28 maneras de cruzar el Támesis
De colores o sobrios. Para peatones, trenes o cruzados por autobuses rojos. Cada londinense tiene su puente favorito
¿Qué tienen los puentes de Londres que nos cautivan, trazando una línea segura que une todas esas ciudades de la urbe en perpetuo cambio? Lo único que permanece inalterable aquí es el Támesis y sus puentes, mientras los barrios se renuevan, las calles se transforman. Hace unos años, mi amigo Roger me llevó al mercado de Borough, a una fascinante tienda de quesos en la que corría el agua, a un barrio que parecía anclado en el pasado. Era entonces su lugar preferido de Londres, todavía sin especuladores ni turistas, aunque estaba a dos pasos del Globe Theater y el ajetreo de Southbank. En mi siguiente visita, Borough había explotado. Lo que en cualquier otra ciudad tarda lustros en cambiar, en Londres sucede de la noche a la mañana.
Regatas
Desde Richmond hasta el Tower Bridge, 28 puentes cruzan el Támesis. Si en París los puentes sobre el Sena provocan una emoción romántica, aquí predomina el sentimiento utilitario y, en cierto modo, estético de los ingenios diseñados para atravesar el flujo de agua que no cesa. Es difícil tener una conciencia clara de la orilla en la que estás, pues las cerradas curvas del río, como un intestino, llaman a veces a engaño. El corazón histórico de la ciudad queda a la izquierda en el sentido de la corriente, pero muchas poblaciones que ahora son suburbios se asientan en ambas orillas. Richmond, por ejemplo, o Hammersmith. Me he bajado en la estación Putney Bridge y he caminado hacia el puente. Cada año, así caigan chuzos de punta, Oxford y Cambridge empiezan a medir sus fuerzas bajo este puente. La regata remonta la corriente y traza varias curvas hasta la meta en Cheswick Bridge, donde una vez se durmió el juez que estaba apostado, sembrando la duda sobre el vencedor. Tiene mucha historia la clásica regata, incluso algunos años atrás hubo un motín en una de las tripulaciones, no importa cuál ni cuántas veces ganó Oxford y cuántas Cambridge. Lo que cuenta es remar y el espíritu de competición que impregna la vida inglesa.
Putney
A lo largo de los muelles se suceden los clubs de remo: Sport Imperial, Queen’s Gate, Cabbages. Fornidos muchachos entrenan resoplando en las terrazas con máquinas fijas. Trasiegos de largas piraguas hacia la orilla, el ritmo conjuntado de los remos bogando como un rítmico ciempiés. El agua color chocolate de internado victoriano del Támesis no invita al baño, pero conozco nadadores que le han cogido el gusto. Me gustaría nadar en él si no lloviznara, como también remar las cuatro millas y 300 yardas que cubre la famosa regata, y así pasar bajo los puentes.
Guía
Visitas
Información
- Museum of London Dockland (www.museumoflondon.org.uk). West India Quay. Canary Wharf. La exposición Bridge estará abierta hasta el 2 de noviembre. Entrada gratuita.
- Tower Bridge (www.towerbridge.org.uk). Visitar la exposición cuesta 9 euros por adulto; 3,85 euros los niños.
- Oficina de turismo de Londres (www.visitlondon.com).
- www.cityoflondon.gov.uk
- www.londonmillenniumbridge.com
Voy caminando por la orilla de Fulham y me fijo en la modesta silueta de St. Mary’s Church, al pie de Putney Bridge. Nadie diría que en 1647 se sentaron aquí las bases de la democracia parlamentaria moderna. Los debates de Putney, que al final aplastó Cromwell, establecieron la libertad de culto y elecciones anuales basadas en la ciudadanía libre y no en la propiedad. La Constitución americana se nutrió del espíritu de esos debates. Y Putney, donde vive Roger en una casa eduardiana de seis niveles, tiene el encanto de los pueblos a la orilla de un río. El puente da solidez al barrio en ligera pendiente, una sensación de tranquilidad y bienestar sencillo. Aunque aquí las casas valen una fortuna, como en todos los suburbios asentados cerca del Támesis.
Parques del Támesis
Los mejores parques de Londres están a orillas del río, abrazados por sus puentes. Montado a una bici, me encuentro un grácil puente de cinco arcos de acero sostenidos por pilares de granito. El color azul y blanco contrasta con los autobuses rojos que pasan por encima como si fueran de juguete. El Wandsworth Bridge lleva al recogido parque del mismo nombre, una combinación de verdes frondosos que enmarca el gris plomizo del agua. Siguiendo por el paseo fluvial llego a un puente de tren, sobrio como un antiguo clíper. El siguiente, Battersea Bridge, lo pintó Whistler en su Nocturno en azul y oro que cuelga en la Tate Britain. Me adentro en el parque Battersea, que en otro tiempo fue lugar de duelos, donde el duque de Wellington se midió sin consecuencias al conde de Winchilsea. Pero solo doy un pequeño rodeo para volver al río y ver de cerca el Albert Bridge, colgando de sus pilares blancos con elegancia, arropado por los árboles de los márgenes.
London Bridge
Cada londinense siente apego al menos a un puente. Sarah me lleva a ver sus favoritos. El de Chelsea genera división de opiniones. Algunos lo ven como el esqueleto desarmado de una tarta, y otros lo adoran. Combina el blanco con tonos cálidos y monta galeones dorados encima de las torres. Cuando miro el Grosvenor Bridge y el Vauxhall, comprendo que en el Támesis me gustan los puentes con arcos. Pero ahí está el Millennium, que nos lleva temblando de los viejos muros de St. Paul al minimalismo vanguardista de la Tate Modern. En el nuevo London Bridge, Sarah recuerda el poema de Eliot que empieza con el verso Abril es el mes más cruel y habla de la “ciudad irreal”, de esa “multitud que fluye London Bridge abajo, sin fin”. Desde Borough, intentamos ver el puente de granito de 1831 al que se refería Eliot y ya no está, pues viajó en los setenta al desierto de Arizona, piedra a piedra. Este era el sucesor del de madera que sobrevivió al gran incendio de 1666 y sigue vivo en la canción London Bridge is falling down. Lo acogió el río Colorado. Y allí lo vi una vez, reluciente al sol, quizá añorando los lluviosos días del Támesis, donde abril es ciertamente el mes más cruel.
José Luis de Juan es autor de La llama danzante (Minúscula)
De orilla a orilla
Vauxhall
Tower Bridge
London Bridge
Millennium Bridge
Si uno pregunta por la ubicación de un restaurante en el centro de París, lo normal es que nos contesten con un número. “Está en el barrio 5… en el 8… o en el 11”. Pero si en vez de en la ribera del Sena nos encontramos a la orilla del Támesis, en Londres, esa referencia se convertirá en un puente “cerca de London Bridge”, “al norte de Westminster Bridge”, “en la zona de Waterloo Bridge”.
Y es que en Londres uno existe con respecto al Támesis. Los puentes de Londres tienen una relevancia geográfica, psicológica y sociológica mayor que en otras ciudades con río.
Estos puentes llevan a los casi ocho millones de personas que viven en la ciudad de un lado a otro del río a lo largo de 35 millas. Pero no son sólo maneras de aproximar a ciudadanos, son también modos de unir el presente con el pasado. Y con el futuro: en 2018 está previsto que se inaugure un nuevo puente (un puente-jardín) sobre el Támesis, a la altura de la estación de Waterloo, diseñado por Thomas Heatherwick, el hombre que ideó el impresionante pebetero de los Juegos Olímpicos de Londres 2012.
Los londinenses de toda la vida se saben sus puentes como quien recita el abecedario. De Oeste a Este se erigen el Vauxhall, Lambeth, Westminster, Hungerford, Waterloo, Blackfriars, Millennium, Southwark, London y Tower Bridge…
Hasta el 2 de noviembre, el Museum of London Docklands explora la influencia de los puentes en la ciudad en la exposición Bridge. Incluye 16 fotografías híbridas de cómo eran los puentes de Londres antes y ahora. Las imágenes originales fueron tomadas por renombrados fotógrafos durante los siglos XIX y XX. Para hacer un recorrido, nosotros elegimos cuatro puentes.
Junto a la estación de metro de Vauxhall o Pimlico encontramos hoy un puente con arcos de acero pintado en rojo y blanco. Se construyó en el siglo XX. Pero justo a su lado están los restos del primer puente que se alzó sobre el río londinense. Data de antes de que cayera Troya y mucho antes de que Julio César llegara con sus tropas a Gran Bretaña. Aquel puente se construyó cuando el río era sólo un paisaje de ciénagas y en la orilla había mucho más barro que edificaciones.
Sólo dos veces al año la baja marea deja ver los restos de aquella primera estructura que, según afirman algunos arqueólogos, unía la orilla con una isla situada en el centro del río que hoy ya no existe. También han desaparecido dos afluentes del Támesis que convergían en este punto: el Efra y el Tyburn, y que hacían del puente un lugar de culto.
El Tower Bridge se llama así por estar junto a la Torre de Londres, o sea, es el puente de la Torre. Su apertura se ha convertido en una atracción imprescindible para muchos de los que visitan Londres. Existe la posibilidad de visitar la sala de máquinas que lo divide en dos para dejar que pasen los barcos.
En el siglo XIX, la zona este de Londres alcanzó tal densidad de población que se hizo necesario construir un nuevo puente. En 1876, la City of London Corporation, responsable de esa parte del Támesis, decidió que el problema ya se había pospuesto durante demasiado tiempo. Su diseño se eligió entre 50 propuestas.
La construcción del Tower Bridge duró ocho años y contó con la colaboración de cinco importantes contratistas y la labor incesante de 432 obreros de la construcción.
Muchos creen que London Bridge no es el sencillo puente de hormigón que cruza a la altura de la estación del mismo nombre, sino el flamante Tower Bridge.
La rumorología cuenta que el multimillonario estadounidense Robert P. McCulloch, tan confundido como muchos turistas, compró el London Bridge para trasladarlo a Arizona creyendo que pagaba por el mítico Tower Bridge.
La confusión ha sido varias veces desmentida por la familia, pero aun así muchos londinenses la siguen dando por cierta (y la cuentan cada vez que tienen ocasión). Según historiadores consultados por el diario The Guardian, el puente de 1861 fue desmantelado en 1967 y vuelto a construir sobre el lago Havasu, en Arizona.
El puente que hoy vemos es el sustituto de aquel
El puente del Milenio es el último que se ha construido en la ciudad. Se erigió para celebrar el cambio de milenio y une, sólo para los peatones, dos puntos turísticos que no ha de perderse alguien que sea nuevo en la ciudad: la Tate Modern y la catedral de St. Paul.
Se hizo famoso internacionalmente cuando el Ayuntamiento tuvo que cerrar esta pasarela, diseñada por el arquitecto Norman Foster, pocos días después de su inauguración para investigar su excesivo balanceo e introducir modificaciones.
Garden Bridge, el futuro: Se espera que el siguiente puente que una las dos orillas del Támesis se abra en 2018 a la altura de la estación de Waterloo. El ambicioso Puente - Jardín ha sido diseñado por Thomas Heatherwick, el hombre que ideó el impresionante pebetero de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. El diario The Guardian lo ha descrito como "un vanidoso bosque flotante sobre el Támesis" y su creador ha dicho que pretende que sea "la ruta más lenta para cruzar el río" porque no será sólo un lugar de paso sino también una zona de recreo.
Su coste se ha calculado en 175 millones de libras (unos 220 millones de euros) y no todos ven la utilidad de gastar esa cantidad de dinero público de acuerdo con su construcción. Si finalmente se llega a construir se convertirá con toda seguridad en otra de las leyendas que flotan sobre el río Támesis.
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