Gran Hotel Durango, eclecticismo en un palacete anglovizcaíno

Tras el paso del cocinero Martín Berasategui por su cocina —el suspiro donostiarra en Bizkaia duró apenas siete meses—, el restaurante del hotel Durango ha vuelto a su carta cosmopolita de gambas onubenses, pulpo a la gallega y bacalao al Club Ranero, este sí un plato de resonancias vascas, aunque su receta sea del francés Alexandre Caveriviere, de cuando ejercía en la Sociedad Bilbaína a principios del siglo XX. Nada que objetar, pues, al sincretismo de un alojamiento a ratos actual, a ratos de otro tiempo. Carácter le sobra desde que el arquitecto Manuel Smith Ibarra introdujera el estilo Old English entre la anglófila aristocracia vasca afincada en los barrios de Neguri y Las Arenas. Y también en Durango, junto al parque natural de Urquiola, donde proyectó este palacete ecléctico de 1919 que mantiene cierta similitud con otro diseño suyo de la década de 1920, el hotel Carlton de Bilbao.

Por su valor arquitectónico, y debido a la rentabilidad del negocio, el edificio fue remodelado y ampliado en 1997 por el arquitecto Álvaro Líbano, autor de la Casa de Juntas de Gernika. A ambos lados se sitúan la piscina exterior y la zona de spa y gimnasio, que es un anexo moderno en clave zen minimalista. Ya en el interior se pasa enseguida al comedor belle époque, con vistas a un magnolio centenario, rotundo. Pero es el lobby bar el espacio que concita todas las miradas debido a la llamativa mezcla de estilos y tonalidades con que se ordenan sus ambientes, presididos por una ristra de taburetes rojos alineada frente a una barra. Un equipo profesional joven y formado en la buena conservación de las instalaciones provoca la adhesión incondicional de sus parroquianos.

Distribuidas en dobles, superiores, suites y júnior suites, sus 68 habitaciones rompen moldes con una ambientación formal, sin demasiada personalidad y no tan mimadas como las zonas comunes. En ninguna falta luz, espacio o camas confortables. Ni vistas al jardín o a los tejados urbanos. Pero se echan de menos detalles hoy fundamentales como interruptores junto a las mesitas de noche, madera en lugar de moqueta y, por supuesto, una mejor insonorización.

En la despedida, una placa de acero con el logotipo del hotel recuerda el simbolismo de las geometrías imprecisas de Eduardo Chillida.

Todas las habitaciones incluyen: artículos de aseo gratuitos, televisión con canales vía satélite y baño privado con bañera.

Valoración media en Booking: 8,6 (846 comentarios).

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