Un solo centímetro, una vida arruinada: el accidente que hizo que Christopher Reeve (Superman) pasase de estrella a leyenda
Un 27 de mayo de 1995 el actor se seccionó la médula espinal tras caerse de su caballo en una competición ecuestre. Hoy, cientos de miles de personas han visto mejorada su calidad de vida gracias a su empeño altruista y activismo incesante
La vida de Christopher Reeve cambió el 27 mayo de 1995. El actor, una estrella consolidada en Hollywood desde hacía dos décadas, era también un entusiasta asiduo a los concursos ecuestres. Aquella tarde primaveral participaba, junto a otros 300 jinetes, en una prueba de obstáculos en la pequeña localidad de Culpeper, Virginia. Cuando se aproximaba a un salto de triple barra, Buck –el apodo con el que bautizó a su caballo purasangre– se detuvo en seco y Reeve cayó de cabeza al otro lado de la barrera.
Antes de subirse a lomos de su caballo Buck, Reeve atravesaba un complicado momento profesional. Tras haber interpretado al héroe de Krypton, luchaba sin demasiado éxito por desencasillarse de aquel rol y demostrar un talento dramático
El golpe lo dejó paralizado del cuello hacia abajo y postrado para siempre en una silla de ruedas. Reeves tenía solo 42 años. Los médicos le arrebataron cualquier esperanza de mejora, asegurándole que era “imposible” que recuperara el movimiento. 25 años después del trágico accidente, la historia de superación de quien diera vida al Superman más famoso de la gran pantalla demostró por qué quizá, cómo él mismo afirmaría, “la palabra ‘imposible’ no debería formar parte del vocabulario de la comunidad científica”.
Antes de subirse a lomos de su caballo Buck, Reeve atravesaba un complicado momento profesional. Tras haber interpretado al héroe de Krypton hasta en cuatro ocasiones, luchaba sin demasiado éxito por desencasillarse de aquel rol y demostrar su talento dramático exhibido en filmes como El reportero de la calle 42 o Lo que queda del día. El accidente lo cambió todo.
Las lesiones eran tan graves que incluso su madre rogó a los médicos que le retiraran la respiración artificial y él mismo llegó a valorar la posibilidad de acabar con su vida. El destino fue caprichoso: según desveló The New Yorker, si el actor hubiera caído un centímetro más a la izquierda habría muerto en el acto. Si lo hubiera hecho hacia la derecha, lo más probable es que hubiera salido de allí con poco más que una contusión. Pero fue una frase de Dana, su segunda esposa, que más tarde daría nombre a su libro de memorias (Still me), la que le hizo agarrarse a su esperanza de vida: “Sigues siendo tú y te quiero”. Publicada en 1998, la biografía se mantuvo durante once semanas en la lista de los más vendidos del New York Times y ganó un Grammy por su versión hablada.
Reeve no solo se convirtió en toda una inspiración por sus esfuerzos para sobreponerse a su estado, sino por el trabajo incesante que lideró para mejorar la calidad de vida de las personas que viven con parálisis. En 1999 creó la Fundación de Christopher & Dana Reeve, una organización nacional sin ánimo de lucro que hasta hoy ha conseguido recaudar más de 130 millones de dólares destinados a la investigación de diferentes tratamientos y ofrecer becas por valor de 30 millones a diferentes organizaciones locales. Además de concienciar tanto a los poderes públicos –hizo lobby en el Congreso estadounidense– como a la sociedad en general sobre las dificultades de aquellos que conviven con la discapacidad, son más de 100.000 los enfermos y familiares que se han beneficiado de su trabajo.
Las lesiones eran tan graves que incluso su madre rogó a los médicos que le retiraran la respiración artificial y él mismo llegó a valorar la posibilidad de acabar con su vida
“Ninguna persona ha acelerado el paso, el interés y el apoyo a la investigación de la parálisis producida a causa de una lesión de médula espinal como Christopher", explica a ICON Peter Wilderotter, presidente y CEO de la fundación. "Recorrió el mundo para entrevistarse con científicos, representantes públicos, empresarios y filántropos. Se convirtió en la voz, y sobre todo en el faro de esperanza, de todos aquellos que viven con parálisis”. Wilderotter conoció a Reeve años antes de su accidente, cuando este ya destacaba en las colinas de Los Ángeles como uno de los actores más comprometidos con cualquier tipo de causa solidaria. “Él era todo lo que uno puede esperar de un personaje famoso, pero pocas veces se cumple. Me impactaron su memoria, perspicacia y compresión política. Recuerdo haber pensado que, si no fuera actor, habría sido un gran candidato político”.
Reeve, nacido en Nueva York en 1952, presumía de una exquisita formación académica. Se graduó en la prestigiosa Universidad de Cornell y fue aceptado en la exclusiva escuela de interpretación Juilliard, donde conocería a su mejor amigo en la industria, el también malogrado Robin Williams. Reeve destacó primero en Broadway, dando la réplica a Katherine Hepburn en 1976 en la comedia A Matter of Gravity.
Un par de años después, debutaría como protagonista en la gran pantalla poniéndose las gafas de Clark Kent en la cinta dirigida por Richard Donner. Aquel joven alto y espigado, de cabello negro azabache, desconocido por el gran público, le había conquistado desde la primera audición y el cineasta se atrevió a darle la oportunidad de liderar la que por entonces era la producción más cara de la historia del cine. Superman se convirtió en un fenómeno global que multiplicí por seis su presupuesto en taquilla y la crítica se deshizo en elogios ante el trabajo de un Christopher Reeve al que todavía ningún otro actor ha conseguido borrar de la memoria colectiva como Kal-El.
El cómico y director de podcasts como Todopoderosos, Arturo González-Campos, se refiere a Superman como una obra iniciática, la primera que tiene conciencia de haber visto en una sala de cine. Convertidos los héroes en una industria hegemónica, multimillonaria y global, González-Campos sostiene que el estreno del filme supuso el germen del fenómeno actual. “El filme creó el molde de cómo se debe hacer una película de presentación de superhéroes, muchísimos años antes de que este fuera un género habitual en el cine”, añade. El autor de libros como Marvel, ¡qué hermosa eres! considera que la elección de Reeve fue el gran acierto del director, Richard Donner, obsesionado con la verosimilitud de los hechos relatados. “Para eso hacía falta un gran actor, venido del teatro y con presencia física, como Reeve. Cuando él vuela no solo lo hace con los efectos especiales, vuela con el rostro, con la mirada... Y cuando es Clark Kent, lo es con todo su cuerpo”.
Reeve reapareció por primera vez en público en los premios Oscar de 1996. Una sorpresa recordada como uno de los instantes más emocionantes en la historia de los galardones, como delatan las lágrimas de Meryl Streep o Gwyneth Paltrow en un patio de butacas levantado para ovacionar la fuerza del actor. “Lo que quizás no sabéis es que salí de Nueva York en septiembre y acabo de llegar a Los Ángeles esta misma mañana”. Demostrando primero que su sentido del humor seguía intacto, ofreció un emotivo discurso sobre el poder del cine como altavoz de problemáticas sociales por encima incluso de sus intereses de taquilla.
Dependiente siempre de la respiración asistida, en los últimos años consiguió mejorar su calidad de vida al recuperar el movimiento en un dedo y la sensibilidad en las piernas. Pese a su estado, el intérprete continúo actuando (fue nominado a un Globo de Oro por su trabajo en un remake televisivo de La ventana indiscreta) y dirigió varios telefilmes hasta su muerte en octubre de 2004 a los 52 años. Sus tres hijos –dos de ellos fruto de su primer matrimonio con la modelo inglesa Gae Exton– tomaron el relevo en la junta directiva de la organización cuando Dana falleció a causa de un cáncer de pulmón en 2006.
25 años después de su accidente ecuestre, Reeve sigue siendo recordado por los cinéfilos por haber sentado las bases de la industria cinematográfica de superhéroes moderna. Evidenciando, como demostrarían después Robert Downey Jr. o Christian Bale, que a un héroe complejo y creíble tiene que interpretarlo un actor de solvencia interpretativa. Algunos críticos sostienen que el neoyorquino dejó el listón tan alto que ninguno de sus sucesores logrará dar vida a un Clark Kent digno de opacarle. Pero, como aduce González Campos, fue a raíz de su accidente cuando Reeve demostró el héroe que llevaba dentro. “A veces ocurre que uno asimila el papel que ha interpretado en la ficción y le acaba invadiendo en la realidad, como en Birdman (película de Alejandro G. Iñárritu). Creo que él debió pensar que Superman se hubiera comportado así si esto le hubiera pasado. Sabiendo, además, que cualquier logro no le salvaría la vida, pero quizá sí a los que vendrían detrás. Fue muy terrible, pero muy hermoso a la vez”.
“Creo que Chris hoy es más recordado por su trabajo activista y ser la cara visible de la lesión -la persona en la que nuestra comunidad aspira a convertirse- que como actor”, concluye Wilderotter, que asegura que la silla de ruedas utilizada por Reeve se ha transformado hoy en un símbolo casi tan poderoso como la capa roja de Superman. Situada en las oficinas de la fundación, miles de visitantes la contemplan cada año, conscientes de que el legado forjado por su propietario auxilió a cientos de miles de vidas sin la necesidad, al menos en la vida real, de levantarse un palmo del suelo para surcar los cielos.
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