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Blogs / El Viajero
El blog de viajes
Por Paco Nadal

Las vueltas al mundo más disparatadas de la historia

Circunvalar el globo ha sido la gesta soñada por viajeros de todas las épocas. Un libro recoge los periplos más épicos a lo largo del planeta y en todos los medios de transporte posibles

El 'Gipsy Moth IV', el barco con el que sir Francis Chichester dio la primera vuelta al mundo en solitario, navega de nuevo para celebrar el 50 aniversario de la gesta patroneado por su hijo.
El 'Gipsy Moth IV', el barco con el que sir Francis Chichester dio la primera vuelta al mundo en solitario, navega de nuevo para celebrar el 50 aniversario de la gesta patroneado por su hijo.
Paco Nadal

Dar la vuelta al mundo ha sido siempre el sueño recurrente de cualquier viajero. Circunvalar el globo es el epítome de la aventura, el galardón máximo con el que puede soñar cualquier alma inquieta a la que se le quedan pequeñas las costuras de su lugar natal. Desde aquella épica y trágica primera vuelta al mundo de los 18 tripulantes de la expedición Magallanes que lograron regresar en la nao Victoria con Elcano, el ser humano ha tratado de darle una vuelta al planeta en todo tipo de medios de transporte y por las más disparatas ideas o razones. De todas, me quedo con la de Jerrie Mock, una ama de casa de Ohio que, en 1964 y al nada épico grito de “¡Si no salgo de esta casa, me vuelvo loca!”, agarró una avioneta Cessna y se convirtió en la primera mujer en dar la vuelta al planeta en solitario. ¡Muy fan de la señora Mock!

Mark Beaumont, durante su vuelta al mundo en bicicleta en 78 días
Mark Beaumont, durante su vuelta al mundo en bicicleta en 78 días

Más loca es aún la vuelta al mundo en bicicleta del escocés Mark Beaumont. El primero que hizo un viaje de este tipo fue otro británico, Thomas Stevens, que con un biciclo de la época (con una gran rueda delantera) circunvaló el globo entre 1884 y 1886. Desde entonces muchos ciclistas de fondo repitieron la gesta rebajando el récord hasta los 123 días y 43 minutos que el neozelandés Andrew Nicholson estableció en 2015. Nicholson hizo el viaje solo y sin apoyos, portando en su bici todo lo necesario. Mark Beaumont asumió el reto de mejorar esa cifra e incluso la de Phileas Fogg (el personaje de La vuelta al mundo en 80 días, de Julio Verne) y declaró que estaba dispuesto a darle la vuelta al globo en bicicleta en menos de esas 80 jornadas (incluyendo los vuelos en avión entre continentes). Con un equipo logístico de apoyo de 20 personas y un plan diabólico que consistía en hacer 385 kilómetros por día pedaleando durante 16 horas a una velocidad media de 24 kilómetros por hora, Beaumont lo consiguió e incluso le sobró tiempo: regresó a París, de donde había partido, a los 78 días, 14 horas y 40 minutos. No me pregunte si le dio tiempo a ver algo del paisaje o disfrutar de la gastronomía de las ciudades por las que transitó.

Sir Francis Chichester a bordo del 'Gipsy Moth IV'
Sir Francis Chichester a bordo del 'Gipsy Moth IV'

Navegar por los siete mares regresando al punto de partida también ha sido otra de las obsesiones de los aficionados a la vela. El primer hombre que dio la vuelta al mundo a vela, en solitario y sin asistencia fue el inglés Francis Chichester a bordo de un monocasco de 16 metros de eslora llamado Gipsy Moth IV. Chichester zarpó de Plymouth en 1966 cuando tenía 65 años (y un diagnóstico de cáncer terminal). Pese a que no era un marino experto (aprendió a navegar apenas unos años antes), regresó a los 266 días habiendo hecho una única escala (en Sídney) y convertido en una leyenda. Su viaje inspiró un año más tarde al periódico The Sunday Times a convocar una regata-competición de vuelta al mundo en solitario y sin escalas. Se llamó Golden Globe Race y a ella se apuntaron nueve barcos, de los que solo regresó uno. Entre los que no volvieron estaba el Teignmouth Electron, patroneado por el tristemente célebre Donald Crowhurst, un novato que llegó a liderar la regata hasta que se descubrió que estaba parado en el Atlántico sur y mintiendo sobre su posición. El Teignmouth Electron apareció a la deriva en alta mar sin rastro de su patrón; se supone que se suicidó, incapaz de volver a tierra y afrontar la vergüenza de su engaño. Aquella Golden Globe Race fue la precursora de la actual Vendée Globe. Y si quiere sabe más sobre aquella épica regata, en unos tiempos en los que los navegantes podían pasar cuatro meses sin conexión con el exterior enfrentándose en los llamados 40 rugientes (vientos) del Antártico Sur, le aconsejo un libro maravilloso sobre ella: Una regata de locos, de Peter Nichols, publicado por Editorial Juventud.

Disparatada ha sido también la intención de circundar la tierra en globo. Dejando aparte la literaria de Julio Verne y su ya célebre Phileas Fogg, hubo intentos reales desde siempre, pero la compleja gobernabilidad de este medio de transporte y el espacio hostil en el que se desenvolvía hizo que fuera el último de todos en los que el ser humano circunvaló el planeta azul. De hecho, aunque el primer aerostato se elevó (con poco éxito, todo hay que decirlo) sobre los cielos durante 10 minutos en 1783, no fue hasta 1999, a las puertas del siglo XXI, cuando dos pilotos, el británico Brian Jones –héroe de las fuerzas aéreas de su país– y Bertrand Piccard –nieto del inventor batiscafo e hijo del primer hombre que bajó con él a la fosa de las Marianas– lograron la gesta a bordo del Breitling Orbiter 3, soportando vientos de más de 300 kilómetros por hora y temperaturas gélidas.

Todas estas aventuras y muchas más se recogen en el libro Aventureros, viajes increíbles alrededor del mundo, una obra coral publicada por Geoplaneta e indispensable en la biblioteca de cualquier viajero. En ella se detallan también las vueltas al mundo más singulares en buque, en avión, a pie, en moto, en tren e incluso en coche. Un libro lleno de datos, de curiosidades, de historias humanas de superación, de glorias y también de fracasos y tragedias, para ir leyendo con deleite poco a poco al arrullo de una tarde ventosa y un sillón cómodo soñando con lugares remotos y anotando ideas para el destino de un próximo viaje.

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