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Escapadas

Shakespeare esquivo

Su localidad natal, Stratford-upon-Avon, recuerda al célebre y misterioso dramaturgo inglés

Jardín de la casa natal de Shakespeare en Startford-upon-Avon.
Jardín de la casa natal de Shakespeare en Startford-upon-Avon.Martin Brent

Es paradójico que sepamos tan poco del hombre que encarnó “el espíritu de su época”. Acerca de William Shakespeare ignoramos datos tan esenciales como la fecha en que nació o la razón de su muerte; en su biografía hay espacios en blanco de varios años, y no contamos con ninguna descripción de su carácter. La oscuridad que lo rodea se evidencia en que, siendo el escritor más importante de todos los tiempos, solo se conservan 14 palabras de su puño y letra: seis firmas y la declaración “por mí” al final de su testamento. No es de extrañar que el admirador de Shakespeare peregrine a su pueblo natal, Stratford-upon-Avon, a la espera de averiguar más sobre el dramaturgo.

Stratford, en el condado de Warwickshire, cobró fama en el siglo XIII por sus mercados. Hoy vive sobre todo del turismo en torno a la figura de su vecino más célebre. Lo primero que sorprende es lo evidente; en Stratford las calles están asfaltadas y hay supermercados y franquicias de comida rápida. Nada de suelos embarrados ni de banda sonora de repiques de herreros y gruñidos de cerdos que hozan en los patios. Quien espere disfrutar de una experiencia isabelina, o algo parecido, debe dirigirse a la céntrica Henley Street, donde se encuentra la casa natal de William Shakespeare.

Jardín de la casa natal de Shakespeare en Startford-upon-Avon.
Jardín de la casa natal de Shakespeare en Startford-upon-Avon.Martin Brent

Es una construcción sencilla, con dos plantas y estructura de roble, aunque mayor que la media de las viviendas de la época. El padre de William, John Shakespeare, fue un hombre próspero. Era artesano guantero y desempeñó varios cargos públicos, desde el muy agradecido de catador de cerveza al de alguacil. Tenía su taller en la planta baja. Los procesos para tratar la piel de los guantes eran fuente continua de malos olores, quizá de ahí las muchas referencias en las obras de Shakespeare a la fetidez. También en la planta baja se encuentra la cocina. Atiborrada de utensilios y con una profunda chimenea, es donde más fácil resulta imaginar cómo era el lugar cuando el pequeño Shakespeare correteaba por allí. No es extraño que Benito Pérez Galdós, también de peregrinación, escogiera uno de los bancos a los costados de la chimenea para sentarse un rato en silencio, como recogió en sus memorias.

Javier Belloso

Scott y Dickens

En la planta superior hay tres dormitorios. En uno de ellos nació Shakespeare. Hoy las paredes están restauradas y limpias. Hasta hace no mucho era costumbre entre los visitantes dejar su firma como testimonio de su paso. En una vitrina se conservan los cristales emplomados originales de la ventana, cubiertos de firmas trazadas con las piedras de los anillos. Entre las rúbricas, algunas tan insignes como las de Walter Scott y Charles Dickens, que producen una extraña combinación de mitomanía y desagrado, por lo que tienen de vandalismo. Gracias a Dickens podemos ver la casa en su ubicación original. A mediados del siglo XVIII, el empresario estadounidense P. T. Barnum quiso adquirirla, desmontarla piedra a piedra y llevársela a su país. La amenaza condujo a la creación del Shakespeare Birthplace Trust, y una campaña emprendida por Dickens permitió recaudar el dinero necesario para que la fundación comprara la casa, que desde entonces gestiona.

Las demás casas históricas de Stratford, como las granjas donde nacieron la madre y la mujer de Shakespeare, tienen una conexión más liviana con él, y en ellas aumenta el efecto parque temático. Lamentablemente no podemos ver New Place, la casa que Shakespeare adquirió en su madurez. Un propietario posterior, harto de las visitas inesperadas que pedían ver el lugar, tomó una decisión drástica: demoler la vivienda. En su tiempo fue la segunda más grande del pueblo, con diez chimeneas y dos jardines. Sin embargo, debido a la cercanía del mercado de quesos, Shakespeare no se libró de los malos olores.

Un corto paseo por calles con negocios con nombres de personajes de Shakespeare lleva al río Avon. Su placidez no debe engañarnos. En la obra del dramaturgo hay hasta 59 referencias a ríos, de las que 26 tienen que ver con inundaciones. Eran cosa frecuente en la época las crecidas repentinas.

A la orilla del Avon está la iglesia de la Santísima Trinidad, donde reposan los restos del autor. El terreno que la rodea, con árboles retorcidos y lápidas de piedra, nos retrotrae al Renacimiento inglés más incluso que la casa natal. El sigilo que impone el recinto sagrado mitiga el efecto de los turistas. Shakespeare descansa en el presbiterio y su epitafio maldice a quien ose cambiar de lugar sus huesos. Junto a la tumba, en uno de los muros, figura una de las pocas imágenes que se conservan de William Shakespeare: una escultura pintada que muestra al dramaturgo de cintura para arriba. Su autor la esculpió siete años después de la muerte de Shakespeare, pero al parecer lo conocía y la escultura contó con la aprobación de familiares del retratado. A Mark Twain no le gustó nada; dijo que tenía “la expresividad de una vejiga”. Por lo tanto, es un alivio averiguar que para entonces había sido blanqueada y repintada varias veces, así que los rasgos que vio, y que nosotros vemos ahora, tienen poco que ver con los verdaderos del dramaturgo. En el lado malo, Shakespeare, de un modo u otro, continúa ocultándose de nosotros.

» Jon Bilbao es autor de Shakespeare y la ballena blanca (Tusquets, 2013).

Guía

Visitas

Información

» Casa Natal de Shakespeare (www.shakespeare.org.uk; +44 1789 20 40 16). Henley Street. Entrada adulto, 17,50 euros.

» Por 26,30 euros se puede comprar un pase para visitar los cinco lugares vinculados con el dramaturgo en Stratford.

» Oficina de turismo de Stratford-upon-Avon (www.stratford-upon-avon.co.uk)

» www.visitbritain.com.

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