Caracoles dálmatas

Héctor Alterio viaja bastante. A pesar de los múltiples lugares que ha visitado, el actor, que la semana que viene estrena En el estanque dorado (teatro Bellas Artes, Madrid), recuerda una visita a la antigua Yugoslavia pocos años después de la muerte de Tito.

¿Turismo político?

Acudí porque estábamos rodando una película italiana, Il Generale, sobre la vida de Garibaldi. Una parte de la historia la grabamos en Zagreb y nos pasamos un mes y medio por la región.

¿Qué notaba en el ambiente?

Había discusiones cotidianas sobre política en todos los lugares. En el imponente casco antiguo de la actual capital de Croacia se percibía un gran interés en cada plaza o bar. La gente estaba muy involucrada.

¿Se contagió de esa atmósfera?

Un poco, pero siempre te quedabas un poco fuera. Un día, nosotros estábamos revolucionados porque, tras un día de rodaje en Split, la productora nos iba a invitar a una comilona de marisco, caracoles incluidos. Pero antes de sentarnos a la mesa, teníamos que acabar una escena.

¿Llegaron a la mesa?

Sí, nos apuramos y fuimos a comer frente a la costa dálmata; todavía recuerdo el sabor de la salsa. Además de la gastronomía, Split es muy impresionante: desde la estatua de Gregorio de Nin, emblema de la ciudad, hasta el palacio de Diocleciano; un lugar que invita a perderse horas.

¿Visitó la actual Serbia?

Sí, cruzamos todo el país. Después vino la división, la guerra y la proclamación de los nuevos Estados. Me produce una cierta curiosidad, pero no he vuelto.

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