Berlín, en la órbita de Brecht
En la calle berlinesa Chausseestrasse, en el número 125, está la última casa del dramaturgo. Y muy cerca, el Berliner Ensemble, su mítica compañía teatral
Con sus luces y sombras —por una parte, su influencia crucial en el teatro del siglo XX; por otra, su adscripción a una ideología fallida—, la figura de Bertolt Brecht sigue siendo un imán para los amantes de la escena, especialmente los jóvenes, que reivindican sobre todo su fresca y sarcástica primera etapa, la de la Ópera de cuatro cuartos. La obra sigue siendo una de las joyas del repertorio del Theater am Schiffbauerdamm (sede de la compañía Berliner Ensemble), el teatro berlinés donde se estrenó en 1928 y en el que se sigue representando (el próximo 6 y 7 de noviembre, en la onírica versión de Robert Wilson).
Por todo esto, llegar al número 125 de Chausseestrasse tiene algo de celebratorio. Los visitantes acuden con cuentagotas, pero sin pausa, a las visitas guiadas que cada media hora se suceden en la casa donde murió el autor de Madre Coraje y sus hijos.
En un patio al fondo del inmueble, traspasado el portal, están los apartamentos separados en los que vivió el poeta y dramaturgo y su segunda esposa, la actriz Helene Weigel, a partir de octubre de 1953. Bertolt Brecht falleció en agosto de 1956 de un ataque al corazón, a los 58 años, en la pequeña cama de su pequeña habitación. En el edificio continuó instalada la actriz hasta su muerte en 1971.
Las estancias del apartamento de Brecht, salvo el dormitorio, son espaciosas, con sólidos muebles antiguos de madera. Esta mañana de septiembre la luz que entra con fuerza por los ventanales crea en el interior una atmósfera exuberante, muy teatral. En una carta de 1954 a su editor, Peter Suhrkamp, el dramaturgo hace esta descripción: “Las habitaciones son altas, como también las ventanas, todo de agradables proporciones. La habitación más grande tiene alrededor de 90 metros cuadrados, así que puedo distribuir varios escritorios para diferentes tareas (…). Ahora que vivo mucho más cerca del teatro tengo a mano a mi gente joven más que nunca. Aunque vienen en tropel, he de decir que es algo que me gusta”.
La mujer que guía la visita cuenta que todo en el piso se ha mantenido tal cual estaba, salvo el cambio de la madera del suelo y algún que otro retoque. Helene Weigel fundó a la muerte de Brecht el archivo destinado a clasificar y preservar su legado (se encuentra en el segundo piso). En las salas llaman especialmente la atención (entramos en la zona más resbaladiza de Brecht) los daguerrotipos, sobre un escritorio, de Marx y Engels (aunque no fue comunista de carnet, se consideraba marxista); en un estante, una fotografía de Lenin, cuyas obras completas destacan entre los más de 3.000 libros que pueblan las estanterías (en 1954 recibió el Premio Lenin de la Paz, lo que, según George Steiner, “le protegió de las argucias envidiosas de la oficialidad germano-oriental”); y, en la pared, un rollo desplegado con un poema de Mao (un fino poeta de su tiempo, pero también el responsable de millones de asesinatos en un reino en el que la violencia y el terror, según el historiador de la Universidad de Hong Kong Frank Dikötter, no eran una consecuencia, sino la esencia).
Nostalgia de una sala
Brecht se instaló aquí por la proximidad del apartamento con el teatro Am Schiffbauerdamm (hoy la plaza se llama Bertolt Brecht), el que sería sede a partir de 1954 de su mítica compañía Berliner Ensemble (fundada por él en 1949 en colaboración con Helene Weigel). Como era el teatro de su primer éxito, la Ópera de cuatro cuartos, con música de Kurt Weill, esa nostalgia le llevó a aceptar la invitación de dirigirlo y vivir en el Berlín comunista a partir de 1948.
Con parada en Suiza, venía huyendo de Estados Unidos, perseguido por el FBI y el Comité de Actividades Antiamericanas, y había intentado instalarse en Zúrich y en Viena. En estas dos ciudades no consiguió que le asignaran un teatro, lo cual lleva a pensar qué hubiera sido de la etapa final de su carrera de haberla podido desarrollar en un país democrático.
Sus técnicas teatrales aplicadas en Berlín Oriental, escribe George Steiner, desagradaron “a los grises mastines del realismo socialista, al igual que su constante insistencia en el pasado trágico de Alemania y en la historia general de los derrotados y los convertidos en víctimas”. El legado de Brecht (su apuesta argumental y reflexiva donde son determinantes la clase social y las relaciones de poder, su “teatro del héroe apaleado”, como lo definió Walter Benjamin) tuvo una influencia decisiva en la escena europea a partir de los cincuenta. Especialmente en Reino Unido, con las aclamadas visitas del Berliner Ensemble a Londres, primero por sus aportaciones a la técnica teatral y después, escribe el periodista Alan Riding, “por la forma en la que los directores británicos pasaron a abordar a Shakespeare y otros clásicos como dramas sociopolíticos”.
Además del ideológico, otro aspecto polémico de su trayectoria fue su relación con las mujeres. Durante la visita al apartamento de Brecht, la guía se refiere a las amantes del dramaturgo para explicar que, en esa etapa final en la vida de la pareja, Helene Weigel ya no quiso compartir piso con él. Ella dijo una vez que Brecht era muy fiel, “pero, por desgracia, a demasiadas mujeres”, y George Steiner lo definió, en el emancipado mundo del teatro, como alguien “sistemáticamente promiscuo”. John Fuegi, en su demoledor libro Brecht y compañía: sexo, política y la construcción del drama moderno, publicado en 1994, sostiene que una asistente y amante de Brecht, la escritora Elizabeth Hauptmann, tradujo y adaptó la mayor parte de la Ópera de cuatro cuartos (basada en una obra del siglo XVIII de John Gay). Otras dos amantes, Margarete Steffin y Ruth Berlau, le habrían ayudado en diversas tareas a componer varias de sus obras más conocidas (durante la etapa sueca y finlandesa de su exilio de 14 años, a partir de 1933, tras la llegada de Hitler al poder).
Un gran amor
La tesis del libro es que Brecht, amparándose en la creación colectiva, nunca reconocería estas ayudas, como lamentablemente tantas veces ha sucedido en la colaboración intelectual entre hombres y mujeres. Pero en su descargo vale la pena apuntar que a uno de sus grandes amores, Margarete Steffin, Brecht le sufragó 10 años de tratamientos y sanatorios contra la tuberculosis (ella murió a causa de la enfermedad en 1941 y él la llamó en un poema “mi pequeña profesora”).
El “teatro del héroe apaleado”, como lo definió Walter Benjamin, sigue atrayendo a los jóvenes amantes de la escena
Figura controvertida, objeto de aproximaciones en las que resulta complicado mantener el equilibrio, el periodista Higinio Polo escribió que el libro de John Fuegi fue utilizado por los grandes medios informativos “para proseguir con ahínco la demolición sistemática de la razón de la izquierda”. Sea como fuere, quedan las palabras de 1969 del director británico Peter Brook: “Brecht es una figura clave de nuestro tiempo, y todo el trabajo teatral de hoy comienza o retorna en algún punto a sus enunciados y logros”.
Al salir de los apartamentos de Brecht y Helene Weigel en esta soleada mañana en el barrio de Mitte, solo hay que caminar unos pasos para visitar sus sencillas tumbas. Ambos están enterrados en la finca contigua, el cementerio de Dorotheenstadt, donde también reposan Hegel, Fichte, Heinrich Mann o el genio de la arquitectura neoclasicista Karl Friedrich Schinkel (autor además de una histórica y fascinante escenografía de inspiración masónica para La flauta mágica, de Mozart, de 1816, que sigue reponiéndose). Todo un mundo teatral en Berlín.
Guía
- Casa y archivo de Brecht-Weigel. Chausseestrasse, 125. Berlin Mitte.
- Se visita, salvo los lunes, a partir de las 10.00 (consultar horarios en www.adk.de). Teléfono: 00 4930 200 57 18 44. Entrada: 5 euros.
- Berliner Ensemble (Theater am Schiffbauerdamm). Plaza de Bertolt Brecht, 1. www.berliner-ensemble.de
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