Playas con mucha holgura
Diez arenales españoles de baja afluencia para bañarse sin multitudes incluso en el mes de agosto
Si nada se tuerce, España recibirá este año 74 millones de turistas, ávidos de sol y playa en un porcentaje abrumador -al igual que sucede con el turismo nacional-. Esta cifra, que roza la asfixia costera, pide lugares algo apartados que garanticen espacio para tender de toalla.
1 Donde anida el chorlitejo
Can Comes (Castelló d ’Empúries, Girona)
Quien descarte la Costa Brava para estirar cómodamente la toalla es que no conoce la fachada litoral del parque natural de los Aiguamolls de l’Empordà (Humedales del Ampurdán). Can Comes, en el golfo de Roses, es una playa que une en cuatro kilómetros las desembocaduras de los ríos Fluvià y Muga, extenso paraje que da hospitalidad tanto a bañistas deseosos de perderse como a numerosas aves; para no molestarlas, la práctica del kitesurf está prohibida. Un acceso casi directo parte de la rotonda de Sant Pere Pescador en que se señaliza la Escola de Vela Fluvià (nuestro destino playero). Al final, la pista de tierra nos deja junto al puente levadizo que deberemos cruzar a pie, cerca de la gola del río Fluvià, y ya estamos en el tramo de mayor protección, de ahí la prohibición de abandonar la playa e internarse en la reserva natural de Les Llaunes.
Dada la longitud de Can Comes, quizá sea suficiente fijarse como meta el mirador playero de la Rogera. A finales del verano es fácil atisbar aves límicolas en fase migratoria, como agujas colipintas, zarapitos, correlimos, además del nidificante chorlitejo patinegro.
2 Acostados en la bahía
Playa de Levante (Puerto de Santa María, Cádiz)
El parque natural de la Bahía de Cádiz se disfruta por marismas y pinares, así como por una planicie virgen de costas muy aplaceradas, la península de los Toruños, prolongación de la playa portuense de Valdelagrana. Desde el Centro de Visitantes del Parque de Los Toruños (+34 856 58 05 24) parte, a las 12.00, un vehículo con apariencia de tren que salva los dos kilómetros que restan hasta la playa de Levante (2 euros, ida y vuelta), producto de la desembocadura del río Guadalete y el empuje del Atlántico. Por la evidente falta de sombras, conviene llevar parasoles. También existe la opción de alquilar bicicletas y kayaks.
El baño es placentero y quien camine unos centenares de metros podrá practicar el naturismo. Crían en este llano chorlitejos, charranes, conejos, perdices, y, entre fangos, los barriletes o cangrejos cuyas pinzas o bocas -tras arrancárselas les vuelven a crecer- se cotizan a alto precio en los bares. Momento estival de singular relieve es la caída del sol sobre Rota vista desde el chiringuito. La presencia de mosquitos es variable.
3 Calnegre pide paso
Cala Siscal (Lorca, Murcia)
Entre las calas vírgenes del parque regional de Cabo Cope y Puntas de Calnegre, el bañista puede elegir la más acorde a sus gustos entre una sección de acantilados semidesérticos. Por si fuera poco, la temperatura del agua es cinco grados superior a la del resto de la costa murciana. La primera cala, la de Calnegre propiamente dicha, cuenta a su favor con las sabrosas paellas de marisco de su chiringuito de madera y techo de caña enmallada de verde (encargarla al llegar).
Las reducidas dimensiones, la arena fina, el abrigado entrante del mar y la limpieza de las aguas hacen de la siguiente cala, Baño de las Mujeres, un enclave a resguardo del viento de levante. Si la afluencia no es la apetecida, queda Siscal, donde muere la pista (luego hay que descender a pie). Se trata de una hermosa caleta de grava que antaño cumplía la función de puerto natural. En la transplaya prospera una comunidad de nardo marítimo o azucena de mar, quizá la especie más vistosa entre la flora costera.
4 Final de las rías bajas
Lariño (Carnota/Muros, A Coruña)
La hermosura del arenal de Area Maior (Muros) ha eclipsado este mar de arena de 1,7 kilómetros dominado por el faro de Punta Insua (1921). Siempre hay espacio para extender la mirada, no así en la playa de San Francisco, en Louro, la cita familiar por excelencia de la comarca. Lariño es un arenal muy batido por Atlántico, pero su peligrosidad a la hora de bañarse -carece de socorrista- se compensa con una arena de calidad impar.
Existen tres accesos: desde el propio faro; por la zona central, donde se halla el parque infantil, y tomando el extremo sur. Por la zona acuden pescadores de toda Galicia al reclamo de lubinas y sargos, a los que se suma la ola del faro a la cual muchos surfistas no le son ajenos. El bar Pórtico interesa no solo por su pulpo, también por la valiosa ayuda que aporta Tucho, el propietario. Detrás de la playa están los apartamentos de una llave Praia de Lariño.
5 Acolchada con dunas
Oliva (Valencia)
El 67% de la costa de la Comunidad Valenciana está urbanizado. De ahí la importancia que, conforme pasan los años, está cobrando el ventoso litoral olivense, enclavado en pleno óvalo valenciano. Para el disfrute playero con total intimidad tenemos al sur del municipio una zona virgen, prolongación del tramo urbanizado de la playa de l’Aigua Blanca, tras la cual solo se observan acequias, huertos y marjales. Al cerrar el dueño del terreno los accesos en coche (hay que dejarlo en la calle Sàsser y tirar a pie pisando arena), la estancia en estas dunas de arena nívea y considerable altura constituye todo un privilegio. Con la mole del macizo del Montgó siempre visible.
Habrá quienes busquen variar y brujuleen hasta la tranquila franja norte lindante con Piles; esta zona de Terra Nova se encuentra una vez rebasado el campin Kikopark.
6 Una lengua muy placentera
El Puntal (Ribamontán al Mar, Cantabria)
Uno nunca sabe a qué ayuntamiento adjudicarle turísticamente esta deliciosa lengua de arena enclavada en medio de la bahía de Santander. Si a Somo, cuyas casas distan 2,5 kilómetros del extremo de la playa, o a Santander, desde donde zarpan autobuses marítimos llenos de bañistas que atracan muy cerca del extremo del Puntal, ahorrándose la caminata desde Somo (Ribamontán al Mar). Junto al pantalán se encuentra el chiringuito El Puntal, en el que las albóndigas de bonito que prepara Ricardo Tricio son obligadas. Enfrente se divisa una concentración de barcos de recreo que parecen repetir las características de Formentera.
Lo mejor es trasladar los bártulos a la banda que mira al hotel Real santanderino, respaldados por el magnífico sistema dunar. ¿Espacio? Todo el del mundo. Un día de asueto inolvidable. Como curiosidad, cabe indicar que pasan barcos de gran tonelaje a solo 100 metros de la sombrilla. Más hacia Somo hay zonas para desnudarse.
7 Queda sitio en la Costa del Sol
El Cañuelo (Nerja, Málaga)
Los acantilados de Maro, en el paraje natural Maro-Cerro Gordo, cobijan el amplio escenario de El Cañuelo, en el extremo oriental de la costa malagueña. Antaño colapsado por estas fechas, en la actualidad El Cañuelo resulta holgado gracias a la necesidad de acceder en autocar público desde la parada situada en el kilómetro 302 de la N-340a. Prestan servicio a diario hasta el 15 de septiembre, a lo que hay que añadir dos o tres fines de semana.
Ostenta El Cañuelo una fisonomía rectilínea, fotogénica, que varía entre grava y arena de diferentes texturas. Tiene fama la prodigalidad de su vida submarina, común a la de cerro Gordo, en buena medida por sus abundantes cavidades.Por las faldas del peñón se derrama en cascada una vegetación mediterránea compuesta de pino lentisco, hinojo, palmitos. El chiringuito, conocido popularmente como el de piedra, es un curioso oasis labrado a lo largo de tres décadas por Paco Ortega y en el que preparan brochetas y paellas.
8 Lujurioso cromatismo
Las Conchas (La Graciosa, Lanzarote)
Su remotísimo emplazamiento a 7,5 kilómetros del puerto de la isla de La Graciosa, así como la necesidad de usar medios de locomoción privados, hacen de esta idílica playa canaria un escenario siempre desahogado. En cuanto desembarcamos en la Caleta del Sebo se observan los todoterrenos alienados, esperando turistas playeros a los que llevar a Las Conchas, para ir a recogerlos por la tarde y así enlazar con el último transbordador a la isla de Lanzarote. Siempre es más ventajoso alquilar una bicicleta.
Las Conchas se ofrece grande y solitaria, desnuda, de morfología volcánica. De una sobrecogedora paleta multicolor. Solo cabe ensimismarse frente a la montaña Bermeja (un volcán), bajo la que se apoya este arenal dorado que mira de tú a tú a la montaña Clara, perteneciente, al igual que La Graciosa, al archipiélago Chinijo. Muy ventosa, aquí se viene más a regalarse la vista y a tomar el sol que a zambullirse.
9 Reino de arena
Traba (Laxe, A Coruña)
“¡Esto es el paraíso!“. La expresión de la visitante nada más apearse del coche da idea de la pegada del arenal de Traba, santo y seña de la Costa da Morte. Si en Laxe centro se halla la versión playera familiar y domesticada, en Traba se desaconseja el baño por su peligrosidad y ausencia de socorrista. Pero qué más da. Su alto valor medioambiental –incluida en la Red Natura 2000- impone a la par que seduce. Hay dos áreas de recreo, a ambos extremos de Traba, en los barrios campesinos de Mórdomo y Boaño. Hay que buscar la laguna litoral -declarada zona ZEPA- y sus observatorios ornitológicos, y nada más llegar encargar la ensaladilla rusa y la caldeirada en el bar Os Espiños (981 72 80 04) de Mórdomo. Con los rayos del atardecer es impepinable acercarse, cámara en ristre, a la fachada barroca de la solitaria iglesia de Santiago de Traba.
10 Visión al natural
Es Cavallet (Sant Josep de Sa Talaia, Ibiza)
Encontrar en Ibiza una playa a prueba de aglomeraciones estivales constituye una empresa ardua. Para ello lo mejor es ir al apéndice meridional ibicenco, incluido dentro del parque natural de las Salinas de Ibiza y Formentera.
En Es Cavallet los bañistas se sitúan a una distancia prudencial unos de otros, lo que aporta una sensación de encontrarse en una zona solitaria, sin ser desierta. Los cuerpos, claro, se liberan sin tapujos. Y conforme se camina hacia la torre de Ses Portes (1750), mayor es la tranquilidad. Ese clima de libertad sexual tan isleño se explicita en el Chiringay, seña de identidad del público homosexual a nivel planetario. El paso de transbordadores a Formentera es continuo y distrae. Y quien se canse de la soledad solo tiene que caminar 15 minutos para encontrarse con la movida chiringuitera de la playa de Ses Salines. Los atascos de tráfico se eluden tomando un autobús urbano en Ibiza capital (L11) o en playa d’en Bossa (L11B).
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