Room 007 Chueca: literas y buena onda

Viajar se pone cada día más interesante. La vieja opción de elegir un señor hotel o una humilde pensión en el centro de las ciudades se abre hoy a otras alternativas acordes a cualquier gusto, edad, afinidad o bolsillo. Y si no lo creen, lean: el Room 007 de Chueca, en Madrid, ofrece una cama confortable desde 16,50 euros y comida a 12 euros el menú. Esta tendencia de literas y cocina compartida arrasa no solamente entre el segmento más joven e hipster,sino también entre grupos profesionales y familias dispuestas a gastar solo lo imprescindible en una experiencia urbana y siempre que el ambiente de barrio esté asegurado.

Ignacio Requena, heredero de la consultora hotelera Requena y Plaza, pone ahora el foco en el modelo anglosajón de los urban hostels (albergues urbanos) adaptado al espíritu castizo de Madrid. Con un tercer establecimiento en proyecto, ya tiene abiertos el Room 007 Ventura, en el barrio de Las Letras, y este de la calle de Hortaleza, entre Chueca y Malasaña. A poco de su inauguración, ambos locales ya se veían siempre llenos. Conviene, pues, reservar con tiempo.

La entrada grafitera no puede ser más informal. Un largo pasillo techado por una férrea malla de construcción dirige a los huéspedes hacia el bar-comedor, animadísimo a cualquier hora del día, y un zaguán más tranquilo donde aguarda el ascensor. Bullicio, lo que se dice bullicio, no hay. Pero sí mucho movimiento. Un incesante ir y venir de jóvenes procedentes de Estados Unidos, Brasil, México, Francia y Reino Unido en su mayoría. Apenas un tercio son españoles. Y todos conectados las 24 horas a las redes sociales. El wifi,</CF> claro está, es gratuito. La oferta de habitaciones colma las aspiraciones de sus devotos. Requena sabe que el lugar invita a escribir en las paredes, a dejar una marca en el campo visual del siguiente que viene. Y para ello hay pizarrón y cristal, espacios desenfadados, alegrías en el servicio, espíritu enrollado. Las camas no son jergones, sino nubes que alivian el sueño a huéspedes de cualquier edad.

Pero la gran movida se localiza en el restaurante Saporem, abierto de ocho de la mañana a dos de la madrugada. Arte mobiliario, brutalismo arquitectónico, cartelismo de época, música antitetánica, sesiones vespertinas de manicura (sí, hacerse las uñas), cakes caseros, gin-tonics de hibisco y platos caseros sabrosos. Sin duda, un hostal para Instagram.