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Hijras o el tercer género, de la mitología a la marginación

Aún reconocida, la comunidad transgénero en India sigue siendo uno de las más marginadas. Kerala es uno de los estados que ha empezado a tomar medidas para mejorar su situación y cuenta con centros de apoyo. Visitamos uno ellos

Archana tiene 19 años y vive en el hogar de acogida para la comunidad transgénero del distrito de Ernakulam, en la ciudad india de Kochi del estado de Kerala.
Archana tiene 19 años y vive en el hogar de acogida para la comunidad transgénero del distrito de Ernakulam, en la ciudad india de Kochi del estado de Kerala.Óscar Espinosa

En medio de una ciudad que aparenta estar en continua construcción, donde los símbolos cristianos y comunistas parecen luchar por adueñarse del espacio público, un edificio de cuatro plantas de aspecto gris y casi olvidado sirve de refugio para una pequeña parte de la comunidad transgénero de Kochi, en el sur de la India. Un lugar de acogida y punto de partida para las personas que buscan una oportunidad de vida en una sociedad que poco a poco empieza a aceptarlas de nuevo.

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India posee una de las culturas más antiguas y fascinantes de la humanidad, con figuras ancestrales como las hijras, que han trascendido hasta la actualidad. Oficialmente reconocidas como tercer género, las hijras son personas de género disidente que no se identifican con el binomio hombre-mujer, se maquillan, visten con ropa de mujer y durante siglos gozaron de gran respeto y un cierto estatus social.

Antes de la colonización británica, el tercer género no estaba estigmatizado. La ambivalencia sexual y la fluidez de los géneros está muy presente en la mitología hindú, con divinidades que cambian de género o la incorporación de los dos sexos en una sola persona. Pero hace 150 años su suerte cambió y pasaron a conformar uno de los sectores más marginados de la sociedad; sucedió cuando en 1871 la Ley de Tribus Criminales clasificó a toda la comunidad transgénero como delincuentes. Los británicos las vieron como una amenaza a la moral y lanzaron una campaña para borrarlas de la vida pública, obligándolas a la clandestinidad.

Y aunque en 1949 se derogó la ley que las denigró y las excluyó de la sociedad, las hijras no recuperaron su antiguo estatus y han seguido viviendo marginadas y apartadas, dedicadas en su gran mayoría a la mendicidad y a la prostitución. Muchas aprovechan la creencia popular sobre sus poderes para bendecir o maldecir como modo de subsistencia. Son requeridas para cantar y bailar en bodas y nacimientos para atraer la buena suerte. Sus supuestos dones sobrenaturales están consagrados en la mitología hindú, y despiertan tanta admiración como temor en una cultura muy supersticiosa.

Se tiende a usar el término hijra para referirse a todas aquellas personas que se identifican como transgénero, transexual, travesti o eunuco, aunque eso no es del todo correcto. “Nosotras somos transgénero, pero no todas somos hijras”, aclara Adithi Achuth, de 35 años. “Estamos juntas en una misma lucha y coincidimos en muchos aspectos, pero no somos lo mismo”. Achuth es la coordinadora de la comunidad transgénero del distrito de Ernakulam, en el estado de Kerala. Gestiona el hogar de acogida para personas transgénero en Kochi, el único que hay en la ciudad. “Tenemos capacidad para albergar a 25 personas y solo en Kochi hay una comunidad de más de 300”.

En un fallo histórico de 2014, la Corte Suprema de la India reconoció a las personas transgénero como un tercer género. Los jueces pidieron al Gobierno que las tratase como a otras minorías para permitirles obtener cuotas en empleos y educación, y asegurar su acceso a atención médica. El fallo judicial recomendó al Gobierno central y a los estados el desarrollo de sistemas efectivos de asistencia social y la realización de campañas públicas de sensibilización para borrar el estigma social. Aunque a día de hoy queda mucho camino por recorrer, Kerala es uno de los estados que ha empezado a tomar medidas al respecto.

“Tenemos que completar la tarea de hacer de la comunidad transgénero los socios naturales del público en general”, expresó el ministro de finanzas, doctor T.M. Thomas Isaac en su discurso presupuestario del ejercicio 2019-2020. “La confianza y visibilidad ganadas por esta comunidad en los últimos años es un avance esperanzador”. Según el presupuesto de ese año, se destinaron 50 millones de rupias (unos 585.000 euros) en el proyecto Mazhavillu, que incluye varios programas destinados a la capacitación vocacional, la asistencia para el autoempleo, viviendas y asistencia para cirugía basada en asesoramiento médico.

Los supuestos poderes sobrenaturales de las hijras despiertan tanta admiración como temor en una cultura muy supersticiosa

En el discurso presupuestario del ejercicio 2020-2021, el ministro de Finanzas también comprometía 50 millones de rupias para los programas de Mazhavillu, pero ese discurso se formuló el 7 de febrero de 2020, antes de que estallara la crisis sanitaria generada por la covid-19. “El coronavirus lo ha paralizado todo”, dice sin poder ocultar su preocupación Achuth. “Ahora hay otras prioridades y no estamos recibiendo los fondos para poder llevar a cabo nuestros programas”.

Con el cierre nacional, el Gobierno central anunció un paquete de estímulo de unos 18,6 millones de euros que incluía medidas específicas para los grupos vulnerables (discapacitados, viudas, personas mayores, agricultores y aquellos por debajo del umbral de pobreza), pero omitió una respuesta específica para la comunidad transgénero, compuesta de unos 490.000 miembros según el último censo de 2011. Kerala anunció la entrega de kits de ayuda para las 1.000 personas transgénero registradas en el estado, de los cuales 127 fueron entregados a través del hogar de acogida en Ernakulam. “Esto no soluciona el problema, ya que solo es una pequeña tirita, pero de momento es lo único que podemos hacer”, afirma Achuth mientras entrega kits a aquellas que se acercan al refugio.

Uno de los proyectos que ha quedado interrumpido en el hogar de acogida de Ernakulam es el restaurante que estaban a punto de abrir en el mismo edificio y que iba a emplear a trabajadoras transgénero para capacitarlas en el sector de la hostelería. “Serviremos cocina tradicional utilizando solo vegetales orgánicos, pescado, carne y especias caseras”, cuenta muy ilusionada Archana, de 19 años. Antes de entrar en el hogar de acogida en mayo de 2019 vivía en la calle, y ahora es una de las cinco internas que trabajan en el refugio. “Mi familia me rechazó y terminé en la calle” dice sin perder la sonrisa, “pero yo tuve suerte de entrar aquí y conseguir una plaza fija como personal del centro, el resto de mis compañeras solo pueden quedarse durante tres meses”.

Este es el caso de Ameya, de 22 años, que llegó al refugio en diciembre de 2019 a través de una amiga que le habló del lugar. “Me tendría que haber ido en marzo, pero justo coincidió con el confinamiento establecido en todo el país por la covid-19 y me he podido quedar unos meses más” explica en su pequeña habitación compartida, donde apenas caben tres camas y un par de sillas donde dejar sus cosas. En junio de 2019 empezó el tratamiento para hormonarse y la situación en su casa se hizo insostenible. Ella es la única del refugio que estudia. “Estoy a punto de terminar mis estudios de comercio y espero encontrar trabajo en una oficina cuando termine, aunque soy consciente que no será fácil, ya que lamentablemente la sociedad todavía nos tiene muy estigmatizadas y no nos tienen confianza”.

Con el cierre nacional por la covid-19, el Gobierno anunció medidas de protección para los grupos vulnerables, pero omitió a la comunidad transgénero

Como Ameya, la mayoría de sus compañeras tendrán que buscar otro lugar cuando se levanten las restricciones impuestas por el Gobierno para combatir la propagación del virus en la India. Estos últimos meses ha compartido habitación con Sanui Merin, de 21 años, y con Mumds, de 20 años, y se han vuelto inseparables. “Buscaremos una habitación en un hostal para compartir, ojalá pudiéramos seguir siempre aquí, pero ahora somos más fuertes que cuando llegamos y entre las tres conseguiremos mantenernos” dice Ameya entre risas, rodeada de sus amigas.

El hogar de acogida, lanzado bajo el proyecto Mazhavillu del Gobierno estatal, puede albergar a 25 personas durante tres meses, aunque, si es necesario, la estancia puede extenderse dependiendo de la situación, como ha pasado ahora, ya que la idea es ofrecerles apoyo hasta que puedan encontrar un trabajo decente y un refugio propio. Se les proporciona comida, alojamiento, asistencia jurídica y asesoramiento psicológico de forma gratuita, y se les incentiva a participar en los programas de formación y capacitación que ofrece el estado.

Brinda refugio temporal a personas de la comunidad transgénero que se acaban de someter a una cirugía de reasignación de género, así como a personas que están en crisis o en situaciones de emergencia. “Gracias al centro pude dejar la prostitución y la calle” cuenta Mikhashe, de 22 años, mientras acaba de prepararse para ir al mercado. Ella es la más veterana del lugar, llegó al hogar de acogida cuando lo abrieron en mayo de 2018 y sigue ahí, ya que, como Archana, forma parte del personal del centro.

El proyecto de implementar hogares de acogida para miembros de la comunidad transgénero fue creado por el departamento de Justicia Social de Kerala en 2018 después de que el estado diera a conocer su Política Transgénero. Según el plan, el departamento planea establecer cinco hogares de acogida en cuatro distritos: dos en Thiruvananthapuram, la capital del estado, y el resto en los distritos de Kozhikode, Ernakulam y Kottayam. Hasta la fecha solo se han abierto tres, y con la actual coyuntura es probable que los otros se retrasen todavía más.

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