Funcionalidad y precios asequibles en Madrid

A los precios que se están poniendo los hoteles en Madrid, encontrar algo por menos de 60 euros la noche es ya una bendición. Sucede en los cinco establecimientos que la cadena estadounidense Travelodge tiene en España, como el situado en la madrileña calle de Torrelaguna, entre la avenida de América y la M-30. Una zona sin demasiados atractivos turísticos ni comerciales, pero que está a mano de todo si se tiene coche o alguna reunión de trabajo en las múltiples oficinas de los alrededores. El Travelodge Torrelaguna es, eminentemente, un hotel de negocios.

Su funcionamiento después de la renovación de sus instalaciones en 2015 no puede ser más esencial, ni más cómodo. El registro de entrada se tramita en un pispás, y más rápido será cuando se habilite una aplicación desde la que abordarlo en casa, como se hace desde hace tiempo con los vuelos. La amabilidad del personal facilita el encuentro inicial. Después todo fluye. Desde la puntillosa limpieza hasta la disponibilidad del equipo encargado de los desayunos que, pese a ser un bufé, no regatea esfuerzo en agasajar al comensal. La eficiencia nace en los procesos automatizados, y para eso también están las máquinas de vending. Asegurar que el bar-café esté abierto las 24 horas. Ya lo quisieran así muchos hoteles de superior categoría en la capital.

Sus 74 habitaciones otorgan libertad de movimientos gracias a su espacio holgado y a una cartesiana distribución de los enseres domésticos. La insonorización es un valor añadido en una calle que, sin un tránsito exagerado, no deja de ser una vía de comunicación importante. Igualmente, las camas ofrecen buen apresto. Y el mobiliario se ve enérgico, funcional. Sorprende, no obstante, que durante la reforma no se haya pensado en instalar enchufes junto a la cama. Otra decepción es el coste extra de 4 euros por el wifi, que, sin embargo, es gratuito y de buen caño en las zonas comunes.

En resumidas cuentas, Travelodge sigue haciendo honor a sus principios fundacionales, cuando la conocida como la primera cadena estadounidense de moteles abrió su primer establecimiento en San Diego, en 1940. Hoteles de los extrarradios urbanos para viajeros sin necesidad de dormir a precios de artista en el centro de las ciudades. Pero tampoco demasiado alejados de ellos.