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Planes redondos en Pamplona después de San Fermín

Del frontón Labrit a la gran muestra de la catedral, seis estupendas razones para visitar la ciudad navarra

Escalera de caracol en la catedral de Pamplona. 
Escalera de caracol en la catedral de Pamplona.  Gonzalo Azumendi

Seguro que hay muchas más razones para visitar Pamplona. Pero estas seis se alejan un poco de las habituales. Y algunas apuntan a novedades muy recientes. Pamplona es urbe añeja, uno puede ver bajo los cimientos de la catedral casas prerromanas, seguir los pasos de los peregrinos jacobeos a través de puentes medievales, disfrutar todo el año de pinchos ganadores y exquisitos, saborear arte de vanguardia en bodegas, aulas o caseríos… A Pamplona hemos de ir (o volver) sin el apremio ritual del calendario (del 6 al 15 de julio se celebran los sanfermines). Sin una flauta y un tamboril.

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1. ¡‘Ultreia’!

Este saludo medieval entre los peregrinos a Santiago de Compostela da nombre al centro de interpretación del Camino, que acaba de abrir sus puertas en la calle Mayor. Muy cerca del albergue para ellos, dispuesto en un viejo palacio frente a la portada de la catedral. Hasta allí habrán llegado siguiendo la orilla del Arga, por el paseo de Barbazana, atravesando el puente de la Magdalena. Habrán pisado el pozo que surtió de agua a san Saturnino para bautizar a los primeros vecinos, a los pies de la iglesia gótica dedicada a su discípulo san Fermín. Y en ese centro, a través de pantallas interactivas, podrán consultar cuanto precisan para seguir… ultreia, o sea, adelante, que eso significa la palabra latina.

2. Una gran exposición

Occidens es el título de la muestra permanente de la catedral de Pamplona (y que, por cierto, obtuvo en Nueva York el Premio Core77 a la mejor exposición del mundo). Es un concepto nuevo que reemplaza a los museos catedralicios convencionales: aquí hay que seguir una línea argumental, que va guiando al visitante por las excavaciones de la antigua Pompaelo romana. En el recorrido es posible, por ejemplo, ver in situ al primer pamplonica: el esqueleto de un niño de escasas semanas. Para luego atravesar estancias y épocas (los edificios anexos pertenecientes a la catedral ocupan una buena porción del plano urbano), en una muestra muy selecta de obras que siguen un hilo narrativo, con una presentación muy didáctica y novedosa. Un museo que no se parece a un museo.

3. Riberas del Arga

Además de peregrinos, en las riberas del Arga se ve ahora de todo: ciclistas, piragüistas, huertanos, runners, aspirantes a masterchef… Las orillas del río, que lamen el anillo de las murallas, son en realidad el mayor parque de Pamplona (que tiene muchos). En ellas se ha creado un circuito o pump track para ciclistas y skaters junto al puente de Curtidores, en el barrio de Rochapea. Se alquilan huertas a vecinos para que cultiven sus propias verduras. Y con el género creciendo, como quien dice, en los propios fogones, la escuela de cocina Casa Gurbindo brinda las elaboraciones de sus pupilos a paseantes o familias que quieran comer en medio de las huertas.

destinonavarra.com

4. A pelotazo limpio

El juego de pelota llegó a Navarra en el medievo por la conexión de sus reyes con Francia: el jeu de paume francés se trasladó a los frontones de aquí. La afición por el juego de pelota es entre los pamplonicas castizos tan fuerte o más que por los encierros. Porque al frontón se va todo el año, existen clubes y escuelas, son muchas las modalidades: pelota mano, de remonte, con guante de cuero, con pala, con diversas cestas… En el frontón Labrit, auténtico santuario junto al Baluarte Labrit de la muralla, varias vitrinas muestran la panoplia de artilugios para el juego. Y quien dice juego, dice apuestas: son muy aficionados, de siempre, hubo quien perdió el caserío… y hasta la propia santa. Los corredores cantan las diferentes posturas a pie de cancha, y reparten las ganancias al final del partido en salitas cuasi secretas. Otro de los frontones con más solera es el Euskal Jai Berri, en Huarte (carretera de Aoiz).

aspepelota.com

fundacionremonte.org

cova fernández

5. Vanguardia en el campus

Por desencuentro de los donantes con las autoridades forales, la importante colección de arte de la familia de constructores Huarte fue a parar a la Universidad de Navarra. María Josefa Huarte, amiga de Rafael Moneo, le encargó el edificio para albergarla. En pleno campus universitario, rodeado de facultades y praderas, es mucho más que un museo. Es un centro de difusión cultural hiperactivo. La colección permanente es corta. Pero se otorgan generosos espacios a muestras temporales de primer nivel. A lo cual se suman ciclos de cine (en un auditorio con 700 asientos), teatro, música, talleres, publicaciones, etcétera. Otra parte del centro aloja el legado de José Ortiz-Echagüe, uno de los maestros pioneros de la fotografía en España.

museo.unav.edu

6. De Oteiza a Otazu

A poco más de una legua del casco urbano, en la pedanía de Alzuza, el escultor vasco Jorge Oteiza asentó su hogar y taller en 1975. Su amigo, el arquitecto Sáenz de Oiza, ha construido, anexo a la casa original, uno de los museos más bellos e inteligentes para albergar el legado del artista. Uno no sabe qué admirar más, si el montón de bronces, tallas, bocetos (más de 5.000 en total) o el propio edificio, que parece crecer de forma armónica en torno a cada pieza. Un must absoluto en la visita a Pamplona. Algo más lejos del centro, en el valle de Etxauri, las bodegas Otazu se dedican, claro, a elaborar vinos de altísima calidad. Pero se han convertido en algo más: no solo albergan una soberbia colección de arte de vanguardia, sino que ejercen un mecenazgo cultural que trae como residentes a artistas de primer nivel, organiza visitas, encuentros, conciertos, concursos… Una borrachera de arte. Y otro absoluto must en la visita a Pamplona.

museooteiza.com

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