De norias y espías en Viena
Los lugares que inspiraron la novela ‘El tercer hombre’ y otras pistas para el fin de semana
Viena es una ciudad arrebatadora. Su casco antiguo es un paseo por la historia del Imperio Austrohúngaro y una inmersión en la corte más elegante del siglo XIX. Pero Viena fue también el último balcón sobre la otra Europa, la del Este. Después de la Segunda Guerra Mundial aquí se cocieron algunos de los acuerdos que evitaron que la Guerra Fría entrara en ebullición. Y hoy sigue siendo escenario de pactos internacionales: es la tercera sede mundial de la ONU, después de Nueva York y Ginebra. Para visitar Viena en un fin de semana hay que luchar contra el síndrome de Stendhal porque el riesgo de exponerse a una sobredosis de belleza paralizante es permanente. La mejor vista del conjunto histórico se tiene desde la torre sur de la catedral de San Esteban.
Mozart y la ópera
Vale la pena pasear por la cercana Kärntnerstrasse, una de las calles más comerciales, caras y bulliciosas. Y callejeando se llega hasta el hotel Sacher, más famoso por sus tartas de chocolate que por sus habitaciones. También queda en esta zona la Domgasse, la calle donde vivió Mozart entre 1784 y 1787. Es una casa de tres pisos convertida en museo y en la que se recrea la vida cotidiana del díscolo genio. Aquí creó la ópera Las bodas de Fígaro, entre otras muchas composiciones.
Y es que la música es parte de los genes de los austriacos, y la Ópera de Viena (Wiener Staatsoper, www.wiener-staatsoper.at), su expresión máxima. Desde su inauguración en 1869, este teatro neorrenacentista es una de las catedrales del bel canto mundial. Acoge desde 1877 el baile de la ópera y hay conciertos casi todos los días. En Viena la música clásica es omnipresente (www.vienna-concert.com; www.vienna-opera.com). Asistir al famoso concierto de Año Nuevo, que toca la Filarmónica en la sala Dorada de la Musikverein, es misión casi imposible. Siempre queda el consuelo de buscar, con tiempo y paciencia, entradas para el ensayo general del 30 de diciembre o para el concierto de San Silvestre. O visitar la sala y ver el concierto por televisión.
Hofburg
El palacio de Hofburg (www.hofburg-wien.at) fue la residencia de los Habsburgo durante más de seis siglos. Desde aquí dominaban el Imperio Austrohúngaro, que se extendía por toda Europa central. Es un complejo enorme pero solo se visitan los apartamentos imperiales, una colección de objetos personales y el museo de Sissi. La historia de la emperatriz consorte Isabel de Baviera es lo que más cautiva al visitante. La recreación cinematográfica que hizo Romy Schneider la convirtió en un icono de masas. Por ello es muy conveniente comprar las entradas anticipadamente para poder sumergirse en el mundo de la emperatriz triste, contemplar los vestidos negros que adoptó invariablemente después de la muerte de su hijo Rodolfo, las fascinantes tiaras que adornaban su belleza, documentos y cartas personales, sus utensilios de aseo, su cama y el relato de su asesinato a manos de un anarquista italiano que le atravesó el corazón cuando paseaba por la orilla del lago Lemán en Ginebra (Suiza). Después de tantas emociones, el sosiego de la Escuela de Equitación Española (www.srs.at), con sus caballos lipizzanos, es una alternativa, o la coqueta plaza de San José (Josefsplatz), donde están la Biblioteca Nacional —con la barroca Prunksaal— y la iglesia de San Agustín, joya del gótico.
La Albertina
También a pocos pasos está el Museo Albertina (www.albertina.at). En Viena hay muchos museos y la mayoría muy buenos, pero la Albertina es punto y aparte. Sus exposiciones permanentes son un viaje fascinante por las tendencias artísticas contemporáneas, con obras de Monet o Picasso. Es conveniente comprar las entradas anticipadamente para evitar las colas, sobre todo los días festivos (www.wien-ticket.at).
Ringstrasse
El transporte público de Viena, especialmente el metro, es francamente bueno. Es ideal para llegar hasta Ringstrasse, el cinturón que rodea el centro de la ciudad. En uno de sus tramos, el Burgring, se encuentran, frente a frente, el extraordinario Museo de Historia del Arte (www.khm.at) y el de Historia Natural (www.nhm-wien.ac.at). Cerca están el Leopold Museum (www.leopoldmuseum.org) y el Mumok (www.mumok.at), museo de arte moderno, y el Teatro Imperial (www.burgtheater.at). También se alza en las proximidades el Rathaus, sede del Ayuntamiento, cuya fachada es una muestra espléndida del neogótico. La plaza de enfrente es el marco habitual de las ordenadas manifestaciones de protesta, y en Navidades acoge uno de los mercados navideños más famosos de Europa.
Schönbrunn
Para llegar hasta el palacio de Schönbrunn (www.schoenbrunn.at) hay que utilizar la línea U4 del metro o el autobús 10A. Schönbrunn es un bellísimo palacio barroco pintado de amarillo y repleto de estancias imperiales, recuerdo de cuando los Habsburgo pasaban aquí los veranos. Visitar los jardines, las atracciones y el zoológico precisa de buenas piernas y por lo menos tres horas. Pero vale la pena recorrer unas estancias en las que Napoleón instaló su cuartel general, se celebraron las sesiones del Congreso de Viena y el emperador Carlos I firmó su abdicación, poniendo así el punto final a la monarquía.
El Prater
Durante la Guerra Fría, Viena fue la bisagra que conectaba la Europa occidental con la del este. Después de la Segunda Guerra Mundial, la ciudad fue dividida en cuatro partes y sirvió de inspiración a Graham Greene para escribir El tercer hombre. En 1948 Orson Welles protagonizó el relato en una película de espías del mismo nombre que inmortalizó el Wiener Prater y su famosísima noria gigante (metro U1 y U2). Desde cualquiera de sus cabinas de madera se tiene otra vista privilegiada del inmenso parque de seis kilómetros cuadrados, el pulmón por el que respiran los vieneses y el lugar ideal para decir adiós a Viena.
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