En el laboratorio, entre campanas de presión negativa, cámaras de frío y máquinas dedicadas exclusivamente a determinar el negativo o positivo de las centenares de muestras que les llegan a diario, decenas de técnicos y microbiólogos trabajan desde hace más de un mes. En la imagen, Agustín Estévez, residente de segundo año de Microbiología, muestra uno de los recipientes donde llegan las muestras. Poco después, se mete en una de las salas del proceso para determinar si esa muestra será o no portadora de coronavirus; en la puerta de esa sala, hay un dibujo con un cerdito pegado. Tiene que ver con un aparato circular que Estévez dice que los tiene "enamorados".
Esa máquina es para procesos en sanidad animal, cuenta el microbiólogo Roberto Alonso, y se la cedió una de las casas comerciales con la que trabajan, en Lyon. "Nos dijeron que nos la enviaban en 24 horas, pero que no podían instalarla porque su personal técnico no estaba autorizado a viajar". Patricia Muñoz, la jefa de servicio, encontró la soluciön: "Llamé a un amigo mío muy mañoso que acababa de llegar del Congo de montar un hospital de campaña, trabaja en un taller con piezas de coche. Le hicimos un salvoconducto y Nacho nos la montó con un vídeo que nos enviaron los de Lyon".