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Así viajábamos hace 20 años

La tecnología ha cambiado radicalmente la experiencia viajera, hemos dicho adiós a agencias de viajes, cámaras analógicas o al billete de avión en papel

Isidoro Merino
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Eligiendo hotel con las fotos del folleto de la agencia de la esquina, con los carretes y la cámara analógica a cuestas, escuchando música en el discman y bien guardados los cheques de viajes y el billete de avión en papel. Luego, la tecnología lo cambió todo…

1. El billete de avión de papel (luego llegó el electrónico)

Apaisado. Con su fino papel de calco rojo. Durante el viaje lo guardabas como oro en paño (¡ay de ti si lo perdías!) y después lo conservabas como recuerdo. Se extinguió en 2008, con la llegada del ciberticket o billete electrónico. Ahora llevamos hasta la tarjeta de embarque en un código QR del ­smartphone.

2. Las clásicas postales (hoy presumes en Facebook)

Aquellos entrañables rectángulos de cartulina con una foto del skyline de la ciudad o playa. Había que escribirlas con letra pequeña, pegarles un sello, buscar un buzón y despedirte de ellas como si las echases al mar dentro de una botella. Casi siempre llegaban un mes después de que hubieras regresado. Son puro espíritu vintage, por lo que no se descarta que vuelvan a tener un revival.

Una cabina de teléfono en la isla griega de Rodas, en 1999.
Una cabina de teléfono en la isla griega de Rodas, en 1999.peter marlow (magnum)

3. Las cabinas de teléfono (ahora llevas el móvil)

Había que dar con una que funcionase y juntar monedas suficientes para que la comunicación no se cortase en plena conversación. Llamabas a la familia una vez por semana para decir que seguías vivo.

4. La agencia de viajes física (pronto sería online...)

Para reservar un circuito o un hotel te fiabas de la foto del folleto o de los consejos de la agencia de viajes. En 1998 nació Lastminute (en España, en 2000), la primera agencia online. Y todo empezó a cambiar. Hoy consultas TripAdvisor, miras en Street View y seguramente reservas desde tu casa u oficina. En España, en 2017, el 70% de las noches de hotel (y el 43% de los viajes en general) se reservaron online.

5. Un mapa en papel (antes del GPS y Google Maps)

Los mapas de papel, sobre todo los de carretera, son grandes y engorrosos. Para volver a plegarlos por su sitio hay que hacer un máster en papiroflexia. Pero tienen su encanto táctil aunque carezcan de herramientas de búsqueda y no hablen como tu navegador. Aunque el primer GPS para coches se lanzó en 1990, no se generalizó hasta después (el TomTom nació en 2001). El primer móvil inteligente, con conexión a Internet, fue el Nokia 7110, en 1999.

6. Maletas sin ruedas (casi no quedan)

¿Cuál es la mejor maleta? Sin duda, la que no hay que facturar, como explicaba George Clooney en Amor sin escalas. Sobre todo desde que las aerolíneas empezaron a cobrar por facturar. Hoy casi todos viajamos con lo puesto y una pequeña trolley con la ropa bien dobladita, y es raro ver en las cintas de recogida de equipajes en el aeropuerto maletas sin ruedas (a excepción de las mochilas).

Una cámara Polaroid.
Una cámara Polaroid.

7. Cámara de fotos analógica (¡qué poco pesa el móvil!)

Se te acababa el carrete. Lo rebobinabas, sacabas un botecito con otro nuevo, quitabas la tapa, abrías el respaldo de la cámara… Pura felicidad. Los rollos de pelícu­­la eran caros, y el revelado, más. Disparabas con avaricia, lo que te obligaba a cuidar más los encuadres y a mimar la exposición. En 2003 comenzó el boom de las cámaras digitales con la Canon 300D (la primera que costaba menos de mil euros y tenía ¡6 megapíxeles!) y hoy muchos ya solo usan el móvil.

8. Las diapositivas (antes de la era Instagram)

“¿Qué es mejor que organizar un pase de diapositivas? Cualquier cosa. Un pase así solo sirve para reducir nuestro círculo de amistades”, escribía Marc Ripol en su divertido Manual del viajero gafe. Con la revolución digital, las filminas ya son el pasado, pero algunos todavía se arriesgan a partir peras con sus amigos obligándoles a ver sus fotos de viaje en el móvil.

9. Los traveller’s check (¿todavía existen?)

Eran unos cheques nominativos canjeables por moneda local en el país de destino. Eran más seguros que el efectivo porque llevaban un número y tu firma. ¿Alguien intentó alguna vez cambiarlos en Kinsasa? Una risa. Todavía existen.

10. Las pesetas (pura historia)

Para recorrer Europa tenías que cambiar pesetas por francos, liras, marcos… Si antes de tu viaje había una depreciación, no pagabas ni un café. Con la llegada del euro, en enero de 2002, todo eso cambió. Hoy en algunos países ni siquiera hace falta llevar efectivo: casi todo el mundo usa tarjeta (de crédito, débito o monedero).

11. El walkman y el discman (antes del iPod y Spotify)

Desde que Sony inventara primero el walkman (1981) y luego el discman (1984) hasta que nació el iPod (2001), la gente se entretenía en los autobuses o los aeropuertos con estos cacharritos donde metías el casete o el CD.

12. Los libros en papel (hoy quizás eliges el electrónico)

Antes, si eras un aficionado a la lectura, tenías que cargar 10 kilos de libros (y después ir al fisioterapeuta). Hoy tienes el Kindle y otros lectores de libros electrónicos, muy prácticos, aunque no te dejan doblar la esquina de la página.

13. Fumar en los aviones (y en los autobuses…)

“El comandante y la tripulación les damos la bienvenida a bordo. (…) Les recordamos que no está permitido fumar en el avión”. Primero fueron los vuelos de menos de 90 minutos, después los nacionales, más tarde todos. En noviembre de 1999 entró en vigor en España la normativa que prohibía fumar en todos los aviones y en los autobuses interurbanos (en los urbanos ya estaba prohibido). Desde 2011 no se puede fumar en ningún lugar público.

14. Los diccionarios de papel

Antes de las apps de traducción, necesitabas un diccionario para hacerte entender. Hoy basta con preguntarle al móvil, aunque, cuidado, los teléfonos inteligentes también se equivocan.

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Sobre la firma

Isidoro Merino
Redactor del diario EL PAÍS especializado en viajes y turismo. Ha desarrollado casi toda su carrera en el suplemento El Viajero. Antes colaboró como fotógrafo y redactor en Tentaciones, Diario 16, Cambio 16 y diversas revistas de viaje. Autor del libro Mil maneras estúpidas de morir por culpa de un animal (Planeta) y del blog El viajero astuto.

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