Zaragoza, con ecos de Goya

El grupo hotelero Palafox posee cinco establecimientos en Zaragoza y uno en Cádiz, todos notables por diversas razones. El Reina Petronila, la joya de la corona, lleva la firma del arquitecto Rafael Moneo. El Hiberus es obra del estudio Martínez Lapeña-Torres. Y el Palafox, el Alfonso y el Playa Victoria han sido decorados por el afamado Pascua Ortega. Por ello, el patito feo de este elenco es el hotel Goya, que la cadena tiene pendiente actualizar. Su construcción, en 1950, se debe a los arquitectos José de Yarza y Teodoro Ríos Usón, hijo de uno de los arquitectos españoles muy conocidos del siglo XX, Ríos Balaguer, autor de la consolidación de la basílica del Pilar.

El edificio forma parte de un complejo colorista definido por los cines Rex y Palafox, cuyo pasaje aportaba una estética moderna frente al rigor constructivo de la posguerra. El hotel, caracterizado por su discreción visual, abría un espacio cosmopolita en el centro urbano, hoy semipeatonal, a 10 minutos andando de la basílica y cerca del Tubo, el barrio canalla de la ciudad. Al contrario que otras construcciones hoteleras de la época, el Goya ofrecía grandes salones y un amplio acristalamiento, además de garaje particular. Gran parte de sus instalaciones permanecen intactas hoy, lo que, por un lado, ofrece cierto señorío de gran hotel y, por otro, la obsolescencia de una estética alejada de las preferencias de la clientela más joven.

Por supuesto, el pintor se convierte en el hilo conductor de las estancias. Está presente en la decoración de todas sus habitaciones —los cabeceros representan sus óleos más acreditados— y en salones como el Wellington, donde buena parte de sus veladas se amenizan con música de jazz. Hay otros guiños, como las majas del artista de Fuendetodos (Zaragoza), las plantas de interior, las mesas de grandes troncos barnizados, unas lámparas de abuela e incluso un piano solitario.

El acto de dormir supera el aprobado porque las dimensiones de los dormitorios oxigenan los flancos de las camas y porque los colchones sí se han ido renovando con los años. Lo demás requiere la prometida reforma, como una mejor insonorización o la sustitución de la moqueta.

Lo mejor del hotel es la voluntad de su equipo en recordar que el ayer no es el hoy gastado, sino el contraste perenne entre lo ya ocurrido y lo que está por ocurrir.