15 fotos15 bares míticos de MadridRuta por la historia reciente de la ciudad a través de establecimientos que han dejado huellaMario Suárez14 may 2018 - 14:07CESTWhatsappFacebookTwitterBlueskyLinkedinCopiar enlaceDos cuñados regentaban uno de los bares con más solera de Madrid, El Palentino (Calle del Pez, 8), que echó el cierre el 15 de febrero de 2018, e inspiró antes de ello al cineasta Álex de la Iglesia para su película 'El Bar'. Con motivo de su estreno se publicó el libro 'El Bar, historias y misterios de los bares míticos de Madrid' (Lunwerg), que reúne una selección de veteranos locales que siguen dejando huella en la vida de los madrileños, como hacía El Palentino, que vivió la explosión y declive de la movida madrileña y disfrutó de un momento de fama en sus últimos años de trayectoria. Los espejos de las paredes y su popular fachada de mármol roto y ventanas de aluminio son solo detalles de lo mucho que escondía este bar abierto en 1942.Javier SánchezEn 1997, Bill y Hillary Clinton acudieron a Madrid por una cumbre de la OTAN y además de visitar los grandes museos del paseo del Prado entraron en otro templo de la ciudad, El Brillante (Plaza del Emperador Carlos V, 8), para comerse un clásico bocata de calamares. No hay imágenes del histórico bocado, pero sí el recuerdo de los camareros. Este local de la glorieta de Atocha fue abierto en 1961 por Alfredo Rodríguez Villa, un leonés que llegó a la gran ciudad en 1934 y aprendió el arte de la fritura en otro símbolo del bocata, El Diamante.Javier SánchezSituado en Ponzano, kilómetro cero del tapeo madrileño, El Doble (Ponzano 58) es un clásico de las cañas bien tiradas en vasos largos de 40 centilitros; “es la mejor medida y hace que se conserve mejor la crema de la cerveza”, apuntan. Abierto en 1987 por Román del Puerto, esta taberna con azulejos de Talavera de la Reina en la fachada es un reducto de costumbrismo de tapa con pan tostado en el momento, como las de antes. Recibe a banqueros, deportistas y 'foodies' que empiezan aquí una ruta de patatas a la inglesa y gambas cocidas.Javier SánchezAmadeo Lázaro lleva 75 años siendo tabernero y su familia ha inclulcado la costumbre de comer caracoles en Madrid. Abrió su taberna en 1942 –unos números más debajo de su actual ubicación actual– y en 1972 se instaló en la plaza de Cascorro 18, donde los parroquianos son fieles a un guiso sabroso y de receta secreta, que heredó de su madre. Lázaro continúa pasando por el bar cada día, hablando con habituales y neófitos en el sabio consumo de este molusco. Los azulejos geométricos, los detalles decorativos de los años setenta y la mezcla de público –los domingos de Rastro está a reventar– son otro atractivo del local.Javier SánchezConocido como el bar de los taxistas, el bar Iberia (Glorieta de Ruiz Jiménez, 4) es el punto de encuentro y descanso de este gremio desde hace décadas, pero también ha funcionado para muchos como el primer 'afterhours' de Madrid. Su horario –21 horas abierto ininterrumpidamente, aunque hasta hace un par de años no cerraba– ha hecho que muchos vinieran aquí a pedir la última ronda de la noche o a desayunar antes de irse a la cama. Desde 1979 lleva formando parte de todas las rutas crápulas de Madrid.Javier SánchezEste local centenario del Barrio de las Letras ocupa el solar donde Miguel de Cervantes vivió y escribió la segunda parte de 'El Quijote' y de 'Los trabajos de Persiles y Segismunda'. Ilustre coincidencia para la taberna Casa Alberto (Calle de las Huertas, 18), abierta en 1827, cuya fachada de color rojo y su barra con lavadero de vasos denota la solera del lugar. Fue el lugar predilecto del primer alcalde madrileño de la democracia, Enrique Tierno Galván, quien acudía casi a diario para probar sus croquetas de cocido o sus albóndigas en salsa.Javier SánchezCuando Manuel Alfaro llegó a Madrid desde Soria en 1918 no imaginó que las bodegas que llevarían su apellido serían parte de la iconografía del casticismo del siglo XX. Hasta tres bares llegó a tener repartidos por Madrid, aunque es el de la calle Ave María 10 el que mejor conserva la estética y el modus operandi que su fundador impulsó: vermú de grifo y barra de zinc. Esta taberna mítica de Lavapiés aún conserva los portones de color rojo que señalaban, entonces, que en ese local se servía buen vino. Se dice que aquí se comían las mejores anchoas cántabras de la capital y actualmente sus boquerones en vinagre permanecen en el top 10 del aperitivo madrileño.Javier SánchezLos Soldaditos de Pavía son bocados de bacalao rebozado típicos de la gastronomía popular madrileña. Un manjar de dos mordiscos vinculado a la historia de la taberna Casa Revuelta (Calle de Latoneros, 3), donde hay codazos los domingos (está cerca del Rastro) para tomarlo con una cerveza en la mano. Abierto en 1966 por el vallisoletano Santiago Revuelta, su estética de azulejos en las paredes, vigas de madera y camareros veteranos nos traslada a los años 70. Los torreznos, los callos y los calamares en su tinta completan el menú por días que se sirve aquí con un vermú de grifo en vaso fino.Javier SánchezNadie pensaría que una churrería de los años cuarenta llegaría a ser un local frecuentado por 'hipsters' y actores de teatro. Primero churrasquería, después negocio dedicado al desayuno tradicional de Madrid y, desde 2011, bareto donde tomar café, copas y raciones con música indie de fondo. El Bar Benteveo (Calle de Santa Isabel, 15) conserva la estética de los años cincuenta casi intacta: mesas y sillas de formica, un extraño cuadro de un cazador, butacas de escay rojo y suelos de mármol, que ha servido de plató para series de televisión como 'El Ministerio del Tiempo'.Javier SánchezEste local ha sido conocido popularmente durante años como 'Pepe, el guarro', y no porque los dueños falten a la higiene, sino porque los clientes tienen la costumbre de tirar al suelo los huesos de las alitas de pollo que se sirven a diario. Casa Pepe (Calle de Celanova, 19) es un punto casi turístico en el Barrio del Pilar, donde los camareros tocan la campana cada vez que hay una propina y se expone una colección de peluches detrás de la barra. Aquí se come sabroso: patatas bravas, oreja a la plancha y, por supuesto, alitas de pollo.Javier SánchezFuera de muchas rutas de pincho y vermú, el Richelieu (Paseo de Eduardo Dato, 11), desconocido para muchos, congrega a ilustres del mundo taurino y a estrellas del cine español desde hace décadas. Conocido como el bar donde Sara Montiel tomaba el aperitivo casi a diario, conserva ese aire de club privado con el que se inauguró en 1969. Un gran cuadro del cardenal Richelieu preside el local, donde se come muy bien y cuyos neones rosas de la fachada llevan implícito que se sirven buenos cócteles.Javier SánchezDurante una visita a Madrid en el año 2000, la banda irlandesa U2 visitó este bar de Malasaña abierto en 1921 para hacerse unas fotos promocionales. Durante la sesión, el bajista Adam Clayton invitó al resto de miembros del grupo a probar las croquetas y, desde entonces, Casa Julio (Calle de la Madera, 37) se conoce como el bar de las croquetas de U2. Una fotografía recuerda este hito del anecdotario musical madrileño, aunque a esta taberna se acude por sus cañas bien tiradas y la solera del local: los serenos de los años 40 lo tenían como guarida para tomar un vermú de grifo a mitad de la noche.Javier SánchezEn esta antigua carpintería se abrió, en 1979, el Café Manuela (San Vicente Ferrer, 29), que recoge la esencia que ha distinguido a los cafés madrileños durante años: tertulias, cañas bien tiradas y mucha leyenda. Su fachada roja recuerda el pasado artesano del local, en Malasaña, por donde ahora pasan 'hipsters' del barrio y gente de la literatura de los 80 y 90. Aquí tuvieron lugar durante años las tertulias del pensador y ensayista Agustín García Calvo, que reunía a Francisco Umbral, Carmen Martín Gaite o Rafael Sánchez Ferlosio. Pero antes también fue casa de Tomás de Antequera, un cantante de copla que rivalizaba con Concha Piquer y que consiguió fama con 'El romance de la reina Mercedes'.Javier SánchezTodavía cuelga en las paredes algún retrato de Napoleón, cuyo hermano, José I Bonaparte, da nombre al local: era conocido popularmente como 'Pepe Botella' por su afición al trago y al chato de vino. Abierto a mediados del siglo XX, el Pepe Botella (Calle de San Andrés, 12) acoge desde hace décadas a cineastas y literatos. Mateo Gil lo escogió para rodar varias escenas de su película 'Nadie conoce a nadie' y durante los años 90 reunió a una talentosa generación de realizadores, como Alejandro Amenábar. Sigue manteniendo una agenda cultural intensa, unas patatas fritas con pimentón dulce de escándalo y un café excelente, con el que observar desde la ventana la vida de la plaza del Dos de Mayo.Javier SánchezDesde hace una década, en Madrid proliferan las franquicias de bares de tapas, aunque probablemente la primera cadena de todas fue la de El Maño (Calle de La Palma, 64), que llegó a contar con nueve locales repartidos por la ciudad. Desde principios del siglo XX, los aragoneses Francisco Martínez y Antonio Pérez crearon una fórmula de éxito basada en el despacho de licores a granel que traían en camiones desde su tierra. Este local, único de los nueve que sobrevive, es uno de los bares con historia que reúne el libro 'El Bar, historias y misterios de los bares míticos de Madrid' (Lunwerg), publicado con motivo del estreno de la película 'El Bar', de Álex de la Iglesia, el próximo viernes 24 de marzo.Javier Sánchez