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Relajación total en una calita ibicenca

El Racó d’en Xic, con su chiringuito Cala Escondida, infunde un tranquilo disfrute a la costa occidental de la isla balear

Desayuno en el chiringuito Cala Escondida, en Ibiza.
Desayuno en el chiringuito Cala Escondida, en Ibiza.

En cala Conta (Sant Josep de Sa Talaia), la espectacularidad marítima alcanza cotas insospechadas. El mar esmeraldino, con las aguas tibias de finales de verano, penetra con fuerza en los ojos desde estos blancos retazos de arena refinadísima. Una de esas caletas intercaladas con entrantes rocosos es el Racó d’en Xic, que en modo alguno quiere competir en fama con el resto de Platges de Comte. Si no de la masificación, cala Conta sí supo librarse del asedio inmobiliario -la urbanización más cercana se localiza a dos kilómetros- gracias a que los dueños de los restaurantes decidieron no vender sus solares contiguos.

Este año el nuevo aparcamiento exige andar unos 200 metros hasta la escalinata. El Racó mide unos 50 metros y, aunque de raigambre naturista, en ella se entremezclan textiles y adanes, familias y parejas.

En uno de los extremos se encastra en el acantilado el chiringuito Cala Escondida (www.facebook.com/calaescondidaibizaofficial). Su simpática dueña, la ibicenca de origen holandés Tess Harmsen, muestra su preocupación ecológica utilizando materiales biodegradables (ni rastro de vidrio), placas solares e inodoro de compostaje.

Cómo no apuntarse a los desayunos servidos a un metro de las olas: huevos revueltos, tostadas de aguacate, pan payés, muesli, zumos. Y sin cobertura de móvil, la caleta otorga una energía terapéutica que refresca la mente del menos estresado: puede que leyendo libros o leyendo caras del extenso catálogo de rostros venidos de medio mundo.

Racó d'en Xic, San José (Ibiza).
Racó d'en Xic, San José (Ibiza).Álex Soto

A la hora de la comida (no hay lector de tarjetas de crédito), la concentración de aromas de cuscuses y tajines nos trasladan a Marruecos. Completan la carta, las hamburguesas vegetarianas y la tarta de plátano. De la contaminación acústica no hay que preocuparse, porque Cala Escondida es de los pocos chiringuitos de Ibiza que desconecta la música, dejando como hilo musical el arrullo del oleaje.

Todo resulta magnífico en la reserva natural de Es Vedrà, Es Vedranell y los islotes de Poniente, ringlera de 11 islas menores vistas desde el Racó d’en Xic a desiguales profundidades de campo. A veces, cuando el sol se ve derrumbarse entre la isla de S’Espartar y los islotes de Ses Bledes, parece que ese instante mágico ejerciese de resorte para músicos espontáneos. Y, visto el desenfadado ambiente que emana la isla Pitiusa, se comprenden que ocupen sus taburetes Amparanoia o quién sabe si Juanito Makandé.

¿Por qué marcharse justo tras el crepúsculo? Una posible respuesta pueda ser el sushi y el ceviche que sirven en el vecino Sunset Ashram (www.sunsetashram.com), otro de los grandes disfrutadores de atardeceres en la costa española.

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