Alcatraz empieza en las duchas
Una particular visita a la célebre prisión de máxima seguridad en la bahía de San Francisco
La madrugada del 11 de junio de 1962, los hermanos John y Clarence Anglin y el preso común Frank Lee Morris, se fugaban de la penitenciaría federal de Alcatraz, en California. No se trataba del primer intento de evasión. Sí fue, sin embargo, la única vez en la que alguien fue capaz de burlar los controles de la prisión de máxima seguridad.
De los tres fugados nunca más se supo y las autoridades, en un alarde de efectismo, dieron al trío por muerto pocos días después. Alegaron que no estaba en la condición de ningún humano soportar el duro clima que imponía la bahía de San Francisco, con corrientes que rondaban el bajo cero y una densa niebla que impedía la visibilidad.
La gran fuga de Alcatraz precipitó la caída del mito que rondaba a la prisión. Los problemas logísticos de la isla y la falta de credibilidad dieron al traste con lo que en otro tiempo fuera el orgullo del sistema judicial norteamericano.
Hoy La Roca no es más que eso, un eterno peñón en mitad de la bahía que mira de soslayo a San Francisco y que conserva prácticamente intactas las celdas que habitaron presos tan célebres como el escurridizo Al Capone.
Una vuelta a 'La Roca'
Al llegar a la isla cada visitante recibe un transistor con la visita comentada, una palmadita en la espalda y un "hala, a explorar". Así que, toca explorar. Y para empezar, las duchas. Situadas en la planta baja, era el primer sitio por el que pasaban los internos al llegar a la prisión. Subiendo unas escaleras situadas a la izquierda se llega al bloque principal. Cinco galerías, cada una con el nombre de una famosa calle de EEUU, dan acceso al grueso de celdas. En total eran 600, aunque por razones de seguridad sólo 300 estaban ocupadas.
Los recién llegados debían pasear desnudos entre Broadway, la galería central, y Times Square (a la derecha) mientras recibían la bienvenida del resto de internos en forma de gritos e insultos. Una terapia que anulaba el ego de los más rebeldes y servía de rápida y concisa introducción al lugar en el que pasarían los próximos años, informa el transistor.
Las celdas se mantienen prácticamente intactas. Las de los hermanos Anglin y Morris conservan la apariencia del día de la fuga, con las camas rellenas con almohadas y las máscaras de jabón y pelo que los guardias descubrieron a la mañana siguiente de su huída. Este es el momento justo para salir retratado como un preso común más. Las celdas son totalmente accesibles, así que no se trata de una misión difícil. Solo hay que sonreír y poner buena cara.
La visita continúa hacia la barbería, que lo es porque lo dice el transistor. Después pasa por la biblioteca, con impresionantes vistas al Golden Gate, pero ni un solo libro. En la cocina, al otro extremo de la galería Broadway, sí se conservan algunas cosas, como las enormes ollas en las que se preparaba la comida y algunos de los bancos en los que se hacinaban los presos a la hora de comer.
Un paseo por el patio
Unas escaleras conducen directamente al patio, el mismo por el que paseaba Clint Eastwood en Fuga de Alcatraz, con el faro al fondo y aquel enorme depósito de agua. Una estratégica valla impide el paso, pero el turista más inquieto y avispado descubrirá un hueco justo a la derecha.
Al bordear la isla te encuentras con los barracones donde se alojaba el personal de la prisión. Uno de ellos se destruyó por completo durante unos de los incendios que afectaron a la isla en 1969, durante la ocupación de nativos norteamericanos. Ese año, un grupo de indios se alojó en la isla durante algo más de 18 meses reclamando la construcción de un centro de ecología y educación. También se vio perjudicada la casa del alcaide y el edificio principal de administración.
El paseo continúa hacia la morgue (totalmente en ruinas) y la sala de enfermería, donde algunos de los presos pasaban meses para recuperarse de las duras condiciones de la cárcel. No hay mucho más que ver, así que el camino reconduce de nuevo al muelle. Durante la espera al ferry de regreso, un pájaro se posa frente a los pacientes visitantes. "¿Saben qué pájaro es?", pregunta una de las mujeres de seguridad. La gaviota suele predominar entre las respuestas de aquellos. "No, es un alcatraz".
Más propuestas e información en la Guía de San Francisco
GUÍA PRÁCTICA
La isla de Alcatraz fue adscrita al Parque Nacional del Golden Gate en 1973 y albergó la mítica prisión de máxima hasta 1963. Previamente fue un fuerte militar, pues su privilegiada ubicación, en medio de la Bahía de San Francisco, se reveló como punto estratégico para controlar el tráfico de inmigrantes que llegaba a California durante la fiebre del oro, en el siglo XIX.
Las entradas para el ferry se compran en el muelle 33, junto a Fisherman's Wharf. Es recomendable reservar plaza unos días antes, suelen agotarse pronto, sobre todo en verano.
La prisión puede visitarse a lo largo de todo el día, pero la mejor hora suele ser a media mañana, cuando ya ha levantado la niebla y puede disfrutarse también de las impresionantes vistas de la bahía. La isla dispone de servicios de restauración y se ofertan visitas guiadas para grupos.
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