El palmito de Goethe
Padua conserva el jardín botánico más antiguo y una tradición librepensadora
Los primeros jardines botánicos se crearon en Italia, a mediados del siglo XVI, cuando la botánica era todavía una rama de la medicina. Descendientes directos del hortus conclusus medieval y precursores del nuevo modelo renacentista, respondían a una nueva curiosidad científica por el estudio de las plantas que traía consigo el humanismo. Con apenas un año de diferencia nacieron en Pisa y Padua dos jardines adscritos a las cátedras de medicina de ambas ciudades con el propósito de reunir aquellas hierbas básicas, medicinales y venenosas que los estudiantes debían identificar y conocer. El de Pisa (1544) cambió varias veces de emplazamiento, por lo que el de Padua (1545) ostenta el título de ser el más antiguo del mundo.
El Orto Botánico paduano es hoy un moderno centro de investigación volcado en la conservación de la flora autóctona del noreste de Italia y en la protección de especies amenazadas. Pero además de ser un referente en los estudios sobre biodiversidad se ha convertido en uno de los principales atractivos turísticos de la ciudad.
Desde que la Unesco lo declarara patrimonio mundial en 1997, rivaliza con el mismísimo Giotto acaparando el interés de los visitantes. Si nadie abandona Padua sin haber admirado la obra maestra del pintor florentino (los frescos, recién restaurados, de la capilla de los Scrovegni, un hito en la historia de la pintura), nadie deja tampoco de acercarse hasta el botánico a comprobar que la famosa palmera de Goethe se mantiene en forma.
Y ahí está, viendo pasar el tiempo, el venerable palmito (Chamaerops humilis arborescens, una especie de palmera) que Prospero Alpino trajo de Egipto en 1581. Tenía ya más de dos siglos cuando Goethe, al poco de iniciar su gran viaje por Italia, se paró a admirar la enigmática geometría de sus hojas. Fue el 27 de septiembre de 1768 y algo debió impresionarle porque, según su diario, parece que esta visita le llevó luego a escribir La metamorfosis de las plantas: “Aquí, en presencia de esta diversidad que es tan nueva para mí, la idea de que todas las formas vegetales acaso deriven de un único tipo primitivo adquiere una fuerza cada vez mayor. Solo de esta manera sería posible determinar con acierto las familias y las especies”.
Esta efemérides adorna sin duda la historia del jardín, aunque su prestigio le viene del vínculo con una de las universidades más antiguas y libres de Europa. La Universidad de Padua —la llaman Bo— nació para acoger a los muchos alumnos y docentes que desertaban de la de Bolonia decepcionados por su rigidez académica y falta de libertad. Fundada en 1222 como una corporación independiente, Padua disfrutó desde el principio de una especial protección de las instituciones decididas a garantizar y ampliar sus libertades. El derecho de ciudadanía y las ayudas económicas que se concedían tanto a estudiantes como a profesores atrajeron gente de toda Europa y contribuyeron a consolidar la libertad de cátedra y de pensamiento. En Padua enseñó Galileo durante 18 años. Y de sus aulas salió en 1678 la veneciana Elena Lucrezia Cornaro, la primera mujer con un doctorado universitario.
El Teatro Anatómico
De su primitiva sede medieval, la locanda del Bove (un viejo albergue sobre el que se levantó luego el palacio actual) conserva, además del nombre, el aula magna y el famoso Teatro Anatómico donde se practicaban autopsias. Se trataba de un recinto privilegiado y un tanto clandestino, ya que la disección de cadáveres estaba prohibida por la Iglesia.
Guía
Información
» Jardín Orto Botánico. Entrada adulto, 5 euros. Hasta finales de octubre abre a diario de 9.00 a 19.00 (domingos, desde las 10.00).
A Goethe le llamó la atención el diseño circular del jardín botánico, que hubo de ser cerrado con un muro de ladrillo porque las plantas desaparecían por la noche. Y es que unas por útiles y otras por exóticas, la colección paduana era una tentación. Quien busca un recuerdo verde puede acercarse al mercado de la Piazza delle Erbe, donde se encuentran hierbas, flores, hortalizas y frutas, además de cestos y objetos curiosos.
Si uno va camino a Venecia, no hay nada como seguir los pasos de Goethe y hacerlo por vía fluvial a través del espléndido valle del Brenta. Il Burchiello, que transportaba a los viajeros románticos, sigue haciendo esta ruta, aunque ahora con las ventajas de una embarcación moderna.
Otra posibilidad es visitar los pintorescos pueblecitos del sur. Localidades como Este, cuna de los duques de Ferrara; la casa de Petrarca en Arquà; o Abano Terme, a 10 kilómetros de Padua, donde Vera y Vladimir Nabokov pasaron 15 días en el hotel Due Torri tomando las saludables aguas que bajan de las Colinas Euganeas.
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