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Columna
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¿El centro, alguien lo ha visto?

Nos estamos quedando sin nadie que reivindique los extremos

Jorge M. Reverte
Santiago Abascal, Iván Espinosa de los Monteros y Javier Ortega Smith, de Vox, en el Congreso de los Diputados.
Santiago Abascal, Iván Espinosa de los Monteros y Javier Ortega Smith, de Vox, en el Congreso de los Diputados. ULY MARTIN

Quién lo diría. Hasta hace pocos días buscar el centro era la misión mejor retribuida de la política española. Y, de pronto, como por arte de birlibirloque, semejante y arduo ejercicio ha pasado a ser un arte menor.

La culpa, seguramente, la tiene el mismo concepto, porque está condicionado a otros. El centro no es sino la mitad del camino entre los extremos. Y nos estamos quedando sin nadie que reivindique los extremos: los miembros de Podemos que están en el Gobierno aplauden al Rey y su discurso pronunciado en el Congreso de los Diputados (y Diputadas), y los portavoces de Vox exigen a los medios de comunicación que se les deje de calificar como de extrema derecha. Son intentos que tienen el mismo objetivo: que el votante no vea en la opción que sea ningún atisbo de extravagancia política.

El intento tiene, a veces, tintes dramáticos, porque hay casos en que no es sencillo cambiar la imagen. Vox, por ejemplo, se afana por convertir su inútil pero ofensivo pin parental en una herramienta más para padres y madres inquietos, aunque sus portavoces se pierdan entre las mentiras que cuentan y los datos que las refutan.

Las medidas de izquierda tienen, según parece, poco punch, y el nuevo Gobierno ha optado por no sacar gran partido de una decisión tan importante como la subida del salario mínimo. Las medidas que tengan que ver con asuntos tan cruciales como la igualdad de género o la transición ecológica tendrán su relieve, pero aún no sabemos cuál será. Porque la derecha, encabezada por una Cayetana Álvarez de Toledo empeñada en emular a la malvada Belphegor, ha tenido éxito en desplazar la cuestión izquierda/derecha por una que hace que el centro desaparezca, que es la de España y otros nacionalismos.

Los partidos, pocos, que dicen que juegan al centro político quedan así relegados a meros comparsas en la función de escandalosas muestras patrióticas. El “yo soy más patriota que tú” forma ya parte sustancial de la política catalana y de la mesetaria.

Era un buen momento para propuestas de centro el de encontrar reunidos a los sindicatos y a la patronal en torno a la firma del acuerdo salarial. Pero la fortaleza algo desnortada de la oposición casadista ha dado un impulso más que notable al patriotismo de Oriol Junqueras y el de otros nacionalistas, aunque también españoles. Buen terreno para la derecha.

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