Erudición en volcanes

Jimina Sabadú es imparable: ganó el Premio Ateneo Joven de Sevilla en 2015 con su novela Los supervivientes y ahora está preproduciendo su largometraje Mondarinas. En ocasiones necesita documentarse de primera mano para sus proyectos, como cuando viajó a Lanzarote a participar en un curso de vulcanología.

¿Qué tipo de gente la acompañaba?

Éramos unos siete u ocho. Había estudiantes de ciencias, mujeres de mediana edad con curiosidad por todo, una pareja de jubilados y, claro, los vulcanólogos, que eran las grandes estrellas. La vulcanóloga alemana comentó en algún momento: “Yo he venido a morir bajo un volcán”.

Pero eso no ocurrió, afortunadamente. No, porque los volcanes de Lanzarote no están en activo. Pero en el curso aprendí que cuanto más inactivo está un volcán, más probable es que entre en erupción.

¿Qué más cosas aprendió?

Pude ver en directo los distintos tipos de lava que existen y distinguirlos: una se llama aa y otra cordada o pahoehoe, que es un nombre hawaiano. Todo esto nos lo enseñaron en un centro de interpretación llamado La Casa de los Volcanes, en el Geoparque de Lanzarote. También vimos un sismógrafo y nos acercamos a un volcán.

Y fuera del universo volcánico, ¿visitó algo más de la isla? Sí: madrugábamos mucho para poder verlo todo. Por ejemplo, la Casa-Museo de César Manrique. La diseñó él mismo. Está en un pueblo llamado Haría, rodeada de palmeras, y es la casa más espectacular que he visto, ahí en medio de un paraje volcánico.

Iría también a la playa algún día…

Claro: a diario nos daba tiempo a bajar un ratito porque el hotel estaba junto al mar, en la ciudad de Arrecife.

¿Probó la comida de las islas?

A diario: comíamos pescado de roca, queso de oveja y papas arrugadas (en Lanzarote no se dice arrugás) con mojo. Y bebíamos vino blanco canario. Lanzarote no es la más turística de las Canarias pero sin duda es la más bonita. Es un sitio de donde no te quieres ir.