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Bagan en ‘ebike’

Un paseo en bici eléctrica por el recinto arqueológico más visitado de Myanmar, la antigua Birmania, que conserva más de 2.000 templos budistas

Uno de los 2.000 templos budistas que se conservan en el recinto arqueológico de Bagan, en Myanmar, la antigua Birmania.
Uno de los 2.000 templos budistas que se conservan en el recinto arqueológico de Bagan, en Myanmar, la antigua Birmania.D. Calderón

Jugar al golf o montar en globo son algunas de las actividades que se pueden realizar estos días con los templos de Bagan como telón de fondo. Aunque alquilar una bici eléctrica se está convirtiendo en la forma más popular de perderse para descubrirlos. Por menos de un euro al día se puede alquilar una bici, y por algo menos de tres, una bici eléctrica, lo que supone mucho menos sofoco, sobre todo considerando que este es el lugar más seco y, probablemente, más caluroso de toda Myanmar.

Todavía quedan algunos coches de caballos que por 10 (medio día) o 15 euros (jornada completa) protegen de la solana y ofrecen ese viaje histórico a los orígenes de este país y su civilización, mientras serpentean por el recinto y conectan unos templos con otros. Los conductores de estos carros son además, sin duda, los mejores guías de todo Bagan.

Los templos y pagodas de Bagan son uno de los destinos favoritos de Myanmar y una de las fotos más buscadas de un viaje a la antigua Birmania. No solo porque ofrece un paisaje de cuento, también porque es un lugar mágico y misterioso. Y aunque la Unesco no lo haya declarado patrimonio mundial, argumentando que algunas reconstrucciones no han seguido un criterio histórico y se han llevado a cabo con materiales modernos, esto no le ha quitado ni un ápice de su encanto y capacidad para dejarnos boquiabiertos nada más atisbar el lugar.

Hoy en día Bagan es un enorme recinto arqueológico de 42 kilómetros cuadrados situado a orillas del río Irrawady (Ayeyarwadi) donde quedan algo más de 2.000 de los casi 10.000 templos, estupas y pagodas budistas que se construyeron entre los siglos IX y XIII. Destino de peregrinación y leyenda, donde se guardan varias reliquias de Buda y muchos enigmas a su alrededor, es uno de esos lugares decadentes y grandiosos que la historia ha ayudado a envejecer con gracia, justo lo que buscan los viajeros románticos cuando se ponen en ruta.

Uno de los templos de Bagan, con el ladrillo rojo de su estructura original a la vista.
Uno de los templos de Bagan, con el ladrillo rojo de su estructura original a la vista.D. Calderón

Históricamente se puede considerar Bagan como la primera capital birmana. Fue fundada como sede real del entonces próspero Imperio de Pagan por el rey Anawrahta, en quien se puede ver cierto paralelismo con la reina Isabel la Católica, pues unificó los diferentes reinos de la zona para empezar a dar aliento a lo que sería la actual Unión de Myanmar. Introdujo además el budismo theravada como religión del estado, ayudando a su expansión por todo el sudeste asiático.

Además de fundador de la ciudad, el rey Anawrahta sería también el artífice de los secretos que todavía hoy envuelven Bagan y por los que este lugar es tan popular entre los birmanos. Inspirado por las enseñanzas de Buda, hizo de su vida una cruzada para hacerse con alguna reliquia del maestro. Al final consiguió un diente y varios cabellos que, según la leyenda, colocó dentro de cajita sagrada a lomos de su elefante blanco, al que dejó en libertad. El animal se paró en cuatro lugares distintos en los que el rey mandó construir cuatro estupas que todavía hoy guardan dichas reliquias. Estos templos son los más visitados por los birmanos en la actual Bagan, ya que creen que si se medita en todos ellos en un mismo día se cumplirá el deseo que persiguen.

El paraguas de Shwezigon

Entre estos cuatro templos históricos destaca Shwezigon, la segunda estupa más importante del país, después de Shwedagon, en Yangón. Shwezigon es el principal centro de peregrinación de Bagan y ha incrementado, más si cabe, ese aura de misterio del recinto que, ya por sí solo, guarda numerosos enigmas. Entre ellos, se cuenta que el paraguas de la cima de la estupa se sostiene sorprendentemente sin apuntalar. Igual de inexplicable es que las sombras de los muros que cercan la estupa nunca cambian de posición; o que los trozos de las láminas de pan de oro que caen de las alturas de la pagoda, después de incrustar el dorado, nunca lo hacen dentro del recinto de la misma. También se dice que el patio que hay alrededor de la pagoda puede acomodar tantos visitantes y peregrinos como lleguen y nunca se llena. Igual de incomprensible parece que, a pesar de las más que intensas lluvias, en el templo nunca se forme ni un charco. Un último misterio: los dos grandes árboles que intentan cobijar a la estupa en el patio del recinto tienen flores durante todo el año, cuando en realidad solo deberían florecer durante la temporada de lluvias.

Las otras tres estupas que alientan la leyenda son Tu Yin Taung, sobre la colina más alta del complejo arqueológico de Bagán; la estupa Lawka Nandar, a orillas del río, en lo que hoy se conoce como Nuevo Bagan, y Tant Kyi Taung, situada en la otra orilla del Irrawady, que ofrece una vista aérea impresionante de todo el conjunto.

Globos aerostáticos volando sobre el recinto arqueológico, una de las estampas clásicas de Bagan (Myanmar).
Globos aerostáticos volando sobre el recinto arqueológico, una de las estampas clásicas de Bagan (Myanmar).D. Calderón

La época de mayor esplendor de Bagan se extendió del siglo XI al XIII, época en la que se convirtió en un importante centro de comercio y la principal fuente de cultura budista, tomando el relevo de la Universidad de Nalanda, en India. En ese tiempo Marco Polo describía Bagan como “uno de los lugares con las vistas más hermosas del mundo. Una ciudad de templos recubiertos de oro, coronados de campanillas que suenan junto con las túnicas de los monjes al más leve danzar del viento.”

El esplendor de la ciudad terminó cuando los birmanos la abandonaron ante el acecho de las invasiones mongolas. Desde entonces, Bagan cayó en el olvido, olvido que ha incrementado su encanto y leyenda. Durante siglos, la erosión y el descuido se ha llevado el dorado y ha pelado el estuco, dejando a la vista el ladrillo rojo con el que se construyeron, hecho que ha devuelto a los templos, estupas y pagodas, especialmente a la salida y puesta del sol, esa pátina dorada que los convierte en uno de los principales atractivos turísticos del país, de esta región del sudeste asiático e incluso del mundo. Se trata de una maravilla comparable a los templos de Angkor Wat, en Camboya, la antigua ciudad inca de Machu Picchu, en Perú, o incluso las pirámides de Gizeh, en Egipto.

Actualmente los turistas y los peregrinos también están contribuyendo a devolver el esplendor a la zona, que se está convirtiendo en un importante centro de desarrollo turístico. La región de Bagan se divide actualmente en tres zonas diferenciadas: Antiguo Bagan, que acoge la ciudad antigua y lo que se conserva de sus murallas, junto con los principales templos y los más lujosos resorts hoteleros; Nuevo Bagan, que es la ciudad nueva a orillas del recinto arqueológico, y, haciendo un triángulo, el pueblo de Nyaung Oo, a unos cuatro kilómetros del Antiguo Bagan, donde se encuentran los alojamientos más asequibles.

Sin importar donde se aloje uno o en qué orden decida visitar los templos, Bagan sigue ofreciendo esa hermosa vista que Marco Polo cita en sus crónicas. Esa panorámica es imprescindible durante la fiesta de colores que ofrece, tanto el amanecer como la puesta de sol, momentos en los que pararse a formular un deseo para que este enigmático Bagan lo cumpla.

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