Gofre con helado en Seúl
Del barrio 'trendy' a la villa tradicional de Bukchon, cinco visitas imprescindibles en la capital surcoreana
“¿Cuántos días necesito para ver Seúl?” Es una consulta habitual entre quienes planean su viaje a esta ciudad lejana y, para muchos, desconocida. Resulta difícil cifrar el tiempo necesario para disfrutar plenamente de la capital surcoreana. Si se dispone de poco, la cuestión se simplifica, pero requiere planificar con más detalle qué queremos ver. Aunque esta megaurbe asiática tiene mucho que ofrecer, hay cinco lugares que no pueden faltar en ningún plan viajero...
Hongdae
El barrio de Hongdae rebosa actividad, pero el mejor punto para disfrutarlo es el parque infantil, donde esperan conciertos, comida, mercadillos artesanales, gente y un pequeño puesto de gofres con helado a 1000 wones (menos de 1 euro).
La Torre N
Ubicada en lo más alto de la montaña Namsan, es uno de los iconos de la ciudad. Si apetece caminar, subir hasta la cima de la montaña puede ser la versión fácil de una de más famosas formas de entretenimiento del país: el senderismo. Y si se va en pareja, no hay que olvidar un candado para dejar allí, pues esa moda también ha llegado hasta la cumbre de la montaña coreana.
Bukchon
La tradición en la ciudad es palpable en sus templos y grandes palacios, y hay un lugar donde es posible sumergirse en ella: la aldea de Bukchon. En este barrio, situado en Jongno, los edificios mantienen la arquitectura de las hanok, las antiguas casas tradicionales coreanas. Se puede pasear por sus calles, tomar té en algunas de ellas y hasta quedarse a dormir.
Bongeunsa
El continuo contraste entre tradición y modernidad que muestra Seúl se hace patente en el templo de Bongeunsa. Su majestuosa estatua religiosa se alza en dirección a los rascacielos de la zona y observa desde su posición el gran y moderno centro de convenciones COEX.
Puente Banpo
Este es el lugar ideal para acabar el día. Se trata de uno de los numerosos puentes que unen las zonas norte y sur de Seúl, cruzando el río Hangang. A la orilla de éste se puede disfrutar de un espectáculo nocturno cuando, al ritmo de música clásica, el puente se convierte en una espectacular fuente de agua y luces de colores. Para seguir la costumbre local hay que verlo comiendo pollo frito, que se puede encargar a los señores motorizados (de restaurantes cercanos) que se encuentran a la espera para apuntar el pedido.
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