Una Italia primigenia
De las cúpulas de Alberobello, en Apulia, a las cuevas habitadas de Matera, en Basilicata, delicias esenciales en el tacón de la bota
Este viaje es un camino hacia una tierra maltratada que en los últimos años ha recuperado su autoestima y se reivindica como un destino intimista donde regresar al Mediterráneo come era una volta. Si Murgia fuera a terapia, su psicólogo diría que está en proceso de encontrarse a sí misma, por eso este reportaje también se podría titular Cuando Apulia conoció a Murgia.
Efectivamente, la Murgia es una tierra extraña. Una tierra pedregosa cuyo carácter, seco y a la vez hospitalario, recuerda al temperamento de La Mancha española. Está en Apulia (Puglia en italiano), el tacón de la bota italiano, y es un rincón a descubrir para todo aquel que aprecie esa belleza sobria que nace en zonas tradicionalmente pobres. “Hace años, si alguien te mandaba a la Murgia es que te quería muy mal, era como enviarte a la nada”, nos comenta sentado en un café de Bari el presidente del parque nacional de la Alta Murgia, Cesare Veronico. Este terreno verde y amarillo situado justo en el centro geográfico de Apulia, rico en biodiversidad, se convirtió en parque nacional en 2004 y acaba de recibir la certificación europea de turismo sostenible.
Es también el epicentro de nuestro viaje, pues la historia del parque es una metáfora perfecta del camino que ha recorrido esta región, de ser una zona denostada a convertirse en destino de un turismo que reivindica la vuelta a lo básico para amantes de los paisajes densamente despoblados.
Entre los años sesenta y noventa Murgia fue considerada por Estados Unidos y por el propio Gobierno italiano nada más que como una alfombra perfecta bajo la cual esconder las realidades incómodas que ningún otro territorio estaba dispuesto a albergar. En los sesenta Kennedy utilizó la Murgia para situar sus misiles nucleares apuntando a Rusia, como respuesta a la crisis de Bahía de Cochinos, y en los noventa fue elegida para depositar residuos radiactivos.
Pero una serie de “marchas verdes por la paz” y un intenso trabajo de la población civil han logrado su reconversión en una zona que busca atraer el turismo verde.
Ruta ciclista
La cara típica de Apulia puede ser igual morena de rasgos arabizantes como rubia albanesa, un país tan vecino que se ve desde la orilla del mar en los días claros. Es una tierra multicolor porque aquí ha habido invasiones de ingleses, franceses, árabes, griegos o españoles a lo largo de los siglos.
Filippo Titto es uno de los fundadores de la iniciativa Ciclo Murgia y en sus rutas guiadas en bicicleta por el parque nacional de la Alta Murgia cuenta la historia natural y militar del enclave. A golpe de pedal, Titto nos hace comprender el paisaje y también nos descubre las verdades incómodas que aún esconde. En el recinto donde fueron desmantelados los misiles aún se hacen pruebas de tiro 100 días al año que disturban a los animales y han logrado modificar los lugares de nidificación de algunas aves. La lucha del parque por expulsar a los militares aún sigue en pie.
Filippo nos hará entender por qué las llamadas paretti a secco (paredes en seco) son el alma del territorio. Las veremos por todos lados junto a las masserías. Ambos eran modos de organizar el territorio durante la época feudal.
Las paredes en seco tienen incluso su propio dicho en dialecto, “Petpet se fasc u pariet”. A lo largo de los años se han levantado kilómetros y kilómetros de muros hechos de las piedras que sobran en el paisaje para dividir los terrenos y para hacer los rediles para las ovejas, puesto que la Murgia era un importante lugar de paso de la trashumancia. Se llaman “en seco” porque no utilizan ningún tipo de mortero para que se adhieran las unas a las otras.
Si estamos atentos a los detalles veremos cosas curiosas como los tobillos gruesos del caballo murgiano, una raza del lugar que se ha adaptado de este modo a las condiciones del terreno.
Los recorridos de Titto nos llevan a degustar productos de la tierra en masserías, que son las casonas de campo con vocación autogestionaria, que repartían el poder del territorio en la época feudal. Algunas de estas masserías tienen trullos como tejados, la construcción cónica típica de Apulia.
El territorio se ordena en pequeñas poblaciones, Gioia del Colle (28.000 habitantes), 80.000 habitantes Altamura, 80.000 habitantes Corato, todas distantes una media hora las unas de las otras. Cualquiera de esas localidades será un buen campamento base para este viaje. El hotel Masseria Signorella, en el campo de Gioia del Colle, es un caserón enorme en medio de campos de heno, ideal para dejarnos sugestionar por el humor un tanto ermitaño de esta ruta. Cuesta 50 euros por noche la habitación doble en temporada baja.
Los medios de transporte público son poco eficientes, por lo que se recomienda alquilar un coche. Atravesar todo el ancho de la región nos lleva alrededor de una hora desde cualquier punto. De norte a sur se pueden tardar unas cinco horas. Tan larga y estrecha como es, en un viaje a Apulia nunca faltará el mar. Sin embargo, dormiremos cerca de las casonas y los bosques del interior, donde un día sólo venían a esconderse los prófugos.
Primavera especial
Algunos han llamado a este renacer, que se ha dejado notar en toda la región, “la primavera apulense”. Hace sólo una década pasear por las estrechas calles del centro de la capital, Bari, era complicado, pues por entonces tenía una fama legendaria de ser muy peligroso y la criminalidad lo había convertido en un punto negro en el mapa.
Un óptimo indicador de este renacimiento es la cantidad de famosos que se han comprado casas en esta región, en lugares de mar como la comarca de Salento, Gargano y Gallipoli. Hellen Mirren y Meryl Streep tienen casa en Apulia y Justin Timberlake decidió casarse en estos parajes.
Los actores más visibles de la transformación de este terruño en el último decenio han sido el presidente de la región, Nichi Vendola, y la Puglia Film Commission, un ente que se ha empeñado en situar el lugar en el mapa a base de convertirlo en escenario de películas. La gestión de Vendola, comunista, católico y gay, ha logrado atraer a la región numerosos fondos de la Unión Europea. Sin embargo, y como es lógico, entre la población existe un gran debate sobre si esos fondos han sido empleados o no de la mejor manera posible. Los más críticos con Vendola dicen que se han empleado algunas de esas partidas en reparar daños superficiales, pero que los problemas estructurales siguen ahí. Es aconsejable sentarse a polemizar con cualquier oriundo sobre el tema con una copa de vino Primitivo o Negramaro en la mano.
Seis pinceladas de Apulia
01 Los cónicos trullos
02 ‘Mozzarellas’ caseras
03 El zapatero Rocco
04 Castel del Monte
05 Orejitas con grelos
06 Hotel Sextantio
El símbolo más conocido de Apulia son los trullos, esas extrañas casas de piedra en forma de pezón acabado en punta blanca. Son calientes en invierno y conservan el frío en verano, y su forma habla de la pobreza y también de la picaresca de la zona. En Alberobello, una curiosa concentración de 1.030 conos construidos en el siglo XIV son patrimonio mundial de la Unesco. La construcción “en seco”, sin argamasa que adhiera una piedra con otra, fue impuesta por los colonizadores de la zona, de forma que pudieran ser derruidas rápidamente para evitar los impuestos sobre los nuevos asentamientos impuestos por el Reino de Nápoles (alrededor del año 1600). Cuentan los nativos que para tirar la casa abajo en pocos minutos se ataba una soga al pico superior de la que tiraba un buey.
Pasquina Netti se levanta cada día a las cuatro de la madrugada y llama a sus vacas por su nombre. La cocina de su casa huele intensamente a leche fermentada. Normal. Sus paredes llevan treinta años absorbiendo el aroma de los quesos frescos que la familia Netti elabora allí una mañana tras otra: ricota, mozzarella y caciocavallo, una variedad típica del sur de Italia.
Son las seis de la mañana y los Netti nos han invitado a desayunar café y ricota recién hecha con mermelada casera mientras Pasquina nos enseña la receta de uno de los productos más exportados de esta región: la mozzarella. Cada mañana, cientos y cientos de camiones salen de esta región a repartir por Italia y el mundo las mozzarellas fabricadas por la potente industria de Apulia de lácteos.
» +39 08 04 975 921
El encantador negocio de calzado a medida de Rocco Recchia, en el centro de Noci, tiene en la puerta un cartel que reza: “La scarpa di Recchia non fa mai vecchia” (los zapatos de Recchia nunca envejecen).
Su negocio lo comenzaron sus antepasados en 1865 y él lo continúa a la vista de todos. Al pasar por las calles angostas de su coqueto pueblo uno puede verle trabajar con las mismas técnicas que su bisabuelo. Un par de zapatos a medida hechos por él cuestan alrededor de 150 euros.
» Recchia. Via Porta Barsento, 7-9. Noci. +39 34 97 857 611
Lleno de ochos por todas partes, Castel del Monte, del siglo XIII, es un edificio mágico cuyos significados han tratado de descifrar filósofos y astrólogos durante siglos. El hombre que lo mandó construir era astrólogo, poeta y científico, además de un gran emperador que cambió la historia de Italia: Federico II. El edificio tiene ocho torres y planta octogonal. Así, en diversas fechas del año, se producen determinadas situaciones de luz y sombra que convierten al castillo en un calendario celeste.
Para comer, orechiete e cimi di rape, plato de pasta típico de la región. La traducción sería algo así como "orejitas con grelos". Tiene las características de la comida de la zona: es un plato barato, delicioso, y uno de sus ingredientes principales procede de la huerta. El vino de Apulia que riega todas estas comilonas se llama Primitivo, un tinto potente y con cuerpo. Un producto de su huerta que no hay que dejar de probar son los caroselli, fruto dulce injerto entre melón y calabacín.
Pegado a la frontera con Apulia se encuentra Matera, perteneciente al territorio de Basilicata, pero tan bella y cercana a esta ruta que merece la pena cruzar su confín para descubrirla. Una ciudad encantadora donde las casas están excavadas en la roca y donde hay un hotel extraordinario en su sencillez y belleza en el que también las habitaciones son cuevas. Se llama Sextantio y su fundador, Daniele Kihlgren, lo abrió no sólo como negocio sino también como “misión”, la de salvar el patrimonio cultural de Matera.
» www.sextantio.it
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