Princesa Yaiza, diversión bajo el sol canario

Sigue en boga la escenificación turística del tipismo monumental canario con la reducción de sus resorts vacacionales a parques temáticos de la arquitectura y las singularidades insulares. En Lanzarote hay que buscarlos, sobre todo, en Playa Blanca. El más notorio de ellos, Princesa Yaiza. Un complejo que toma su nombre de la leyenda de una princesa guanche. El lugar en que está instalado el hotel registró en 1402 el primer asentamiento europeo en el archipiélago, el fortín del Rubicón.

Como es preceptivo en este tipo de construcciones, la llegada sumerge al viajero en la penumbra de un grandioso patio-vestíbulo culminado por una claraboya de colores que emite reflejos hacia los visillos vegetales que se descuelgan por la galería. La actividad aquí es febril a todas horas. A un lado y a otro, como una abrazadera, se desparraman los espacios comunes y las alas de habitaciones. El catálogo de instalaciones es ingente. Cuatro restaurantes —Isla de Lobos, el más gastronómico, merece al menos una noche—, diversos bares y taperías al aire libre, dos áreas de tiendas, una heladería, un gimnasio, varias piscinas, un centro de talasoterapia, un auditorio y varias salas de convenciones, un parque infantil (Kikoland) con pistas de tenis, baloncesto, vóley-playa, rockódromo, escuela de fútbol… En fin, un paraíso de diversiones para toda la familia.

El gobierno de esta jauja turística está en manos de una plantilla joven y dinámica, con profesionales curtidos en los grandes resorts internacionales, siempre pendientes del buen humor de la clientela menuda.

Otros detalles profundos anticipan las tendencias que se vienen instalando en la hotelería internacional. Aquí se empiezan a utilizar ya algunas herramientas disponibles para la monitorización de las redes sociales a fin de conocer mejor a la clientela, sabiduría imprescindible en la gestión para la personalización del servicio, la programación experiencial de actividades y la hospitalidad con fundamento. En la primera toma de contacto, sobre la mesilla de noche, el huésped encuentra una fotografía reciente suya debidamente enmarcada.

Esta y otras sorpresas suplirán la decepción de una wifi lenta o los desajustes de unos colchones duros, no siempre a beneficio de todas las espaldas. El premio final consistirá en un acceso cómodo al mar, entre piscinas jalonadas de sombrillas multicolores y un parque de hamacas que le harán sentirse a cada cual no en su propia casa, sino en su propia playa.

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