Maxi Iglesias: “El éxito me cambió, yo era una persona abierta y agaché la cabeza"

Aún falta un año para que se convierta en treintañero, pero Maxi Iglesias (Madrid, 1991) lleva tanto tiempo delante de las cámaras que inevitablemente pocos creen que no haya cumplido ya tres décadas de vida. Demasiado joven para ser adulto y no tan adulto como para dejar de ser joven, por fin le ha llegado el momento de interpretar al primer hombre de su carrera: el subinspector Rodrigo, del Grupo 2 de Desaparecidos del Cuerpo Nacional de Policía, junto a Michelle Calvó, Juan Echanove y Elvira Mínguez. Desde este mes disponible en Amazon Prime Video, Desaparecidos llegará luego a Telecinco, lo que le dará tiempo a rodar la segunda temporada de Valeria (Netflix) y volver a pisar las tablas del Festival de Teatro de Mérida con Penélope, de Magüi Mira, junto a Belén Rueda y María Galiana.

¿Desaparecidos es el primer gran paso hacia trabajos que dejen atrás al eterno adolescente? Yo tengo muchas esperanzas puestas en esta serie. Es un proyecto al que le tenía ganas. Me moría por hacer género policiaco, donde se toman decisiones importantes en circunstancias muy exigentes. Creo que el público puede verlo y decir: “Vale, es verdad, ha crecido”. Pero te advierto que si eso no sucede con Desaparecidos tampoco pasa nada. Voy a seguir ahí, peleando, y si no es este año será el que viene. Ojalá funcione y hagamos una segunda temporada, sería acojonante.

¿Qué es lo que más echa de menos a estas alturas? Quizá eso, encontrar personajes donde ya pueda demostrar esa ma durez, y creo que ahí se podrían abrir más puertas. Yo me tomo todos estos años como una licenciatura, preparándome para este momento, acumulando experiencia de todo tipo.

Hasta ahora, ¿cuál ha sido su mayor reto? Seguir aquí. ¿Te parece poco? Mantenerme con la sensación de saber que todo lo que sube baja. Puede llegar a ser hasta divertido estar pendiente de cómo y cuándo va a ser. Pero, mientras, no dejo de mirar de reojo las oportunidades que van saliendo. Todos estos años me he movido por retos. Si estoy convencido, por muy difícil que parezca o mucho que me digan que no lo puedo hacer, allá que voy. No solo me pasa en el trabajo, también con los títulos que me he sacado: Comercio y realización de cámara. Ahora estudio Psicología. Además, me he puesto como reto escribir y dirigir. Ya tengo en la cabeza una película, la biblia de una serie y estoy con una escritora moviendo otra historia. Pero si hay un proyecto muy grande que no me motiva, por mucho que sea de una plataforma o un gran director, es que no puedo.

Conoció el éxito con 17 años en la serie Física o química. ¿No seguirá pensando que es el mismo de entonces? Depende en qué sentido. Puedo contar con los dedos de una mano mis amigos en la profesión, siguen siendo los mismos que cuando era niño. Pero es cierto que el éxito me cambió. Yo era una persona abierta, extrovertida, siempre con la mirada hacia delante. No iba hinchado como un pavo ni miraba a nadie por encima del hombro. Con el éxito agaché la cabeza. No quería herir los sentimientos de nadie ni potenciar las inseguridades de los demás, y eso no puede ser. Me duró un tiempo, pero me fui solo a Australia tres meses y creo que cambié el chip. A esa edad lo último que me apetecía era ser famoso. Por eso me di las hostias que me di.

Fue hijo único, su padre murió cuando usted tenía seis años... ¿Creció con todas las papeletas para ser un niño mimado? Puede ser. Pero mi madre perdió a la suya cuando tenía 18 años y algo dentro de ella supo lo que tenía que hacer. Siempre ha dejado que me las apañase solo para no caer precisamente en eso, lo hizo buscando que yo pudiera ajustar mi vida. Mi primer casting lo hice por diversión, yo era quien quería. Tanto que con 12 años fui a mi primera prueba atravesando Madrid yo solo en bus, y me tuvieron que dar dinero para volver porque perdí el bono por el camino. Desde pequeño recuerdo vivir momentos que no correspondían a mi edad. Por eso estoy acostumbrado, porque así ha sido siempre.