Estefanía de Mónaco, el verso suelto que se cansó de ser rebelde
La segunda hija de Grace y Raniero cumple este sábado 55 años alejada voluntariamente de la fama y centrada en sus tres hijos
La hija pequeña de Raniero III y Grace Kelly nació en un palacio, se bautizó con un vestido diseñado en exclusiva por Dior, tiene el tratamiento de Alteza Serenísima y posee un escudo real propio, pero siempre ha sido la princesa díscola de Mónaco. Estefanía ha vivido “varias vidas en una sola”, como ella misma dice, al margen del protocolo, como cantante, modelo, artista de circo o diseñadora de trajes de baño. Hasta que se cansó de ser la nota discordante de la familia. Este sábado cumple 55 años apartada de los focos, con un perfil discreto, después de haber cedido el protagonismo a sus tres hijos, mucho más reservados de lo que fue ella en su juventud, y a la sombra de sus hermanos, Carolina y el príncipe Alberto, por decisión propia.
En la actualidad, Estefanía lleva una existencia tranquila, vive en un ático en el Principado con su hija Camille Marie. Es común verla paseando vestida con un estilo desenfadado o haciendo la compra en el supermercado. Preside varias asociaciones y entidades sociales y culturales y está centrada en su labor al frente de la fundación que creó en 2004, Fights Aids Monaco, para ayudar a enfermos de VIH. Organiza galas benéficas, conciertos y subastas para obtener fondos para la causa. También vive entregada a su pasión por los animales. En sus ratos libres cuida de algunos elefantes que rescató del zoo y acogió en una finca de los Grimaldi en la montaña. Ha cambiado el glamur del famoso Baile de la Rosa, en el que Carolina reina cada año, por el Festival Internacional de Circo de Montecarlo; los vestidos de alta costura y los accesorios de lujo por la ropa deportiva y los pantalones vaqueros.
La poco convencional princesa Estefanía escogió voluntariamente hace años alejarse de la vida pública. “No me adapto al rol de princesa, a tener que ir con un vestido maravilloso, a ese lado glamuroso de la monarquía. Eso no es para mí. Yo soy una mujer como cualquier otra, lo único que hago es aprovechar mi notoriedad para cambiar las cosas, para ayudar. Pero no para que las cosas que hago me den notoriedad. En absoluto”, confesó en una entrevista con la revista Vanity Fair en 2015. También protestó por su apodo de princesa rebelde: “¡Basta ya! Se han quedado anclados en los años ochenta. ¡Por favor! Ya no soy esa persona”.
Atrás quedan los escándalos y su etapa frenética de modelo, diseñadora de bañadores —después de aprender en la casa Dior— y cantante. En 1986 lanzó su primer sencillo, Ouragan (Huracán), que vendió más de dos millones de copias, y se trasladó a vivir a Los Ángeles, para continuar su carrera musical y grabar su segundo disco, que cosechó un discreto éxito. A inicios de los noventa, después de una gira por Latinoamérica, regresó a Europa y volvió a copar las portadas de la prensa rosa internacional.
De su época alocada queda en el recuerdo su agitada vida sentimental y sus amores de juventud con hombres como Paul Belmondo, hijo del popular actor francés Jean Paul Belmondo; Anthony Delon, uno de los hijos de Alain Delon. O con sus guardaespaldas, que más tarde se convertirían en padres de sus hijos, Daniel Ducruet y Jean Raymond Gottlieb; el domador de elefantes Franco Knie, con quien recorrió Europa en 2002 a bordo de una caravana o el acróbata Adans López Peres, con el que se casó en 2003.
Pocos detalles se conocen de su vida actual. No concede entrevistas y vive alejada de los focos, a los que se expone en contadas ocasiones y solo en los eventos más especiales de la agenda oficial del Principado como el Festival Internacional de Circo de Montecarlo, del que es presidenta de honor. Sus hijos, Louis y Pauline Ducruet y Camille Gottlieb, aunque reciben menos atención y son menos conocidos que sus primos, Carlota, Andrea y Pierre, los hijos de Carolina, han ocupado su lugar público como miembros de la familia real monegasca.
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