MIR educativo
La revisión del proceso de formación, con la implantación de mecanismos de evaluación externa, son cruciales para mejorar la calidad de la enseñanza
La calidad de un sistema educativo depende de la calidad de sus docentes. Uno de los factores que explican el éxito de los países que obtienen mejores puntuaciones en las pruebas PISA y en otros indicadores de excelencia educativa es la preparación de los profesores, tanto en lo que se refiere a la inicial como a las posibilidades de formación continuada a lo largo de la carrera. Este es uno de los aspectos en los que el sistema educativo español tiene más necesidad de mejora. Hay un gran consenso en que el actual sistema de acceso no garantiza una adecuada selección del profesorado. Así lo reconocieron el año pasado 80 decanos de Educación de toda España en un informe en el que proponían implantar un sistema de MIR educativo similar al que ha dado a los estudios de Medicina un nivel de calidad reconocido internacionalmente. Es una idea que ya apadrinó en 2011 el entonces ministro de Educación, Alfredo Pérez Rubalcaba. Pero nunca llegó a materializarse. Resulta terriblemente frustrante observar que hay consenso sobre las reformas a emprender pero la lucha partidista aborta uno tras otro los intentos de aplicarlas.
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La revisión del proceso de formación y la regulación de la carrera docente, con la implantación de mecanismos de evaluación externa, son cruciales para mejorar la calidad educativa. Ambos aspectos figuraban en la discusión que se llevó a cabo en el Congreso de los Diputados en 2018 para un Pacto de Estado sobre Educación que tampoco llegó a puerto. Ahora, la ministra de Educación y Formación Profesional, Isabel Celaá, ha retomado la idea y ha anunciado un nuevo sistema de acceso a la carrera docente en el que además del título universitario se exigirá un periodo de prácticas tuteladas en el aula de carácter obligatorio y de un año de duración antes de poder ejercer. Se trata de una iniciativa muy necesaria que debería gozar del mayor consenso. El actual periodo de prácticas es muy corto y no garantiza la experiencia necesaria para hacerse cargo en solitario de un aula.
Los criterios de acceso a la profesión no deberían tener en cuenta solo las notas del expediente académico. Con el actual sistema de evaluación no se valoran adecuadamente aspectos tan importantes como la actitud, la madurez personal, el grado de motivación o las habilidades específicas que requiere la labor docente. Por otra parte, hay un gran desequilibrio entre la oferta de plazas formativas y las necesidades del sistema educativo. En estos momentos se forman muchos más profesores de los que se necesitan. El exceso de plazas hace que la nota de acceso sea baja, lo que tampoco facilita la selección de los mejores candidatos. La reforma debería contar con un amplio apoyo parlamentario. Es de esperar que el principal partido de la oposición no se oponga ahora a un sistema que defendía cuando estaba en el Gobierno.
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