Resacón en Shanghái
De una lujosa coctelería a un antro sin cartel. Garitos para una noche china que siempre acaba en el karaoke
Muchos de quienes visitan Shanghái critican que no hay gran cosa que ver en la megalópolis más bestia de China. Y no les falta razón. Sobre todo si la capital económica del gigante asiático se compara con la capital política, Pekín, una ciudad en la que hay templos y lugares históricos hasta debajo de las piedras. Pero es que Shanghái no es tanto una ciudad para ver como para sentir. Hay que vivirla, y gran parte de su encanto se esconde tras la puesta del sol.
Nada mejor para empezar la noche que con una de las exquisitas creaciones de El Cóctel, uno de los mejores bares de la capital económica de China (47, Yongfu lu, 2º piso; (+86 21) 64336511; reservar en fin de semana). Su ‘manager’, Kohei Yamamoto, se curtió en los selectos clubes nocturnos de Tokio, y ahora se ha puesto al frente del local nocturno de Guillermo Trullás, el chef español que triunfa en China y que ya tiene en mente abrir otro establecimiento similar, Clandestino.
La atmósfera suave es perfecta para tranquilas conversaciones en la sombra, y los elevados precios de los cócteles (en torno a los 10 euros) evitan la masificación y convierten al lugar en uno de los bares favoritos de la clase alta china. Además, después de degustar las versiones que Yamamoto hace del tradicional Bloody Mary o del exótico Mai Tai, uno se convence de que resulta mucho más gratificante pagar 82 yuanes por cada uno de ellos que dejarse esa suma en dos cubalibres de garrafón en cualquier otro lugar.
Como contraste a todo este glamour, nada mejor que visitar, dos puertas más allá, el local más underground de China. Literalmente. The Shelter es un antiguo refugio aéreo convertido en antro de mala muerte (5, Yongfu lu, sótano; abierto a partir de las 22 horas). Ni siquiera hay en la calle un letrero que avise de su existencia, y cruzar sus puertas de metal negro y toparse con el rudo ‘segurata’ que espera al final de la oscura escalera da cierto reparo. Hay que tener cuidado con la cabeza, y seguir recorriendo un angustioso túnel que parece llevar directamente al infierno. Es entonces cuando se abre una pista de baile con una barra austera en la que se sirven combinados y cervezas por el equivalente a 3 o 4 euros. Pero ojo con el dolor de cabeza.
Sin duda, es el lugar ideal para tomar unas cervezas rodeado de estudiantes chinos y de buscavidas occidentales, esos que escapan de la crisis y aterrizan en Shanghái para darle un bocado al recién estrenado ‘sueño chino’. Y, si se tercia, a algún ser humano que se deje. Los sofás de las galerías invitan a la lujuria, y la música tecno que retumba como un bombardeo convierte a los huéspedes del lugar en zombis que parecen buscar una presa fácil.
Algo menos oscuro resulta Yuyintang, que juega siempre con el atractivo de su música en directo (851, Kaixuan lu; junto a la estación de metro de Yan’an West Road; (+86 21) 52378662; música en directo de jueves a sábado). Junto al más amplio Mao Livehouse (308, Chongqing Nanlu, 3er piso; (+86 21) 64450086), es uno de los garitos preferidos de las bandas locales alternativas. En estas salas tocan desde los adalides del post-rock, hasta los grupos punk más vociferantes, un impresionante abanico de música alternativa china que merece la pena conocer. Aquí se viene a sudar, a saltar, y a dejarse los tímpanos.
Pero todos estos lugares son atractivos solo para un público minoritario. Si lo que se quiere es sentir el rugido del mainstream nocturno de China, nada como llegar al filo de la medianoche al Rich Baby (Infinity Plaza. 138, Huaihai Zhonglu; (+86 21) 63756667). Aquí corre el Chivas de doce años combinado con refresco de té verde, y otras mezclas cuyos ingredientes es preferible no conocer. Saltan los dados de quienes juegan a ver quién bebe. Otros se entretienen con el póquer. Los solitarios apuestan con el camarero, a la espera de una compañía que no llega, o abren la cartera para pagar por una conversación. Y algo más. Mientras tanto, el DJ se desgañita para tratar de que los chinos muevan el cuerpo. Pero parece que solo tiene éxito con las espectaculares gogós que se contorsionan en la barra americana. El resto se limita a poner los brazos en alto y a dar saltitos. Es el paradigma de discoteca china.
Pero todavía se puede ir un paso más allá. Para los más valientes, el no va más del ‘chinismo’ es el karaoke. Y nada mejor que coger un micrófono en compañía de amistades locales en alguno de los reservados de cualquiera de las franquicias de Partyworld (457, Wulumuqi lu; (+86 21) 62490300). La decoración refleja perfectamente cuál es la percepción que China tiene del lujo, con un exceso barroco de dorados más propio de un palacio de Luis XVI. Y la combinación de Celine Dion, Enrique Iglesias, vino barato, cerveza Tsingtao, sandía, y tomates cherry a pelo es algo que no puede faltar en ningún viaje a Shanghái.
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