Paseo hasta la estatua de la Libertad de Tokio
A la isla artificial de Odaiba se llega en un tren sin conductor por uno de los paisajes más futuristas de la ciudad
Creada en 1850 como barrera para defender Tokio de posibles ataques marítimos y lugar de ocio, ferias y festivales temáticos hoy en día, Odaiba se erige como una de las mejores opciones para el viajero que visite la capital nipona durante el caluroso verano.
Esta isla artificial situada a escasos kilómetros de la estación de Tokio es lo que se ve hoy en día gracias a las inversiones municipales de la última etapa de los años 90, tras los achaques que sufrió Japón debido a la burbuja inmobiliaria. De este modo, Odaiba es hoy un lugar medio futurista, que alberga construcciones como la sede de Fuji Televisión, el moderno edificio Tokio Big Sight, lo que sería el palacio de congresos de la ciudad, el Museo Marítimo reubicado en un barco carguero gigantesco, una réplica de la Estatua de la Libertad o el Ariake, el estadio de tenis con techo retráctil, entre otros muchos.
A la isla se llega a través del Rainbow Bridge, un puente de casi un kilómetro de largo que recorre la bahía de Tokio y que ofrece, sin duda, una de las vistas más bonitas de la ciudad. Pero lo curioso no es solo el puente, sino el Yurikamome, el tren que discurre por sus vías y llega hasta Odaiba. Sale desde la estación de Shimbashi, funciona sobre neumáticos de caucho que se acoplan a los dos lados de las vías y no tiene conductor, está enteramente controlado por ordenador.
En verano, a eso de las 5 de la tarde, cuando el calor ya no aprieta tanto, coger el Yurikamome en Shimbashi y hacer el recorrido hasta Odaiba puede ser una de las mejores maneras de cerrar un día de turismo. La sensación es especial por muchas razones, pero una de ellas es que el tren, antes de llegar al Rainbow Bridge, recorre los entramados de los rascacielos que discurren en la zona de oficinas entre Shimbashi y Shiodome. Es una imagen muy futurista de la ciudad, como tantas veces se ha retratado en las películas.
La sugerencia de las 5 de la tarde no es casual. Odaiba tiene playa, pero es artificial y, además está prohibido bañarse. Lo más aconsejable es sentarte en alguna de las terrazas a tomar algo, ver atardecer con la réplica de la estatua de la Libertad al lado y aguantar hasta el anochecer, pues la vista es, simplemente, indescriptible.
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