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Columna
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Los líderes que no nos insultan

Es de celebrar la conducta política frugal, cooperativa, de tipos como Salvador Illa, José Luis Martínez-Almeida, Ada Colau o Pere Aragonès

Xavier Vidal-Folch
El ministro Salvador Illa en rueda de prensa.
El ministro Salvador Illa en rueda de prensa.

Esquivemos los veredictos totalizantes del tipo “esta clase política es un desastre”. Pues no hay otra. Y porque esconde un gesto supremacista, el que sugiere “por supuesto que yo lo haría mejor”. Con lo que a la inanidad de la crítica baldía se le suma el patetismo del aspirante a la nada.

Si estamos de acuerdo con este planteamiento buenista e indulgente, soslayemos hoy los nombres de los líderes que la están pifiando, sin señalar a dedo su DNI, y, sin embargo, critiquemos sus conductas, en tanto se muestren disparatadas. Al tiempo que resaltamos los nombres y apellidos de quienes nos ayudan, nos acompañan y sobre todo, no insultan a nuestra, pequeña, grande o mediana inteligencia.

Primero y por orden de responsabilidad en la pirámide del poder: no se puede apelar todo el día a la responsabilidad y a la urgencia del consenso, y luego ni siquiera guardar las normas de urbanidad, convocando a los demás de improviso, por la tele.

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Segundo y más grave, no es decente clamar desde la oposición por el confinamiento total y monacal, mientras tus comunidades autónomas claman por abrir el grifo; ni se debe afear los problemas de calidad del suministro de equipos protectores aterrizados a quien manda más, si el que manda bastante no logra siquiera fletar los aviones que deben traerlos.

Tercero, resulta ilógico clamar por el aislamiento total de un territorio si anulas el confinamiento de un subterritorio que depende de ti; parece sospechoso anunciar medidas, siempre 24 horas antes de que las dicte el poder, y sabiendo de antemano que lo va a hacer, para intentar exhibirte como heraldo adelantado; y es solo pendenciero lamentar la ausencia de competencias de grado soberano cuando has sido muy mediocre al utilizar las de nivel inferior para rebajar los efectos de la pandemia en lo que sí puedes actuar, geriátricos o comarcas.

Y cuarto, se antoja risible la diplomacia competitiva de anuncios por Twitter, ya sobre el encaje legal de una ley feminista, ya sobre una renta vital mínima, ya sobre los paseos de los niños —funciones, muchas veces, a cargo de otros— cuando está por ver el resultado de tu programa social de urgencia.

En cambio, porque son sobrios, no insultan a la inteligencia, y hacen lo que pueden sin vendernos demasiadas burras y sin renunciar a sus credenciales, es de celebrar la conducta política frugal, cooperativa, de tipos como Salvador Illa, José Luis Martínez-Almeida, Ada Colau o Pere Aragonès. ¿Queda claro?

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