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10 razones para enamorarse de Cracovia

Los vuelos 'low cost' invitan a descubrir la ciudad polaca. Pasear por el Rynek Glowny, la gran plaza de mercado, visitar la fábrica de 'La lista de Schindler' o tomarse una copa en los bares de Kazimierz, el barrio judío

Vista de la colina de Wawel Hill, en Cracovia, con las torres de la catedral al fondo.
Vista de la colina de Wawel Hill, en Cracovia, con las torres de la catedral al fondo.Krzysztof Nahlik (Getty)

Cuenta la leyenda que Cracovia se fundó tras la derrota de un dragón, y tal vez por eso la ciudad esté envuelta en una especie de atmósfera mítica. Se siente en su castillo, pero también en sus iglesias museos y plazas del casco antiguo. En Kazimierz, el antiguo barrio judío, las sinagogas que sobrevivieron reflejan la tragedia del siglo XX y sus animadas plazas y calles secundarias simbolizan la renovación del siglo XXI. Aquí y en todo el casco antiguo hay centenares de restaurantes, bares y locales nocturnos.

Cracovia es una ciudad para pasear, entre el juego natural de arquitectura y luz que se percibe en sus calles, intentando comprender la mezcla de pasado y presente que no puede faltar en cualquier visita a Polonia. Estas son 10 razones que harán que te enamores de la ciudad.

1 La colina de Wawel

La primera experiencia obligada en la ciudad es sumergirse en el pasado polaco visitando los museos del señorial castillo de Wawel y de la catedral, ubicados en lo alto de una colina cuya cima concentrar más historia que cualquier otro lugar del país y actualmente es uno de los reclamos turísticos más populares de Polonia. Eso sí, si queremos que la visita sea algo más que un paseo hay que reservar un mínimo de cuatro horas (y madrugar en verano para evitar excesivas colas).

El castillo Real de Wawel, símbolo de la identidad nacional, fue el corazón político y cultural de Polonia hasta el siglo XVI. Trono de reyes durante más de cinco siglos, conservó buena parte de su poder simbólico incluso después de que el centro del poder se trasladara a Varsovia, a finales del siglo XVI. Convertido en museo, muestra una sala del tesoro, armería, exposiciones y diversos aposentos reales, así como el cuadro más valioso de la ciudad: La dama del armiño, de Leonardo da Vinci. La fortaleza conserva una residencia original, más pequeña, construida por orden del rey Boleslao I a principios del siglo XI. Se convirtió después en un formidable castillo gótico que, tras un incendio en 1499, fue sustituido por el palacio renacentista que se ha conservado y se visita actualmente.

En la colina de Wawel se encuentra también la catedral real, gótica, testigo de numerosas coronaciones y funerales de monarcas y dictadores polacos. Consagrada en 1364, se trata de la tercera iglesia erigida en este emplazamiento, en la que destacan la capillas de la Santa Cruz y de Segismundo, la cripta de San Leonardo y las criptas reales. Y ante de abandonar la colina de Wawel, junto a la torre de los ladrones, conviene entrar en la Cueva del Dragón, antigua madriguera de una legendaria criatura. Ya no vive un dragón en ella, pero merece la pena por la vista panorámica que regala sobre el río Vístula.

Una de las salas del museo Oskar Schindler, en Cracovia.
Una de las salas del museo Oskar Schindler, en Cracovia.Lucas Vallecillos (Agefotostock)

2 La fábrica de Schindler

Cracovia ha sobrevivido a una intensa historia de guerras, conflictos e invasiones, pero sobre todo, quedó marcada por la II Guerra Mundial. Un museo interactivo alojado en la antigua fábrica de esmaltes de Oskar Schindler, el famoso empresario que salvó la vida a muchos parientes de sus empleados judíos en pleno Holocausto, narra la ocupación nazi de Cracovia entre 1939 y 1945. Para conocer mejor este periodo histórico de la ciudad, hay que visitar también el Muro del gueto judío de Cracovia, al sur de Plac Bohaterów Getta, donde se conservan restos originales del mismo, levantado durante la II Guerra Mundial. O visitar la Farmacia Bajo el Águila, museo que ocupa una antigua botica regentada por Tadeusz Pankiewicz (que no era judío) durante la ocupación alemana. Se ha restaurado el interior para recuperar su aspecto original y la muestra repasa la historia del gueto y el papel que la propia farmacia desempeñó en su día a día.

3 De paseo por el casco antiguo

Paradójicamente, las invasiones tártaras del siglo XIII fueron, en realidad, un regalo para Cracovia, ya que permitieron a la ciudad crear un armónico trazado de calles tras la devastación provocada por estas. Casi dos siglos después, la ciudad quedó cercada por una doble muralla defensiva de tres kilómetros de longitud, con 47 torres, ocho entradas principales y un amplio foso. Permaneció en pie hasta principios del siglo XIX, cuando se demolieron sus muros –solo se conservó una pequeña sección al norte– se cegó el foso y se trazó el parque Planty, una zona verde en forma de anillo que rodea el casco antiguo y ahora es uno de los atractivos de la ciudad.

Terraza en la plaza del Mercado de Cracovia.
Terraza en la plaza del Mercado de Cracovia.Henryk T. Kaiser (Getty)

El centro histórico, peatonal, concentra edificios y monumentos históricos y fue declarado patrimonio mundial en 1978. Rynek Glowny es el corazón de todo: la mayor plaza medieval de Europa y uno de los mejores ejemplos de planificación urbana de su estilo. Su trazado de castro romano se diseñó en 1257 y ha sobrevivido hasta hoy, aunque los edificios que la flanquean han cambiado bastante a lo largo de los siglos. Aunque casi todos parezcan neoclásicos, sus fachadas engañan: esconden estructuras básicas mucho más antiguas, como se puede ver en los detalles de las entradas. Presidiendo la plaza está la Lonja de los Paños, que en su día fue el centro del comercio textil medieval de Cracovia y hoy es un centro de artesanía y de venta de suvenires. También encontramos la Basílica de Santa María, una llamativa iglesia de ladrillo rematada por dos torres de altura dispar que ofrecen excelentes vistas. Desde la más alta, cada hora suena el hejnal, un curioso toque de corneta.

En torno a esta plaza se ubican el resto de los monumentos de Cracovia: al norte, el Collegium Maius (el edificio universitario más antiguo de Polonia, ejemplo de arquitectura gótica); el Museo de la Farmacia, uno de los más grandes de su especialidad, y el museo de la Muralla de la ciudad. Al sur, encontramos la Basílica de San Francisco, las iglesias de San Pedro y San Pablo y de San Andrés, así como el museo Arqueológico. Y hacia el oeste el museo Nacional y el curioso Centro Manggha de Arte y Tecnología Japoneses, creado por el director de cine polaco Andrzej Wajda, que quiso financiar un hogar permanente para la amplia colección de arte japonés del museo Nacional.

Pero hay más (bajo tierra). Debajo de la enorme plaza el Rynek Underground propone una fascinante ruta subterránea por puestos de mercado medievales y cámaras olvidadas desde hace muchos siglos, que incluye hologramas y otros efectos audiovisuales.

'Food trucks' en una plaza de Kazimierz, en Polonia.
'Food trucks' en una plaza de Kazimierz, en Polonia.Lucas Vallecillos (Agefotostock)

4 El barrio judío

El otro gran centro de interés de la ciudad es Kazimierz. Durante buena parte de su historia, fue una localidad independiente, con sus propios fuleros y leyes municipales, en la que convivían judíos y cristianos. Aunque ahora es muy diferente, sigue siendo interesante. Está a un corto paseo desde la colina de Wawel y el casco antiguo y, además de sinagogas, iglesias y museos, acoge algunos de los mejores cafés y restaurantes de la ciudad. El antiguo barrio judío, en torno a la plaza de ul Szeroka, quedó abandonado tras la guerra pero ha ido recuperando cierta idiosincrasia gracias a restaurantes kosher con música klezmer en directo y varios museos dedicados a la cultura judía. Milagrosamente, siete sinagogas sobrevivieron a la guerra, y algunas de ellas se pueden visitar.

Una de las salas de las minas de sal de Wieliczka, cerca de Cracovia.
Una de las salas de las minas de sal de Wieliczka, cerca de Cracovia.Juergen Ritterbach (Getty)

5 Las minas de Wieliczka

Unos 14 kilómetros al sureste de Cracovia se encuentran estas famosas minas de sal, un fantasmal mundo de pozos y cámaras esculpido a mano a partir de bloques de sal. Sus 300 kilómetros de túneles están distribuidos en nueve niveles, el más profundo de los cuales desciende hasta los 327 metros bajo tierra. La sección abierta al público, compuesta por 22 cámaras comunicadas por galerías a una profundidad de entre 64 y 135 metros, permite recorrer por dentro este microclima famoso por sus propiedades conservantes y curativas: a unos 235 metros de profundidad hay un sanatorio dedicado a afecciones alérgicas crónicas, ofreciendo tratamientos que incluyen estancias de una noche allí abajo.

Algunas formaciones de sal se han transformado en capillas con retablos y figuras, mientras otras lucen estatuas y monumentos. Hay incluso lagos subterráneos, como el de la cámara de Eram Baracz, cuyas aguas contienen 320 gramos de sal por litro. La joya del lugar es la capilla de Santa Kinga, en la que todo es de sal, desde los candelabros hasta los retablos, y en la que de vez en cuando se celebran misas y conciertos. Para culminar este templo subterráneo (1895), dos hombres trabajaron durante 30 años, extrayendo unas 20.000 toneladas de mineral salado.

Vista del montículo de Kosciuszko, en el barrio de Zwierzyniec, en Cracovia.
Vista del montículo de Kosciuszko, en el barrio de Zwierzyniec, en Cracovia.MyLoupe (Getty)

6 Cracovia desde Kosciuszko

Dedicado al héroe militar polaco Tadeusz Kosciuszko, este montículo de 34 metros de altura se encuentra en el periférico barrio de Zwierzyniec, a unos tres kilómetros al oeste del casco antiguo. Fue erigido entre 1820 y 1823, poco después de la muerte de este y para ello se extrajo tierra de los campos de batalla polacos y estadounidenses –tomó parte en la Guerra de la Independencia– en los que combatió Kosciuszko. Desde aquí, las vistas de Cracovia son espectaculares.

Para llegar a lo alto hay que atravesar una capillita neogótica que alberga una exposición de objetos personales relacionados con Kosciusko. Además, hay un museo de cera independiente con héroes de todas las épocas. El gran baluarte de ladrillo al pie del montículo es una fortaleza construida por los austriacos en la década de 1840.

Vista del teatro Ludowy, en el barrio de Nowa Huta, en Cracovia.
Vista del teatro Ludowy, en el barrio de Nowa Huta, en Cracovia.Aldo Pavan (Getty)

7 Arquitectura Nowa Huta

El barrio más nuevo y grande de Cracovia está a unos 10 kilómetros del centro urbano. Nowa Huta (Nueva Siderurgia), al este, fruto del desarrollismo industrial de la postguerra, es una ciudad dormitorio construida en los años 50 para acoger a la mano de obra de la gran planta siderúrgica. Aquí llegaron a vivir 200.000 trabajadores, pero tras la caída del comunismo, la producción de la fundición disminuyó y ahora es propiedad de ArcelorMittal. La factoría no se puede visitar, pero sí pasear por este barrio de austeras líneas propias del socialismo realista, en brutal contraste con el estilo elegante del casco antiguo. Merece la pena contemplar cómo eran las ciudades comunistas, como Nowa Huta, considerada como un modelo de urbanismo comunista cuya simetría arquitectónica desprende un extravagante aire retro que se conserva hasta la actualidad. Los grises bloques de viviendas todavía albergan a miles de familias.

El Museo PRL-u repasa la historia y los diferentes aspectos de la vida durante la etapa comunista, alojado en el antiguo cine Swiatowid (de estilo socialista realista), que incluso e incluso cuenta con un búnker en el sótano. Y para optimizar el viaje hasta aquí, a solo un kilómetros de Nowa Huta podemos visitar un extenso monasterio cisterciense y una interesante iglesia de madera, del siglo XV, aún en pie.

Barra del bar Alchemia, en Kazimierz, el barrio judío de Cracovia.
Barra del bar Alchemia, en Kazimierz, el barrio judío de Cracovia.Kay Maeritz (Getty)

8 De copas en Kazimierz

Desde tranquilos bares a clubes nocturnos, en Cracovia hay de todo. Los mejor son los pubs alojados en sótanos del casco antiguo y los bares y cafés de Kazimierz, el barrio judío, sobre todo en torno a la Plac Nowy y aledaños. Por ejemplo, el Artefakt Café, un local muy querido por los estudiantes (hay mucho Erasmus por Cracovia…), con un jardincito en la parte y grandes fotos de una exposición rotativa en una de sus estancias. Además de café, sirven un amplio surtido de cervezas artesanales en botella y rubias checas de grifo.

Mieczarnia, con un patio de frondosos árboles y rosales en flor, es el mejor lugar para tomar un café cuando hace buen tiempo, aunque si llueve, su cálido y acogedor interior también resulta encantador, con estanterías repletas de Iibros y paredes adornadas con retratos. Cheder, además de servir auténtico café israelí –preparado en cafetera turca de cobre, con canela y cardamomo–, cuenta también con una biblioteca decente que incluye títulos en diversos idiomas y una programación de lecturas y eventos culturales. Y entre los actuales locales de moda destaca el Miejce Bar, que congrega a una ecléctica mezcla de intelectuales, urbanitas, estudiantes y, en general, a cualquiera que aprecie los buenos cócteles y un ambiente relajado.

Puesto de comida callejera en Plac Nowy, en Kazimierz, el barrio judío de Cracovia.
Puesto de comida callejera en Plac Nowy, en Kazimierz, el barrio judío de Cracovia.agefotostock

9 La mejor comida callejera

Cracovia ofrece la mejor comida callejera de Polonia, con puestos nocturnos de salchichas en food truks que sirven, además, zapienkanka, conocida la pizza polaca, y el modesto obwarzanek, un cruce entre pretzel y bagel. Propuestas de street food que permiten aplacar el apetito más allá de medianoche, ya que la mayoría de restaurantes de la ciudad suele cerrar en torno a las 23.00.

Kazimierz, y más concretamente su Plac Nowy, es el epicentro de la zapiekanka (un tentempié que consiste en una baguette abierta con queso y champiñones), aunque también se puede acudir a una aislada plaza un par de manzanas al sureste, donde la oferta se amplía a hamburguesas, helados, patatas asadas rellenas y la última moda: patatas belgas fritas. Para encontrar una opción más tradicional hay que dirigirse al mercado de Hala Targowa, donde un vendedor a pie de calle sirve salchichas a la plancha todas las noches (excepto domingos) hasta las tres de la madrugada. Es tal vez el puesto más popular de este mercadillo en el que, además de comida, el viajero encontrará de todo: libros viejos, postales antiguas, cuadros, iconos…

Ciclistas cruzando el río Vístula por el puente de Bernatka, en Cracovia.
Ciclistas cruzando el río Vístula por el puente de Bernatka, en Cracovia.Lucas Vallecillos (Agefotostock)

10 Cracovia, en bicicleta

Una de las experiencias más interesantes para conocer la ciudad es apuntarse a un tour guiado en bicicleta por el centro histórico. Se puede hacer, por ejemplo, con Cool Tour Company, que realizan dos circuitos al día entre mayo y septiembre. Durante cuatro horas se recorre todo: desde las murallas del casco antiguo y la colina de Wawel hasta la fábrica de Öskar Schindler, en Podgórze.

Otras posibilidades para recorrer el centro de forma diferente son los carruajes de caballos que aguardan a los turistas en el flanco norte de Ryneck Glówny; conduciendo un carrito de golf eléctrico o acompañados por un guía en español totalmente gratis. Eso sí, a pie.

Más información en la guía Lonely Planet de Polonia y en www.lonelyplanet.es

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