_
_
_
_

El despegue del aeropuerto digital

Centros de ocio, robótica en el equipaje, 'big data', biometría: la tecnología cambia el sentido de volar

Patti McConville (Alamy)
Miguel Ángel García Vega

Las dos últimas décadas han sido turbulentas para la industria de la aviación. Los ataques terroristas, el crack financiero de 2008, y esta especie de plaga neobíblica llamada covid-19, que reverbera los ecos transatlánticos de la Gran Depresión de 1929 o la hiperinflación en la época de la República de Weimar (1921-1923), han colocado al sector con vientos de cola en su rumbo hacia el futuro. Sin embargo, el virus pasará y el mundo seguirá rotando. El ser humano es una especie viajera. Estos días piensa cómo habitar Marte. Más cerca. En esta aldea de agua, tierra y aire, la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA, por sus siglas inglesas) prevé que en 2035 se duplicará la demanda mundial del tráfico de pasajeros. El hombre viajará de otra manera. Los paralelos y meridianos están surcados por la digitalización y la tecnología mejorará el vuelo.

En los próximos años, el cambio nos acercará a la ciencia y también recordará a la ficción. "Tecnología biométrica, etiquetas inteligentes para los equipajes, identidades digitales de los pasajeros, y vehículos y robots conectados y autónomos dibujarán el paisaje habitual de los nuevos aeropuertos", desgrana Sara Fernández, manager de Infraestructuras y Transporte de KPMG España. Habrá maletas que "caminarán" dos metros por delante del viajero o vendrán (como sucede en algunos aeropuertos) a recogerlas a casa. Es un ejemplo de un espacio nuevo. Ya no serán lugares de paso. Arquitecturas donde la mayoría de las veces dan ganas de escapar. Colas en la facturación, colas en el embarque, colas en el control de identificación. Eso que los expertos llaman "experiencia de usuario" es un fiasco. Cambiará. Está cambiando. La ingeniería Arup ha instalado para la aerolínea JetBlue en el aeropuerto JFK de Nueva York un "vestíbulo sin colas": un sistema de autogestión de la entrega del equipaje. Y la terminal de Schiphol (Ámsterdam), por ejemplo, cuenta con un mecanismo de manipulación robótica de las maletas. Al tiempo, los vehículos autónomos recogerán la nieve, detectarán escombros, limpiarán las aeronaves y viajar resultará más seguro. "Los aeropuertos se convertirán (muchos ya lo han hecho) en hubs de comunicación intermodal con centros de ocio, pequeñas ciudades donde comer, comprar, ir a la peluquería e incluso practicar deporte", narra Miguel Pazos, director de Negocio Digital en Siemens Logistics. Gran parte de los ingresos procederán de ahí y se llegará a través de taxis aéreos o en el tren de alta velocidad Hyperloop. Y el ser humano recuperará su lugar sobre la Tierra. Hominem viatorem. Hombre viajero.

Despega desde el aeropuerto digital el "hombre viajero", lo hará en aviones construidos con materiales más ligeros, más sostenibles, más rápidos, impulsados por hidrógeno, electricidad o placas solares; y adiós a la configuración de las aeronaves como "latas de sardinas". ¿Recuerdan que varios fabricantes patentaron sistemas para viajar de pie y sin ventanas? Algunas cosas se van; y otras, llegan. "La biometría resultará esencial para identificar y ubicar los pasajeros y todo se hará sin contacto físico, de un modo más sencillo, más rápido y cómodo", resume Patricia Fernández Reid, Aviation Business Leader en Arup España. Sensores, billetes en el móvil, toma de temperatura y aplicaciones disolverán casi todas las esperas. "El tráfico va a volver. Los diseños de los aeropuertos serán más flexibles y modulares y el software te permite análisis complejos para afinar en la fase de creación", defiende la experta.

Hablamos de una revolución 

Al fondo, tomando tierra y partiendo constantemente, el cribado masivo de datos. El big data. La información recopilada durante años de operaciones y mantenimiento predecirá —aventura Miguel Pazos— problemas futuros que puedan afectar a los usuarios. El mundo cuenta con tecnologías, como el "gemelo digital", que permiten crear escenarios virtuales y anticiparse a la climatología extrema. De hecho, Siemens tiene un sistema denominado Baggage 360 que ofrece al pasajero una trazabilidad precisa de su equipaje. No es la única innovación que pide pista. Minsait (filial de Indra) ha desarrollado una solución que realiza la facturación de manera "limpia y segura" en el destino. "¿No lo sabes? / Hablamos de una revolución". Son los versos de la cantante Tracy Chapman. "Maletas con conectividad, asistentes virtuales, realidad aumentada y robots", condensa Adrián Larripa, profesor de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Navarra. Y añade: "Tecnologías que harán menos estresante la experiencia de volar, y ahí tiene mucho que decir el Internet de la Cosas o el 5G". Se impondrá el reconocimiento facial y biométrico como fórmula para acceder al control de documentación, facturar u organizar el embarque y la salida rápidamente. Porque las aerolíneas ganan dinero solo cuando tienen los aviones en el aire. El coste será la privacidad y el empleo.

La automatización contrata a pocas personas. No habrá hileras de mostradores de facturación. Solo un par de personas guiarán a quienes tienen dudas con las máquinas. En algunas rutinas será regresar a los años cincuenta del siglo pasado. "Por ejemplo, las maletas se subirán antes al avión y quizá se organicen fuera del propio aeropuerto", reflexiona Esteve Almirall, profesor del Departamento de Operaciones, Innovación y Datas Sciences en Esade. Y la infraestructura es mínima. Serán innecesarias grandes reformas de los espacios "Esencialmente, basta con una cámara para el reconocimiento de los pasajeros y un software que las compañías tendrán en la nube", apunta el docente. Esa vuelta a los años 50 recuerda que en aquellos días solo volaban los pudientes. En los que llegan... ¿también? "La implantación de las soluciones tecnológicas aumentará la polarización entre el lujo y el no lujo. Estos servicios no serán para todo el mundo", zanja Esteve Almirall. La inequidad viaja por las nubes.

Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_