Fresco y sazonado

Nada parece inquietar a la apacible ciudad de Toro. Ni siquiera en época de vendimias se palpa demasiado bullicio. Aparentemente no parece existir el estrés de la fama adquirida. Pero es un espejismo. El éxito ha sido fulgurante porque las condiciones vitivinícolas para convertirse en una DO de prestigio estaban ahí. Solo había que verlo.

Todo empezó con el providencial Manolo Fariña, y siguieron los buscadores de la cepa vieja y noble, atraídos por sus tierras de cascajo en superficie y capa arcillosa en la profundidad, su diferencial térmico noche-día, las limpias y abundantes horas de sol, la capacidad de absorber y retener el agua en sus profundidades telúricas, la salud envidiable de un viñedo nacido para la excelencia.

Hoy queremos resaltar el tesón, coraje y fortaleza de una mujer excepcional, Inma Cañibano, que ha llevado la bodega Estancia Piedra a lo más alto con este vino modélico, logrado tras una estricta selección de la parcela Paredinas, cinco hectáreas de cepas francas plantadas en 1907 a 765 metros de altitud, y envejecido durante 32 meses en barricas nuevas del mejor roble francés.

Un tinto donde el aroma se sustenta de moras silvestres, hierba de monte, savia mineral, y especiada alma de madera; donde el gusto goloso explota, súbito y potente, con los taninos suculentos jugando al sabor fresco y sazonado. El orgullo de lo auténtico.