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Diez experiencias muy tokiotas Desde un relajante baño en un onsen , los tradicionales baños termales públicos japoneses, hasta un desayuno a base de sushi en Tsukiji, el gran mercado de pescad de la capital nipona Estamos en el paraíso del frikismo: en Akihabara, conocida como la ciudad electrónica, se vende todo lo imaginable en tecnología. Desde el mejor ordenador del mundo hasta los últimos gadgets de usos desconcertantes. Hay miles de tiendas en el barrio; algunas inmensas, tipo gran almacén, como Yodobashi Akiba. Iain Masterton/Corbis La lonja de Tsukiji es la más grande del mundo. En noviembre se trasladará a una nueva ubicación, en Toyosu, en la bahía de Tokio, pero hay tiempo todavía para visitar este increíble mercado en pleno centro de la ciudad. Para visitarlo hay que madrugar: solo se admiten 120 visitantes diarios, en dos turnos, que contemplan la subasta en silencio desde una galería en silencio; no pueden hacer fotos con flash ni tocar jamás el género. Después, se puede desayunar en el bar de sushi más famoso, Daiwa Sushi. Bob Krist/Corbis Tokio invita a distracciones extrañas, como pegarse un baile loco entre androides en el Robot Restaurant (en la foto). Este espectáculo es una muestra del Japón más disparatado, con robots gigantes tripulados por mujeres en bikini y neón suficiente para iluminar todo el barrio de Shinjuku. Frederic Soltan/Corbis Para llevarse un recuerdo 'gourmet' muy original (aunque no comestible), la calle Kappabashi, en Asukasa, cuenta con unas 150 tiendas especializadas en 'sampura', reproducciones de alimentos en silicona (desde huevos fritos con patatas hasta sofisticados platos japoneses) para adornar escaparates de restaurantes y dar pistas al turista de lo que puede encontrar en la indescifrable carta. Steve Vidler/Corbis Los célebres hoteles-cápsula japoneses no son los más cómodos del mundo, pero a todos los turistas les llaman la atención. Normalmente son solo para hombres (aunque los hay mixtos) y tienen normas estrictas, como ponerse un kimono especial para moverse por las instalaciones. Son baratos y la sensación es parecida a la de dormir en la litera de un tren, aunque la cama-cápsula es algo más amplia y más cómoda. Tom Wagner/Corbis En Tokio hay que dejar la timidez a un lado: los japoneses opinan que para comprender de verdad su cultura hay que darse un remojón colectivo. Los baños públicos nipones (sento) son toda una tradición y no solo para asearse, también para cotillear un poco. Igual que los onsen (baños termales, en la foto), funcionan como lugares de socialización. Incluso ahora, que todo el mundo tiene baño en casa, se sigue acudiendo con amigos y familiares. Forest Woodward/Getty El Tokio futurista y extravagante convive con tradiciones milenarias, como la afición de sus habitantes a las predicciones sobre el futuro, para las que acuden a los templos. En casi todos podremos recoger un omikuji (papel de la suerte), uno de los principales alicientes de la visita. Hay templos que también cuentan con una fuente de los deseos, como el de Meiji-jingu, en Harajuku, el mayor de todos los templos (en la foto). Corbis Es una de las imágenes típicas de Tokio: un cruce de peatones múltiple rodeado de neones y rascacielos. Pero Shibuya, donde confluyen seis calles y pueden llegar a cruzar más de mil personas a la vez en todas direcciones sin chocarse, es también un foco de cultura joven: chicas 'gyaru' se pasean por los grandes almacenes circundantes, donde se vende lo último de lo último de lo último. Xavier Arnau/Getty Golden Gai, un laberinto de callejuelas y estrechos edificios de madera de dos pisos en Shinjuku, se resiste a desaparecer. Encajonado a los pies de grandes rascacielos, fue la zona de prostitución tras la II Guerra Mundial y actualmente acoge minúsculos bares, cada uno más particular y excéntrico que el siguiente, cuyos propietarios se resisten a la voracidad inmobiliaria. getty A las familias tokiotas les encanta ir a Odaiba, isla artificial en la bahía de Tokio a la que se llega a bordo de un monorraíl sin conductor desde el centro de la ciudad. Ofrece una excelente panorámica de Tokio, acoge la noria más grande del mundo, un parque temático dedicado a la tecnología y hasta detalles tan 'kitsch' como una réplica de la neoyorquina Estatua de la Libertad. John y Lisa Merrill/Corbis