existencia entraña una especie de enigma. Este micro-Estado sin salida al mar ofrece vistas espectaculares desde lo alto del monte Titano (750 metros). Presume de ser la república más antigua de Europa: nació en el año 301 d.C., cuando un cantero croata construyó una iglesia en lo alto de un risco azotado por el viento.
Único superviviente de las ciudades-Estado italianas, antaño poderosas, este pequeño país ha logrado perpetuarse y no contagiarse del desplome de las repúblicas de Génova y Venecia. Y ahí sigue, confiado en su condición de ser el Estado soberano más antiguo del mundo y también la república más antigua. El país lo forman nueve municipios, presididos por la ciudad medieval Città di San Marino, en las laderas del monte Titano, incorporada al patrimonio mundial de la Unesco en 2008. La visitan dos millones de personas al año; y lo más atractivo son sus vistas pintorescas, sus calles evocadoras y un conjunto de museos bastante extraños dedicados a los vampiros, la tortura, las figuras de cera y otras curiosidades. Pero la superviviencia del país no depende de eso, sino de un régimen fiscal bondadoso con las grandes fortunas, con bajos impuestos que permiten que los servicios financieros y la inversión extranjera sean una parte importante de la economía nacional.
Liechtenstein: pequeño, rico y de postal
Superficie: 160 km². Población: 36.000 habitantes.
Enclavado en el centro de Europa y sin acceso al mar, ni directo ni indirecto, puesto que sus vecinos (Suiza y Austria) tampoco tienen salida marítima, Liechtenstein es conocido por su condición de paraíso fiscal y por ser uno de los países más ricos del mundo. Su historia, monarquía y paisajes alpinos son como sacados de un libro de cuentos del siglo XIX. Y es que si este lugar no existiera, alguien lo habría inventado. Un diminuto principado en las montañas, en el corazón de Europa y gobernado por un monarca es sin duda algo anacrónico. Con solo 25 kilómetros de largo por 12 kilómetros de anchura en su punto más ancho, carece de aeropuerto internacional —se llega desde Suiza en un autobús urbano—. Sin embargo, es un rico Estado financiero y entre sus extravagancias figura que es el mayor exportador mundial de dentaduras postizas.
Casi todos los viajeros pasan de largo por Liechtenstein camino de Suiza, parando solo para fotografiar el castillo de Vaduz y que les estampen, a manera de souvenir, un sello en el pasaporte. Y es una pena, porque el país posee una abrumadora belleza natural para su diminuto tamaño. Si uno se adentra en los agrestes Alpes más allá de Vaduz, de repente, este micro-Estado ya no parece tan pequeño. Podremos descubrir por ejemplo Malbun, su única estación de esquí, perfecta para principiantes, o seguir el famoso sendero de Fürstenteig, un rito de paso para todos los habitantes del país y uno de los muchos senderos bien señalizados que cubren más de 400 kilómetros. Y para visitar un castillo que no sea el de Vaduz, uno puedo acercarse a Burg Gutenberg, del siglo XIII, con una llamativa silueta que se recorta en el horizonte.
Islas Marshall: el espíritu de los Mares del Sur
Superficie: 189 km². Población: 58.413 habitantes.
Volvemos a los Mares del Sur para seguir buscando países diminutos, como las Islas Marshall. Sus apenas 190 kilómetros cuadrados de tierra están dispersos en unas mil islas coralinas que integran la República de las Islas Marshall (RMI). En estas estrechas franjas de tierra habitan los marshaleses, pescadores y navegantes expertos que llevan mucho tiempo viviendo del mar.
Las Marshall, al noreste de Australia y al este de Micronesia, son uno de los países más jóvenes del planeta, puesto que obtuvieron la independencia completa hace solo tres décadas, el 22 de diciembre de 1990. Sin embargo, a todos los efectos son una colonia subsidiada de Estados Unidos, que vive sobre todo de la producción de copra (pulpa seca del coco necesaria para fabricar aceite de coco), la pesca de subsistencia y, cada vez más, del turismo.
Las caras de los nativos reflejan la historia de estas islas de la Micronesia. A finales del siglo XVIII, tras 2.000 años de aislamiento, fueron visitadas, pobladas, colonizadas u ocupadas por británicos, rusos, alemanes, japoneses y estadounidenses (al principio por misioneros, después por tropas). Hoy, los atolones más desarrollados acusan todas estas influencias, con tiendas bien surtidas que venden comestibles internacionales, restaurantes con platos de distintos países y canchas de baloncesto. En las calles más humildes, los marshaleses continúan viviendo en recintos familiares rodeados de flores.
El encanto de las Marshall reside en sus islas exteriores, que conservan el aire virginal de un paraíso en el Pacífico. Como el Atolón Arno, con unas aguas magníficas para la pesca de altura, o el Atolón Bikini, que tras una trágica historia como zona de ensayos nucleares hoy es una de las principales zonas de buceo de Micronesia. Su gran atracción: bucear con tiburones o entre los restos hundidos del portaviones Saratoga.
San Cristóbal y Nieves: el país más pequeño de América
Superficie: 261 km² . Población: 51.134 habitantes.
En las Antillas también se encuentran algunos de los países más diminutos. Como San Cristóbal y Nieves, una nación formada por dos islas que se asoman al océano Atlántico y al Caribe, y que fueron descubiertas por Cristóbal Colón en su segundo viaje a América. Son el país más pequeño del continente americano, tanto en tamaño como en población.
Las dos islas combinan playas con hermosas montañas y una rica historia que hoy tratan de descubrir sus escasos turistas. Al conducir por el extremo norte de San Cristóbal, la más grande de las dos, se atraviesan kilómetros y kilómetros de caña de azúcar silvestre, que en su momento fue el principal cultivo y sustento de la nación pero cuyas enormes plantaciones han sido abandonadas. Mientras tanto, en las playas de la isla surge una economía nueva basada en el turismo; incluso el tren que antes servía para transportar caña ahora transporta a turistas. Y aunque el cambio de modelo está siendo vertiginoso, esta isla del Caribe oriental conserva sus cualidades intactas: una actitud vital despreocupada propensa a las celebraciones ruidosas y un desprecio total por el estrés.
Nieves, más pequeña y situada al sur, viene a ser lo mismo pero aquí la vuelta a la isla en coche apenas dura dos horas, aunque constituye todo un placer. Son islas parecidas en sus paisajes, aunque tal vez Nieves resulte más atractiva en su conjunto: una montaña volcánica y, a sus pies, un puñado de hermosas playas y una capital minúscula, Charlestown.
Maldivas: lujo paradisíaco en el Índico
Superficie: 298 km². Población: 393.988 habitantes.
La República de las Maldivas, o simplemente Maldivas, se extiende unos escasos 300 kilómetros cuadrados repartidos en casi 1.200 islas. Representan el paradigma del paraíso de lujo, con hermosas playas de arena blanca y un asombroso mundo submarino que la han convertido en un destino de lunas de miel, viajes de buceo y, cada vez más, de vacaciones al aire libre para todos los públicos.
Puede sonar pretencioso, pero las Maldivas probablemente cuenten con las mejores playas del mundo. Están presentes en casi cada una de sus 1.200 islas, y aunque algunas tengan granos de arena más suaves que otras, el denominador común es un manto fino y blanquísimo en perfecta armonía con el azul verdoso de las aguas. Arenales como estos no se encuentran en otra parte del planeta y son el principal reclamo para el casi millón de visitantes al año que acude a este diminuto lugar del océano Índico.
Cada resort de las Maldivas tiene su propia isla privada y, con más de 100 para elegir, el único problema es saber por cuál decantarse. No solo hay lujosos hoteles de cinco y seis estrellas; existen islas para familias, submarinistas, viajeros con presupuesto ajustado y también para quienes desean una experiencia serena, remota y una vuelta a la naturaleza.
Desde su capital, Male, con sus casas pintadas de vivos colores, sus mercados y sus salones de té, se suele partir a las islas donde las experiencias más llamativas están relacionadas con sus fondos marinos. Por ejemplo en el famoso Hammerhead Point, en el Atolón Rasdhoo, donde es posible sumergirse con los singulares tiburones martillo, o en el Atolón Addu, al sur de todos, con unos enormes corales cuerno de ciervo de increíble fuerza cromática. En el alejado Atolón de Noonu se puede descubrir la auténtica vida y cultura local, alejados del spa y la piscina del resort, y probar los platos locales.
Malta: el pequeño corazón del Mediterráneo
Superficie: 316 km². Población: 439.800 habitantes.
Siempre ha sido un enclave único y original, en el punto más estratégico del centro del Mediterráneo, con una historia riquísima y fascinante y una fusión de culturas que se ha convertido en su gran atractivo turístico. En este archipiélago formado por tres diminutas islas el viajero encuentra templos prehistóricos, acantilados salpicados de fósiles, calas escondidas, rincones perfectos para el submarinismo, palacios, iglesias, fortalezas y una historia sorprendentemente intensa. El turismo, sin embargo, llega atraído también por otros reclamos, como las playas o el aprendizaje de idiomas. Una vez aquí, se da cuenta de que hay mucho que descubrir en tan pequeño espacio: desde los antiguos templos de piedra e históricos vínculos árabes (se aconseja escuchar con atención el idioma local) hasta la cocina de inspiración siciliana y un peculiar ambiente británico —con las clásicas cabinas de teléfonos rojas—, herencia de años de dominio anglosajón.
La Valeta y las Tres Ciudades —Cospicua, Senglea y Vittoriosa— son famosas por sus majestuosas iglesias, elegantes palacios y fortificaciones calizas de color miel, mientras en las cercanas Sliema y St Julian abundan los bares y restaurantes. En el corazón de la isla, Mdina es la diminuta capital histórica del país, una ciudad amurallada repleta de edificios tostados que albergan museos, iglesias y palacios. No hay que olvidar la pequeña Gozo, que se encuentra al noroeste de Malta: una hermosa isla rural con un ritmo de vida más lento, perfecto para relajarse frente a la espectacular costa de Dwejra, con sus bellas formaciones rocosas esculpidas por el mar y el viento. Y queda aún por descubrir la pequeña isla de Comino, apenas una roca, que fue zona de aislamiento para enfermos de cólera y hasta campamento de prisioneros. Hoy atrae por su Laguna Azul y sus cómodos senderos para recorrer la isla.
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