Un fin de semana entre pinares y castañares en Extremadura
Por las pistas de la sierra de Gata cacereña entre pueblos con dialecto propio y comida rotunda
Un pueblo que hace la ensalada con naranja, pimentón…. ¡y huevos fritos! y que además conserva un dialecto, el mañegu, que solo se habla en otros dos pueblos vecinos más tiene a la fuerza que ser singular.
Eso piensa el viajero cuando entra por primera vez en San Martín de Trevejo, una hermosa localidad de arquitectura tradicional de la sierra de Gata cacereña, muy cerca de la raya con Portugal.
En San Martín las calles no saben lo que es la línea recta. Las fachadas de los edificios -siempre de dos plantas; la baja de piedra y las siguientes de adobe y madera-, tampoco. En los soportales de la Plaza Mayor los viejos y no tan viejos del lugar dejan pasar las horas con esa sabiduría que solo se aprende en los lugares donde las prisas son ajenas. Y aunque en la escuela enseñan en castellano, en las casas y en las plazas se habla el mañegu o “la fala” del de valle de Jálama, una lengua romance –mezcla de gallego, español y algo de portugués- que ha subsistido como una rareza lingüística solo aquí y en los otros dos pueblos del valle, Eljas y Valverde del Fresno, con la particularidad de que cada uno de ellos tiene además un dialecto diferente de esa fala.
No es la única singularidad que atrae de esta comarca extremeña. Estoy pasando el fin de semana por aquí, disfrutando de un Ford Ecosport, un crossover urbano que va muy bien por pistas forestales. Por ellas me interno en los pinares sin fin de la sierra de Gata y por castañares tan densos que al sol le cuesta trabajo tocar el fondo.
Como buena zona de frontera, aquí los límites son difusos, por no decir inexistentes. La raya con Portugal es solo una entelequia, y tan pronto el coche cruza una aldea portuguesa como a los pocos kilómetros pasa por otra española sin haber visto la “raya” por ningún lado. Los paisanos me dicen que las pistas por las que conduzco son antiguos caminos de contrabando; que los más viejos aún recuerdan los cargamentos de café y de tabaco que traían desde Portugal; y el aceite de oliva que se llevaban para allá. Los pueblos de un lado y de otro han vivido siempre tan interrelacionados que podríamos decir que aquí se inventó la "unión europea" mucho antes de que naciera el Mercado Común.
Hoy me he dedicado a explorar el lado español. Valverde, Eljas, San Martín… pueblos donde el sosiego y la tranquilidad hacen daño al urbanita estresado. Pueblos donde se come rotundo y saludable.
Mañana volveré a la pistas para entrar a una de las zonas más curiosas de la Extremadura portuguesa.
Seguiré contando….
Esta noticia, patrocinada por Ford, ha sido elaborada por un colaborador de EL PAÍS.
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