10 fotosLa crisis del coronavirusMalica, Mirka y un bebé en camino en pleno estado de alarmaSin documentación, sin un hogar seguro y a 15 semanas de ser padres, una pareja sobrevive en un edificio ocupado en un barrio de MadridTeresa PalomoMadrid - 18 may 2020 - 00:15CESTWhatsappFacebookTwitterBlueskyLinkedinCopiar enlaceMalica es un joven camerunés que llegó a Ceuta en 2015, a bordo de una balsa hinchable, junto a otros tres migrantes. Desde entonces, ha sobrevivido trabajando sin contrato como vigilante de obras, obrero y jornalero en Lérida. Mirka es de nacionalidad checa, y pese a ser europea, no tiene residencia legal por carecer de un contrato de trabajo.A tan solo 15 semanas de ser padres, la pareja reside en una habitación de un edificio ocupado. Conviven con otros migrantes de distintos continentes en situación de irregularidad, como ellos, pero también conviven con peleas, drogodependientes y frecuentes intervenciones policiales a causa de las continuas trifulcas. En sus manos, una ecografía del bebe, que no dejó ver en su momento si es niño o niña o, como dice Mirka, si será Caroline o David. Justo antes de que se anunciara la pandemia y el estado de alarma, Malica estaba pendiente de conseguir un contrato de trabajo que le permitiría tener residencia legal y recursos económicos para sacar a su pareja y al bebé de la situación en la que viven. Ahora, todo se ha quedado parado y sus esperanzas guardadas en una carpeta que la pareja guarda como un tesoro. “Decidimos seguir adelante con el embarazo porque nuestra situación iba a cambiar, ¿quién podía imaginarse que el mundo entero sufriría una pandemia?”, dice Mirka.Las ONG locales no pueden poner solución a su situación administrativa, pero sí asegurarles un suministro de comida semanal. Malica es la persona que acude cada miércoles a recoger una bolsa para los dos: un par de kilos de arroz, tomate, algún bollo, leche, aceite y productos de higiene personal.Malica siempre ha salido adelante pese a la dificultad del camino, pero ahora teme que, si no consigue la documentación a tiempo, tendrá que separarse de su pareja y su hijo para evitar que servicios sociales les retiren al menor. Mirka sería acogida como madre vulnerable, él solo podría verles un par de días a la semana y se quedaría en situación de calle a la espera de un contrato de trabajo. “Es muy injusto, yo puedo ocuparme de mi familia, pero no me están dejando”, se lamenta Malica.Aunque ellos han conseguido transformar esta habitación en un hogar medianamente decente y acogedor, al otro lado de la puerta las peleas y la lucha por la supervivencia son constantes, y más durante el estado de alarma, ya que sus moradores sobreviven al día y ahora la situación no se lo permite. Tras más de dos horas de gritos y golpes, Malica sale al rellano para ver lo que ocurre mientras Mirka le observa a una distancia prudencial.Ella apenas sale de casa. En su estado no puede exponerse a un posible contagio. En la República Checa fue extorsionada para hacer de mula de la droga y, tras ser detenida en el Aeropuerto de Adolfo Suárez-Barajas de Madrid y cumplir tres años de prisión, fue consciente de que la habían utilizado como señuelo, es decir: fue enviada con un pequeño cargamento para que, mientras la paraban a ella, una mercancía más grande pasase sin problemas.Mirka pasa los días asomada a las ventanas de casa, con un muro como paisaje y unas rosas que Malica le trae de jardines cercanos en el alfeizar de la ventana.En el edificio no hay luz, ya que todos los cables fueron arrancados por los antiguos moradores, que vieron en el cobre una manera de ganar unos euros para salir adelante. Los futuros padres se sientan junto a una linterna que se carga durante el día con luz solar, desesperados porque el tiempo y la esperanza de seguir juntos se agota. "Solo necesitamos un contrato, solo eso. Es nuestra única esperanza para salir de este infierno y comenzar una nueva vida junto al pequeño", reza Mirka en voz baja.Los ruidos en la escalera han cesado, posiblemente porque muchos de los habitantes del edificio están cenando o se han retirado a descansar. En ese momento, Malica y Mirka suben a la azotea del edificio para disfrutar de los últimos minutos del día al aire libre.