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VIAJEROS URBANOS

Recorrido por los murales de Vela Zanetti en León

Una ruta por los edificios con obras de gran formato del pintor

'El cortejo de los reyes de León', en el antiguo Consistorio leonés (Plaza San Marcelo, s/n).
'El cortejo de los reyes de León', en el antiguo Consistorio leonés (Plaza San Marcelo, s/n).

“Somos inteligentes y todavía suenan tambores de guerra con demasiada frecuencia a un paso de nuestro deseo permanente de felicidad y de paz”. Estas palabras resumen el sentir del artista José Vela Zanetti, uno de los destacables pintores del siglo XX en España. Inspiran la conciencia colectiva de la humanidad plasmada en el gran mural que preside en Nueva York uno de los vestíbulos del edificio de congresos de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Se titula La ruta de la libertad, aunque es conocido como el mural de los derechos humamos. La plomada del albañil, símbolo del equilibrio puro, es el epicentro de la obra, que está inspirada en la soledad del prolongado exilio en República Dominicana, Puerto Rico y México, al que la Guerra Civil Española condenó al pintor, burgalés de nacimiento y leonés de adopción.

El artista del pequeño detalle, con sus temas recurrentes de las manos, la siega, la mina, la mies, el pan, los rostros envejecidos por el trabajo, el de una suerte de impresionismo campesino, dejó en León varios de sus murales de gran formato.

Son ocho las paradas que integran el recorrido por la ciudad elegido por la Fundación Vela Zanetti, situada en el viejo Corral de Villapérez, dentro del siempre inquietante y sobrio León antiguo. Allí, en lugar destacado, está también el boceto del mural de la sede neoyorkina de la ONU.

“Yo miro y luego pinto. Mi obra no es realista, es figurativa. Yo no hago un realismo congelado, hago un realismo impresionista”, dejó escrito el pintor cuatro años antes de su muerte en 1999. Buen conocedor de los grandes murales del Renacimiento, fruto de su formación en Florencia, el recorrido por la obra de José Vela Zanetti en León nos acerca a las creaciones iniciadas en el año 1963 –poco después de poner fin a su prolongado exilio político– hasta 1972.

'El hombre quemándose en la historia'.
'El hombre quemándose en la historia'.

El paseo por los murales leoneses expresa el sentir del pintor por la dignidad humana, la siempre difícil humildad, la constancia ante lo real, la nostalgia por la tierra, la conciencia solidaria. Todo ello con una creatividad desbordante.

La ruta por los murales de Zanetti, una buena excusa para visitar la ciudad cuando se cumplen cien años del nacimiento del artista, recorre barrios emblemáticos de la capital leonesa. Edificio Fierro, Antiguo Consistorio, Iglesia de Jesús Divino Obrero, antigua Escuela de Idiomas o el Colegio Leonés son algunos de los escenarios elegidos por Zanetti para plasmar sus obras. El ferroviario y tradicional barrio de El Ejido, San Marcelo y San Martín conforman el perímetro de los grandes murales del artista. 

“No quiero que esta fundación sea un mero lugar al que ir a ver mis cuadros, sino una atmósfera en la que todo joven que se adentre en ella sienta que también él puede cumplir sus sueños, con vocación y fuerza de voluntad”. Vela Zanetti dejó pergeñado antes de su muerte lo que quería fuera su legado en su ciudad de adopción. “Soy de donde se me dejó ser feliz y pintar”.

La Casona de Villapérez expone permanentemente 70 obras, propiedad de la familia Vela Zanetti, y 24 más de coleccionistas privados y donaciones. La obra del viejo maestro está siempre combinada con exposiciones temporales de jóvenes artistas. Con este escondido museo hay que contactar para reservar en alguna de las visitas guiadas programadas, algo que también se consigue en la oficina de turismo del Ayuntamiento.

El propio Corral de Villapérez se define, desde el siglo XIII, como un lugar insólito, auténtico y hoy anacrónico. Quizás por ello y por su proximidad a la catedral  fue deseado por los clérigos de su tiempo. Y no solo fue codiciado por el poder monacal. Los Quiñones, detentadores del poder municipal leonés durante siglos, hicieron de la Casona de Villapérez su sede dejando hasta hoy su escudo en la fachada del edificio.

Ese es, ahora, el lugar que acoge la obra del pintor que plasmó la dureza de algunos oficios y de la agricultura. Precisamente su amor a la vida se concreta en una de sus últimas apariciones públicas, donde hizo un juego de palabras: “Qué somos sino tiempo, cómo es posible que la gente haga pasatiempos para matar el tiempo”.

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