Emisiones bajo mínimos
Algunos programas de televisión salen al aire en precarias condiciones
Cuando la televisión de ultra alta definición estaba lista para dar el gran salto de la mano de los Juegos Olímpicos de Tokio, la pandemia ha traído justamente lo contrario. La gran cita olímpica prometía contemplar competiciones deportivas con una resolución y un contraste formidable, pero el avance de la covid-19 ha tumbado la que estaba llamada a ser la cobertura deportiva (y tecnológica) más espectacular de toda la historia. El despegue de la televisión 8K tendrá que esperar al menos hasta el año próximo, cuando se celebren los JJ OO de 2020. En lugar de imágenes con una gran nitidez, un brillo y una gama de colores nunca vistos hasta ahora, la audiencia asiste a emisiones chapuceras, de ínfima calidad y más propias de vídeos domésticos que de poderosos conglomerados audiovisuales que obtienen año tras año suculentos beneficios. El confinamiento ha traído un verdadero retroceso en la calidad técnica de las emisiones. Son muchos los programas que están ofreciendo una señal que recuerda a Humor amarillo, aquel programa de origen japonés que invitaba a la gente a superar pruebas físicas absurdas. Telecinco llenó con estos productos —que parecían grabaciones caseras y estaban aderezados con comentarios surrealistas— la parrilla en los primeros años noventa, bajo el mandato de Valerio Lazarov. La cadena había comprado una partida de cintas al peso sin saber muy bien qué contenían y qué salida tendrían. El resultado fue sorprendente, llegando a cosechar más del 30% de la cuota de pantalla en aquellos tiempos.
Ahora, formatos que tradicionalmente se emiten en directo desde un plató animado por público se han reconvertido para adaptarse a las circunstancias derivadas del estado de alarma. Algunos se realizan desde estudios profesionales, lo que les garantiza un cierto nivel técnico, y otros (incluidos informativos y espacios de actualidad) recurren al teléfono móvil o a las aplicaciones de videollamadas para realizar entrevistas o lo que en el argot se denominan totales (declaraciones a cámara). Periodistas, líderes políticos, sanitarios y expertos de toda índole entran en directo desde sus domicilios en condiciones precarias, con mal sonido y peor imagen.
Especialmente tosco es el resultado de los programas de humor. El intermedio, Late Motiv o Ilustres ignorantes pierden todo su hechizo. Las conexiones que los presentadores habituales y los invitados ocasionales hacen desde sus respectivos hogares delatan a menudo una descoordinación clamorosa. El confinamiento y la improvisación deterioran el resultado final. El espectador no se merece realizaciones tan antitelevisivas, con imágenes mediocres y un sonido entrecortado. Es como si los escritores llenaran sus novelas de faltas de ortografía o de párrafos empastelados.
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