Activemos la Europa de la solidaridad
La crisis del coronavirus es una oportunidad para que la comunidad europea vuelva a lo esencial
Hace apenas dos semanas discutíamos en Bruselas sobre la conferencia sobre el futuro de Europa, pensando en fórmulas para consultar a la ciudadanía sobre sus prioridades, sus expectativas y cómo reforzar nuestra democracia europea. Esta conferencia debía comenzar el 9 de mayo, coincidiendo con el 70º aniversario de la Declaración Schuman. Hoy estos planes han quedado en el aire, como los de millones de personas que se han visto afectadas por la pandemia Covid-19. Y aunque pueda parecer superfluo ante la magnitud de la crisis, quizás este sea el mejor contexto para reflexionar sobre nuestra Unión, y qué nos mantiene unidos.
La generación que en los años cuarenta diseñó las bases de la Europa unida es la misma que creó la ONU, el Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud. Conscientes de que constituimos una sola humanidad, montaron el sistema multilateral para evitar conflictos y gestionar crisis. Jean Monnet, que redactó aquella Declaración Schuman, decía que “las personas no cambian si no es por necesidad, y solo ven la necesidad en tiempos de crisis”. Por eso, para él, cada crisis constituía la oportunidad de dar un paso hacia delante. Después de 70 años sin duda hemos avanzado mucho. Sin embargo, en muchos aspectos hemos sido demasiado lentos por no tener claras nuestras prioridades. Con una globalización marcada por los intereses comerciales y las políticas neoliberales, hemos olvidado lo prioritario: las personas. Demasiado fijados en el crecimiento macroeconómico hemos dejado que se resintieran políticas públicas que ahora se demuestran fundamentales, como los sistemas de salud. Se ha globalizado el individualismo, el consumismo, y también la soledad, como advierten filósofos y sociólogos como Gilles Lipovetsky o Zygmunt Bauman.
Esta crisis tremenda puede y debe ser una oportunidad de volver a lo esencial, de globalizar la solidaridad. Y en el caso de la UE, de volver al sentimiento de “comunidad”. Somos una comunidad, porque dependemos unos de otros, y solo juntos podemos afrontar las crisis. Ese será el motor para responder como espera la ciudadanía. La solidaridad que no hemos sido capaces de traducir en acción para frenar las consecuencias sociales de la austeridad, para afrontar los retos de la inmigración, o para detener el calentamiento climático, tendremos que ejercitarla para frenar el coronavirus. Ojalá sea el comienzo de un nuevo espíritu comunitario y solidario.
Vimos con preocupación cómo la primera reacción ante la emergencia de Italia fue dejarla a su suerte y otros Estados le negaron ayuda; y aunque hemos sido capaces de reaccionar y la Comisión Europea ha prometido usar todos los recursos para dar una respuesta conjunta, estaremos muy vigilantes. Desde el Parlamento Europeo presionamos para acelerar las medidas y crear nuevos instrumentos, instando al Consejo a hacer también su parte.
Hemos dejado que se resintieran políticas públicas fundamentales, como son los sistemas de salud
Además de la inyección de liquidez anunciada por el BCE, de los 37.000 millones de euros que la Comisión va a movilizar a través de los fondos estructurales y de cohesión, y de las medidas de estímulo económico adoptadas por el Eurogrupo, existen toda otra batería de instrumentos. El Banco Europeo de Inversiones debería desempeñar un papel fundamental para estimular la economía. No debemos caer en los errores de la crisis de 2008, de dejar a los Estados más afectados que aumenten su deuda pública, de manera que son penalizados por las agencias internacionales, cuando lo que se necesita es acción concertada a escala europea. Frente a la insolidaridad en la venta de mascarillas, respiradores y medicinas, existen vías de asegurar el suministro para todos y todas. La adquisición pública conjunta puede realizarse a través de un mecanismo de Amenazas Transfronterizas a la Salud, y se podría crear una agencia para gestionar las compras. Además, la Comisión Europea está haciendo un inventario de lo que ya existe y de lo que producen los países miembros para calcular lo que cada uno puede necesitar. El Mecanismo de Protección Civil podría también invocarse para comprar material y para repatriar a ciudadanos europeos desde terceros países. Deberíamos incrementar el presupuesto, el personal y las competencias del Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades, que trabaja intensamente para coordinar los consejos médicos a cada Estado miembro, en colaboración con socios internacionales.
Desde nuestro grupo político estamos instando a la Comisión a que acelere los trabajos legislativos sobre la cadena de suministro farmacéutica. Entre el 20% y el 40% de los activos se producen en China, y en momentos de crisis se evidencia nuestra dependencia. La Comisión estaba ya elaborando en una estrategia para asegurar una mayor producción en Europa que debía estar lista para final de año, pero que necesitamos adelantar.
Las instituciones europeas trabajamos —desde casa y por medios telemáticos— para reaccionar tal y como espera la ciudadanía. Quizás no podamos asistir este año al debate sobre el estado de la Unión que suele celebrarse en Florencia en mayo. Pero no hay mejor conmemoración de la Declaración Schuman que volver a lo esencial, y actuar como lo que decimos ser: una comunidad que cuida de las personas.
Iratxe García Pérez es presidenta de los Socialistas y Demócratas en el Parlamento Europeo
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