869 habitaciones

Indescriptible la monumentalidad de este hotel situado en la autovía A-2, cerca del recinto ferial Juan Carlos I y el aeropuerto de Madrid-Barajas. Conviene acercarse antes a sus cifras. Está considerado como el establecimiento hotelero de mayor envergadura de Europa, con más de 100.000 metros cuadrados construidos, dentro de los cuales cabrían 10 estadios de fútbol. En diversas alas encierra 869 habitaciones y un centro de convenciones para 2.200 personas con 59 salas de reuniones. En su acabado no se ahorraron recursos para exhibir los enseres más caros, ni más ampulosos, que dan al edificio una prestancia entre palaciega y de centro comercial. Aconsejable llegar instruidos con la lectura de Learning from Las Vegas (Gustavo Gili; Barcelona, 2000).

Lo primero que salta a la vista, traspasado el suntuoso voladizo de la fachada en ladrillo, es una chocante escultura de un automóvil años cincuenta estrellado contra el suelo: Crash, obra de Mariscal. Por cualquiera de los pasillos saltan antigüedades y obras de arte ignoradas en la inmensidad del espacio. Relojes de Luis XVI, tapices de la Real Fábrica, tallas religiosas, jarrones de porcelana, mesitas de marquetería fina… Al contrario, las habitaciones presentan una cara más amable, si acaso más hogareña. Camas cómodas, colchas estampadas, mesitas de madera oscura y hasta un sillón orejero para la lectura.

Semejantes dimensiones no podían escatimar la panoplia de servicios que pone a disposición de cualquiera, huésped o no, este portento de establecimiento: una enorme piscina climatizada, cuatro pistas de pádel, una terraza de verano con césped artificial, un salón de juegos y videojuegos, dos comedores con capacidad para 800 personas y un lounge bar para bailar hasta altas horas de la madrugada. Lo normal para un hotel que recibe de continuo a las tripulaciones aterrizadas en Barajas.

El plato fuerte, sorprendentemente, lo constituye aquí el desayuno y su escenario. Todo perfectamente ordenado, limpio y bien mantenido, es reflejo del trabajo de reestructuración encargado a un exejecutivo de Paradores, Emilio Gómez-Calcerrada, que ha reinterpretado el bufé de toda la vida como un escenario útil, cómodo, aséptico y conectado a las expectativas de las 1.200 personas que pueden desayunarse al mismo tiempo en ¡un verdadero ejercicio de birlibirloque!

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