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Reportaje:PLANAZO EN LA GOLETA

Backgammon, vermú y mucho Mediterráneo

Una aventura entre calas tranquilas y tumbas licias que mezcla la emoción de navegar en un velero tradicional con el lujo perezoso de los martinis en cubierta

Llevamos una semana descalzos. Navegamos por un litoral antiguo en una goleta de dos palos y 25 metros de eslora, construida como en el siglo XVIII. Dormimos en camarotes cómodos pero estrechos, comemos en cubierta. Somos once, más cuatro tripulantes, en un espacio de unos 300 metros cuadrados (eso sí, tenemos todo el Mediterráneo por piscina). Y, a pesar de las estrecheces, estas son las vacaciones más lujosas de las que hemos disfrutado nunca: un planazo de ricos asequible si consigues poner de acuerdo a los suficientes amigos para compartir gastos.

A bordo, el lujo tiene que ver con lo de no llevar zapatos, con dejar que el capitán decida adónde nos dirigimos, con las tardes sin mucho que hacer, el pescado a la brasa y con la brisa. Este es el territorio de la pereza y el buen vivir, es un veraneo de los de antes.

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El capitán apaga el motor y deja que la goleta se deslice con las velas desplegadas. El silencio inunda el Mediterráneo y el vermú brilla en la copa. La costa turca se estira virgen y vaga, poblada solo de pinos bajos, grillos y alguna cabra loquísima con gusto por la vertical. En proa, unos duermen la siesta sobre colchonetas blancas. En popa, otros se enfrascan en sus libros y en sus partidas de backgammon, pasando la tarde como hacen los viejos turcos en las puertas de los cafés.

Quién demonios querría estar en otro lugar haciendo cualquier otra cosa. Esto son vacaciones.

Goletero previsor

Meses antes de embarcar en la goleta Yildizhanlar, y de las calas diminutas y secretas de la costa licia, este viaje de verano levó anclas en primavera y en Internet. No hay que olvidar que la Riviera turca es un destino favorito de jubilados y familias británicas; gente seria que planifica con meses de antelación obsesiva (para el español medio) su ocio. Si uno quiere encontrar barco y, sobre todo, conseguir una villa libre para alargar la estancia otra semana y amortizar el viaje, conviene ir reservando ya.

Organizar un viaje en barco es como preparar un cóctel. Importa el destino, la tripulación y la propia embarcación. Y, por supuesto, el tiempo, que puede arruinarlo todo, pero que en esta zona del Mediterráneo tiende a ser perfecto. Sin embargo, el ingrediente clave, y el primer paso en el plan de viaje, es tomar la decisión: ¿quiénes vamos?

Navegar es caro. Las goletas se alquilan completas y el precio por barco y día arranca en mil euros, así que cuanta más gente se apunte mejor. Para que el asunto no sea solo apto para millonarios, hay que buscar hasta 12 personas que compartan camarote por parejas. Al final, la cuenta por una semana ronda los 1.000 euros por persona con pensión completa (por no decir completísima, pero del jolgorio gastronómico hablaremos luego). Es dinero, pero hay que tener en cuenta que, aunque el barco atraca varias veces, la mayor parte del tiempo, en medio del mar, no hay donde gastar en nada, y también hay que pensar que te ahorras el transporte... Si uno prevé los transfer, calcula bien los horarios y se organiza, los mil euros no suelen subir mucho más de mil euros. Aunque duelan, una vez a bordo, disfrutando del nivelazo de la vida náutica, dolerán menos. Por cierto, es normal temer que, por mucho que uno quiera a sus amigos/familia, la estrecha convivencia pueda acabar mal. Agobia pensar que uno va a embarcarse en un Gran Hermano marinero del que no hay escapatoria salvo a nado. Tranquilidad, la vida a bordo tiene cierta cualidad sedante que evita que los tripulantes se pasen unos a otros por la tabla.

Decidido quiénes vamos, lo siguiente es ver adónde. "Yo siempre recomiendo Turquía", explica Joaquín Vázquez, de la agencia española Aproache, que lleva más de veinte años alquilando goletas en varios destinos del Mediterráneo. "Aunque hay barcos decentes en Croacia, Cerdeña o Sicilia, solo en Turquía, donde la mano de obra no es tan cara, los sacan cada año del mar para mantenerlos y barnizarlos". "La relación calidad/precio en Turquía es mucho mejor", continúa, "en Croacia el mismo tipo de viaje te sale un 20% más caro".

Además, "en Turquía las tripulaciones son maravillosamente hospitalarias y pacientes, la comida es estupenda y la costa tiene todavía muchos rincones en los que estás solo", añade Vázquez, enamorado de la zona, en la que veranea con su familia. "En la última década el turismo ha explotado, pero aun no agobia".

Recuerdos de Afrodita

En la ruta más habitual, entre Bodrum y Göcek, el experto selecciona sus fondeaderos favoritos: la isla de Karaada ("una calita de agua transparente") y Mersinçik, en la península de Datça, donde se fondea entre montañas altísimas. Para ruinas espectaculares elige las de Knidos (donde se encontraba la famosa estatua de Afrodita de Praxíteles), Loryma (una antigua muralla que rodea una colina, tan ancha que se puede pasear sobre ella) o Caunos, a la que se llega en una excursión por el río Dalyan que atraviesa unas espectaculares tumbas del II antes de Cristo excavadas en la pared. Toda esta zona, poblada por licios, carios, dorios y caunios, fue en tiempos Grecia y la rivalidad sigue flotando en el ambiente. Apenas a unos metros de distancia, cruzar a tierra griega tiene un precio (en forma de tasa) para un barco con bandera turca (y viceversa), pero aún así merece la pena gastar para ver deliciosos puertos griegos como Symi o Kastellorizo/ Megisti (Meis en turco, Castellorosso en italiano), donde se rodó la película Mediterráneo. En varias escenas del filme, turcos, griegos e italianos decían aquello de "una faccia una razza" (un mismo rostro, una misma raza) implicando que todos los mediterráneos deberían llevarse en paz, porque todos somos, en el fondo, un mismo mar.

La costa turca de ese mar tiene kilómetros salvajes, pero, ojo, también enormes engendros del desarrollismo turístico más bruto. Bodrum, de donde zarpan la mayoría de los cruceros en goleta, tiene su punto Salou (el Salou que ahora el Ayuntamiento intenta erradicar con jornadas de deporte y respeto): de noche se llena de hooligans bebiendo como si no hubiese mañana en tremendas discotecas.

En la goleta no importa tanto donde te pares, ya que si no te gusta puedes seguir rumbo, pero si se quiere alargar el viaje alquilando una villa es fundamental informarse de los pueblos más acordes con los gustos propios. Ampliar la semana en goleta con otra en una villa abarata costes y amortiza el billete de avión: las villas para más de 10 personas abundan en la zona y salen tiradas comparadas con un hotel (unos 200 euros por cabeza por siete noches en páginas como www.theturquoisecollection.com, www.premiervillas.net/turkey, o www.truffleresidences.com). Además, la estancia en una villa con coche de alquiler permite conocer más a fondo la zona (por situación son ideales para ello, y agradables, Kalkan y Kas). Porque, por mucho entusiasmo excursionista que uno tenga, durante la semana del barco no se ven muchas cosas. La vida a bordo aplaca hasta al más intrépido. Navegar engancha. Y más que bajar a tierra a ver ruinas o pueblos lo que más apetece es coger el kayak y remar un rato en una cala; o pescar; o bañarse. O nada.

En el agua, también hay lugares masificados, calas convertidas en aparcamientos de goletas donde uno siente que su viaje no es tan especial, pero la ruta está llena de fondeaderos perfectamente solitarios. "Hay muchos lugares recomendables, pero a mí hace tiempo que me da exactamente igual dónde me lleve el capitán", dice Joaquín Vázquez dando en el clavo. Un viaje en goleta es ideal para un grupo grande porque no hay que tomar decisiones. No hay que esperar a nadie para salir a cenar, no hay que ponerse de acuerdo sobre adónde ir de excursión, no hay que repartirse en coches, ver quién quiere compartir el segundo plato ni dividir la cuenta. No se oye ni un solo "¿cuánto falta para llegar?". La discretísima tripulación se encarga de todo. De marcar el rumbo y poner la mesa, de decidir cuándo se fondea a servir el aperitivo. Al principio, siempre hay alguien que intenta hacerse con el timón de la aventura, Lonely Planet en mano (y se gana un simpático sobrenombre como la capitana). Pero hasta la turista más mandona recula ante la experiencia y el sentido común de un capitán de verdad.

Familia a bordo

El capitán Cevat Yildizhanlar bautizó con su apellido a la goleta Yildizhanlar II. La niña de sus ojos reluce cada mañana a base de cubos de agua de mar y cepillo. La limpian Sultan, la hija adolescente del capitán, y Hur, el chico para todo, que igual echa el ancla, sirve copas o trepa al mástil. El capitán Cevat es paciente y encantador, y tiene una forma muy divertida y elegante de preguntarte qué quieres hacer para luego hacer lo que él quiere. Maneja a su tripulación (que completa Gorki, el cocinero), con discreción y talante, y a sus pasajeros con flexibilidad y la paciencia de un santo. Tanto, que antes de despedirnos entre emotivos abrazos (como la casa de Gran Hermano, el barco une mucho) le preguntamos si hemos sido un grupo muy pesado... El capitán se parte de risa. "Para nada, españoles treintañeros... Pan comido", parece que dice negando con la cabeza mientras saca el diario de a bordo, un librazo con fotos y comentarios dejados por otros pasajeros: una familia con un montón de niños rubios, un grupo de parejas de jubilados italianos, una despedida de soltera irlandesa... "Los peores", dice el capitán señalando una foto en la que una panda de fornidos rusos cincuentones se abrazan en cubierta. Bajo la foto, apuntaron las botellas de vodka ingeridas durante su travesía. Efectivamente, los del vermú somos pan comido.

Según otro capitán con décadas de experiencia llevando turistas, Nedim Danaci, cada nacionalidad tiene particularidades. "Los turistas de países mediterráneos son más amistosos y divertidos; los americanos y australianos tienen más interés por la historia de Turquía y les gusta visitar los sitios arqueológicos". A los mediterráneos nos va más el dolce far niente, dice. En el disfrute del cual tiene mucho que ver el cocinero de a bordo, que en una cocina minúscula prepara banquetes para una docena de piratas tres veces al día. Desayunos con bandejas de huevos y fruta y jarras de zumo recién exprimido, comidas con surtido de entrantes, cuatro ensaladas y platos principales tipo chuletas a la brasa, mero gigante o arroz turco que habrá que digerir con una siesta en cubierta. Y cenas deliciosas con sobremesas que se alargan hasta un baño de madrugada en la soledad más absoluta de tu propia cala privada. Ay... ¿Repetimos?

Goletas fondeadas  en la bahía de Ekincik, en la costa licia  del Mediterráneo  turco.
Goletas fondeadas en la bahía de Ekincik, en la costa licia del Mediterráneo turco.MICHAEL MELFORD
La lengua de arena de la playa de Oludeniz, cerca de la cual se puede explorar la cueva azul o el Valle de las Mariposas.
La lengua de arena de la playa de Oludeniz, cerca de la cual se puede explorar la cueva azul o el Valle de las Mariposas.AHMED GUL
El capitán Cevat Yildizhanlar y su hija Sultan a bordo de su goleta.
El capitán Cevat Yildizhanlar y su hija Sultan a bordo de su goleta.ANDRÉS AGUAYO
Salto desde la cubierta.
Salto desde la cubierta.PATRICIA ORTEGA DOLZ
Mapa de la costa turca.
Mapa de la costa turca.JAVIER BELLOSO

¿Me marearé?

» ¿Hay que saber navegar para alquilar una goleta? En absoluto, las lleva una tripulación de cuatro o cinco profesionales.

» ¿Hay que llevar comida? No. La tripulación incluye un cocinero. Se pactan previamente menús especiales, aperitivos, etc.

» ¿Es carísimo? Si uno junta a entre 10 y 12 personas, sale por unos 1.000 la semana, por persona, pensión completa.

» ¿Me agobiará tanta gente en tan poco espacio? Las tripulaciones son discretísimas y la vida a bordo es sedante para los pasajeros.

» ¿Me marearé? Depende de lo que beba. Por el movimiento del barco, no es probable.

Guía

Información

» Oficina de turismo de Turquía (www.goturkey.com).

Cómo llegar

» Lufthansa (www.lufthansa.com) vuela a Estambul desde Madrid a partir de 175 euros en julio. Iberia (www.iberia.es), desde 251 euros ida y vuelta.

» Atlasjet (www.atlasjet.com) vuela de Estambul a Bodrum, desde donde zarpan muchas goletas a partir de 80 euros ida y vuelta. Por el mismo precio hay vuelos a Dalaman, ideal para buscar una villa en la zona.

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