Antes de generalizar la vacuna, la población tiene que confiar en la seguridad y el beneficio de la misma. Las agentes de salud comunitaria, voluntarias ―casi siempre son mujeres― que reciben un pequeño estipendio de ONG o los Gobiernos por hacer seguimiento de la salud de los vecinos en zonas rurales, serán fundamentales en este capítulo. Estas figuras son comunes en África subsahariana, donde gran parte de la población vive lejos de los centros de atención primaria. Las voluntarias son formadas en determinadas dolencias, salud sexual y reproductiva o nutrición, para hacer la labor de campo. Y a ellas les corresponderá, como hizo Ong’ayo, explicar a las familias con niños pequeños por qué la malaria les pone en mayor peligro, cómo puede contribuir la inmunización a evitar la infección y, muy importante, que mantengan hábitos como dormir bajo mosquiteras, cerrar las casas antes del atardecer y desbrozar sus terrenos.