Hotel Mediodía, un Madrid ‘belle époque’

Madrid sorprende a veces por sus palimpsestos. Palacios convertidos en pisitos, calles asfaltadas sobre el adoquinado, estructuras minimalistas barroquizadas. Y una esplendorosa fachada de gran alojamiento belle époque condenada a disimular la modestia de unas instalaciones para pasajeros recién desembarcados de un tren de largo recorrido. Desde el cielo de la capital se le reconoce por su neón rojizo en la noche, flanqueado de banderas que ondean desde aquel 1914 en que fue estrenado con la pompa que se merecía la también recién inaugurada estación de Atocha, obra del arquitecto de origen vasco Alberto de Palacio. Es el monumental hotel Mediodía.

En orden con lo diseñado por el también coautor del Palacio de Cristal del Retiro, el Banco de España y el transbordador de Portugalete, la glorieta de Atocha requería un frontis de edificios entre la Ronda de Valencia y la calle de Atocha con esa misma inspiración francobelga, pues de allí procedía la cubierta metálica del embarcadero ferroviario. Tras la construcción del hotel Ritz, en 1910, y del Palace, en 1912, que culminaban por el norte el paseo del Prado, se pasó a construir dos años más tarde el que lo culminaría por el sur, este Mediodía que hoy, pese a las sucesivas reformas, llora con nostalgia sus lujos pretéritos.

Llama la atención la entrada, comprimida entre una farmacia y unas oficinas bancarias, nota existencial bajo sus cinco plantas de balcones forjados y una sexta con balconada de mármol en cuyo diedro se alza un torreón mirador. Y también el edículo en que se ha encerrado el mostrador de recepción. Al igual que los salones equinocciales, cuyos apliques y arañas colgantes de sus altos techos esperan una actualización que las devuelva a su estado de lujo inicial. Los desayunos son despachados a beneficio de inventario industrial. Y las habitaciones sufren de algo de ruido, aunque agradan sus vistas a la glorieta o a la plaza de Juan Goytisolo, en la trasera del Museo Reina Sofía. Lucen la última renovación de su mobiliario y la manita de pintura que han recibido sus paredes.

Lo que sí da alegrías es el equipo del hotel. Nunca le faltan ganas de ayudar a los muchos pasajeros que transitan desde la estación con las maletas a cuestas. Y sobre todo, los que suspiran como nadie aquí son estos pasajeros que por 56 euros no deben rascarse demasiado el bolsillo por conseguir una habitación individual limpia en pleno Triángulo del Arte de Madrid.