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Hace dos siglos, en Long Island

En mayo se cumplen los 200 años del nacimiento del gran poeta Walt Whitman. Una visita a su casa natal, en Huntington, Nueva York

Faro de Fire Island, en el parque estatal Robert Moses, Long Island (Nueva York).  
Faro de Fire Island, en el parque estatal Robert Moses, Long Island (Nueva York).  W. Bibikow (getty images)

Long Island: una isla del Estado de Nueva York protegida del océano Atlántico por una estrecha cadena isleña, donde se hallan los barrios de Brooklyn y Queens en la parte occidental y los condados de Nassau y Suffolk en la oriental. Un lugar con cientos de kilómetros de naturaleza, hoy quizá no tan diferente de los tiempos del poeta Walt Whitman (1819-1892), al que le encantaba perderse en los bosques y las playas para leer al aire libre, o subirse a los transbordadores que conectaban Paumanok (el nombre indio que significa “con forma de pez” y que solía usar para referirse a Long Island) con otras partes de Nueva York. En West Hills, en el pueblo de Huntington —a unos 70 kilómetros al este de Manhattan—, nació el autor de Hojas de hierba el 31 de mayo de 1819, de modo que este 2019 se celebrará el bicentenario de su nacimiento. No permanecería mucho tiempo allí, solo hasta los cuatro años, pues en 1823 la familia se trasladó a Brooklyn, por entonces un pueblo de unos 5.000 habitantes, con la expectación, por parte del patriarca, albañil de profesión, de que allí pudiera ocurrir un boom inmobiliario.

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Ya fuera por diferentes traslados de domicilio, por ejercer de maestro en distintas escuelas —era costumbre que el profesor se alojara en casa de algún alumno—, por trabajar para periódicos o incluso para tomarse unos días de vacaciones —sobre todo en la villa costera de Greenport, todavía un pequeño pueblo de un par de miles de habitantes—, Whitman recorrería Long Island durante toda su vida. El escritor nunca iba a olvidar sus orígenes, y en 1881 regresaría a los lugares que habían sido importantes para su infancia y la vida de sus padres. Algo parecido puede hacer hoy el viajero interesado en el máximo poeta de la historia de Estados Unidos, esto es, visitar el Walt Whitman Birthplace, la casa natal del escritor que cuida desde la década de 1950 la Walt Whitman Birthplace Association, que la compró en 1951 (hoy sita en el número 246 de la Old Walt Whitman Road de Huntington Station) para mostrar lo que, seis años después, se convirtió en un sitio histórico del Estado de Nueva York, restaurándose para devolverle su aspecto de 1820.

Una habitación de 1819

Mediante una visita guiada, es posible ir de habitación en habitación desde el vestíbulo, siempre encabezado por tres cubos con agua por si acaso se declaraba un incendio, hasta el cuarto ambientado como sería cuando su madre, Louise van Velsor, de ascendencia holandesa, lo alumbró; también la sala presidida por la chimenea donde dormían los padres, la habitación de invitados, el ático donde se guardaban las herramientas de la granja, la cocina donde también se lavaba la ropa; el área de la despensa, en la que hay fotos de la casa de cuando solo era una granja, en 1810, y del tiempo en que dicha asociación la adquirió. Una visita que empieza en el vestíbulo, lleno de fotografías y paneles del autor, junto a una pequeña tienda de libros y recuerdos, y que se abre hacia el patio ajardinado, donde se conserva el pozo del que la familia extraía agua y en el que se yergue una enorme estatua del poeta, con sombrero, bastón y la mano alzada, con una mariposa posada en ella —Federico García Lorca hablaba en la Oda a Walt Whitman de su “barba llena de mariposas”—.

javier belloso

Es realmente una experiencia interesante para los amantes del llamado en su tiempo Buen Poeta Canoso. Quien “vivió para su libro, que fue creciendo, con sucesivas adiciones y anexos, como un organismo viviente, con la sola interrupción de la guerra civil que conmovió a Estados Unidos desde 1861 hasta 1865”. Son palabras del ecuatoriano Francisco Alexander, que publicó su traducción de la poesía completa de Whitman en 1953. El poeta conocerá, como enfermero voluntario en campos de batalla y hospitales militares, lo más plural y desgarrador de su país, y su visión acabará indefectiblemente en sus versos. Hojas de hierba alcanzará unos 400 poemas y nueve ediciones, la última pocos meses antes de morir, en 1892, en la que fue la única propiedad que adquirió (despreciaba lo material). Su declive físico —sufrió diversas parálisis a raíz de enfermedades contraídas en la guerra que le hicieron guardar cama durante diversas etapas— hizo que sus admiradores organizaran colectas de dinero para ayudar a sufragar sus pocos gastos. Con todo, gracias a los derechos de autor que le reportó su libro (entonces 1.750 dólares), compró una casa en 1884, en la calle Mickle, en Camden (Nueva Jersey), que también se puede visitar hoy (Camden se encuentra a algo menos de dos horas en coche desde Manhattan y a casi tres desde Huntington).

Desde sus hojas poéticas de 1855, que no iban firmadas, pero sí acompañadas de una fotografía inusual para la época con un Whitman vestido de trabajador adoptando una relajada pose, y hasta hoy, el poeta que solía dirigirse al lector futuro en sus versos se ha hecho en verdad inmortal. A ello contribuirían sus albaceas literarios, que editarían su obra completa y su correspondencia, y los estudiosos que han ido rastreando entre su gran número de escritos en la prensa a la busca de líneas inéditas. Fue el caso de una novela que andaba desaparecida hasta que un estudiante de la Universidad de Houston la encontró publicada en un periódico de 1852, Vida y aventuras de Jack Engle, que se traduciría al español en 2017. Más recientemente se ha añadido además otra escritura desconocida y bien particular, Guía para la salud & el entrenamiento masculinos, que Nórdica Libros editó el pasado septiembre: una serie de consejos y reflexiones adaptada de unas columnas periodísticas que Whitman escribió en 1858 y firmó con seudónimo.

Guía

Un Whitman cuya voz suena aún con fuerza inusitada 200 años después de que naciera en un lugar recóndito de Long Island, casi 130 después de su muerte; un día en el que desfilaron más de mil personas durante tres horas frente a su cuerpo, para cuatro días más tarde ser enterrado en otro rincón de peregrinaje para los admiradores del poeta: el Harleigh Cemetery de Camden, en la ladera de una colina que él mismo eligió para descansar para siempre.

Toni Montesinos es autor de ‘El triunfo de los principios. Cómo vivir con Thoreau’ (Ariel).

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