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Orujo y romances en honor de Genarín

La procesión laica y satírica por el centro de la ciudad recuerda la muerte hace 90 años del popular personaje

La procesión del Entierro de Genarín por las calles de León, en la Semana Santa de 2017. 
La procesión del Entierro de Genarín por las calles de León, en la Semana Santa de 2017.  J. Casares (efe)
Bernardo Marín

Junto a las solemnes manifestaciones religiosas convive en la Semana Santa de León una procesión laica y satírica. Una celebración pagana cuyo origen se remonta a la muerte por atropello en 1929 de un pícaro callejero llamado Genarín, noticia que fue recogida por la prensa local e incluso nacional aunque estaba llamada a quedar en una trágica anécdota. Sin embargo, por azar o por milagro, el suceso se recuerda desde entonces con una romería que ha terminado por ser multitudinaria y que se ha convertido en un atractivo turístico para la ciudad como contrapunto a los actos sacros. Este año, una exposición y otros actos conmemoran el 90º aniversario del origen del mito.

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Era un Viernes Santo. En la carretera de los Cubos, junto a la muralla, Jenaro Blanco, Genarín, un vendedor ambulante de pieles, moría atropellado por La Bonifacia, el primer camión de la basura de la ciudad. El muerto no era precisamente un hombre de provecho. Bebedor de orujo, asiduo de los prostíbulos, tramposo jugador de cartas, era más bien un personaje de novela picaresca. Pero cuatro vecinos que apreciaban su simpatía desvergonzada decidieron mantener vivo su recuerdo y recorrer las noches del Jueves Santo las calles que el fallecido frecuentaba recitando poemas.

La fantasmagórica procesión que iniciaron los cuatro evangelistas del santo bebedor se fue haciendo popular. Tanto que en 1957, nutrida ya por unas cientos de personas, las autoridades decidieron prohibirla. Con la vuelta de la democracia, el Genarín se recuperó con vigor y se convirtió en una alternativa heterodoxa para la Semana Santa, entre cierta controversia. Sus promotores, agrupados en la Cofradía de Nuestro Padre Genarín, defienden su carácter tradicional y romántico-poético frente a quienes la consideran una provocación irreverente o un gigantesco botellón. Eso sí, nadie niega su enorme capacidad de convocatoria.

La procesión arranca la noche del Jueves Santo (este 18 de abril) en la céntrica plaza del Grano con una comitiva compuesta por varios pasos —el de Genarín, el de una prostituta apodada la Moncha y el del barril de orujo— escoltados por un grupo de cabezudos y una gigantesca figura de la muerte. Los cofrades van recorriendo el centro de León, haciendo paradas para recitar romances en lugares que fueron significativos en la vida del santo: la calle de la Sal, la catedral (Genarín la intentó vender a un rico turista inglés) y, finalmente, el lugar del atropello. Allí el hermano trepador escala la muralla y deposita una ofrenda con las viandas favoritas del fallecido: una naranja, un queso y orujo, el único líquido que bebía. Y se lee el poema ganador del certamen de versos burlescos que se celebra cada año.

Protagonista de película

Con el tiempo, Genarín ha saltado de la cultura popular y los romances callejeros a la literatura, el cine, la música e incluso a la pintura, con cuadros como el que le dedicó Eduardo Arroyo. La referencia más conocida es El entierro de Genarín, de Julio Llamazares, un relato magistral, mezcla de hagiografía delirante y evangelio apócrifo, publicado en 1981, traducido con éxito al italiano y que resultó definitivo para agrandar la popularidad del mito. En 2009 se estrenó Bendito canalla. La verdadera historia de Genarín, una película de docu-ficción, adaptación libre de la obra de Llamazares, rodada en León y Japón. Además, en Francia el musicólogo Martin Moulin está componiendo una ópera sobre la vida del santo pellejero; la cofradía prepara para esta primavera actos de evangelización genariniana en Madrid y Barcelona, y el Museo de León acoge, hasta el 28 de abril, una amplia exposición documental. Los seguidores del personaje atribuyen esta fama póstuma a una intervención sobrenatural.

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Sobre la firma

Bernardo Marín
En EL PAÍS desde 1997, es jefe de boletines en el equipo de Estrategia Digital. Antes fue integrante de la Unidad de Edición, redactor jefe de Tecnología, director de Retina, subdirector de las ediciones impresa y digital, y responsable y fundador de la redacción de México. Es profesor de la Escuela de EL PAÍS y autor de 'La tiranía del clic'.

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